Katina
Me despierto temprano, sintiéndome a la vez emocionada y nerviosa. Me preparo en silencio y me detengo un momento frente a la cama de Paola, quien aún no ha hecho las maletas.
— Oye, deberías hacer las maletas ya.
Ella solo se encoge de hombros desde la cama.
— Las haré después. Me voy mañana, así que aún tengo tiempo. –Contesta despreocupada–
— ¿De verdad? —Pregunto, sorprendida. Aún me cuesta creer que las clases ya hayan terminado cuando acabo de llegar. Todo ha pasado tan rápido–
Asiento y salgo hacia afuera, donde me dan el permiso para salir. Mientras camino hacia la salida, escucho una voz familiar y me giro con una sonrisa.
— ¿Y tus padres? –Me pregunta Gabriel al verme, sus ojos me estudian con una calidez que me hace sentir extrañamente segura–
— Están de viaje. –Respondo con un leve suspiro– Supongo que tendré que buscar algún hotel. Ni siquiera tengo las llaves de casa... creo que ni ellos se imaginaban que esto ocurriera.
Él sonríe y se inclina para darme un beso, uno suave, que me hace cerrar los ojos por un momento. Me siento en casa.
— Ven conmigo. Hablaré con mis padres. –Me toma de la mano mientras caminamos hacia donde espera su coche–
Cuando llegamos, veo a Darío en la puerta del coche, mirándonos con esa sonrisa suya despreocupada. Se acerca y me coloca una mano en el hombro.
— Tal vez puedas quedarte con nosotros unos días, al menos hasta que tus padres vuelvan. –Me dice, cálido como siempre–
Gabriel
Mis padres ya están en el coche. Cuando Katina se acerca, mi padre me mira de reojo y sonríe, y yo noto esa sonrisa suya que significa aprobación.
— Te hace feliz, ¿verdad, hijo? –Pregunta en voz baja, como si no quisiera interrumpir el momento–
— Sí. –Respondo, sin quitar la mirada de Katina– Mucho.
No puedo evitar sonreír. Ella parece iluminarlo todo solo con estar aquí, como si todo lo complicado en la vida desapareciera en su presencia.
— Katina, ven, queremos hablar contigo. –Digo, haciendo un gesto para que se acerque–
Mis padres se giran para explicarle la situación, ofreciéndole quedarse con nosotros unos días hasta que sus padres puedan recogerla. Al principio, parece un poco reacia, pero después de algunos intentos para convencerla, finalmente acepta. Se sube al coche y se acomoda junto a mí mientras mi padre arranca.
— Esto es... curioso, ¿no crees? –Comenta mi padre desde el asiento del conductor, sonriendo por el retrovisor–
— Sí, vaya que lo es. –Añade Darío, riendose–
Mi madre se gira para mirarnos a Katina y a mí, sus ojos cálidos y curiosos.
— Entonces, ¿ustedes dos... son novios? –Pregunta, esbozando una sonrisa–
Katina
Miro a Gabriel y no puedo evitar sonreír. Este momento, aunque me resulta inesperado, se siente perfectamente natural.
— Sí. –Respondo, y desde el espejo retrovisor veo a la madre de Gabriel sonreír con una ternura que me hace sentir acogida–
— Me alegra tanto verte sonreír de nuevo, Gabriel.
–Dice ella, lanzándole una mirada que parece cargada de recuerdos–Gabriel la mira y luego me lanza una sonrisa, esa sonrisa que me hace sentir que tal vez, solo tal vez, estoy en el lugar correcto.
— Lo sé, mamá. –Toma mi mano y la aprieta suavemente– Ella lo ha conseguido.
Apoyo mi cabeza en su hombro y me dejo llevar por ese momento, por esa conexión que hemos encontrado.
Finalmente llegamos a su casa, una casa grande, acogedora y llena de detalles que me hacen imaginar mil recuerdos felices aquí.
Nos despedimos de los padres de Gabriel y Darío. Son increíblemente amables, y la calidez en su despedida me deja con una sensación de paz.
— Bueno, ahora ustedes acomódense y descansen un poco. –Dice la madre de los chicos, sonriendo–
— Sí, lo haremos. –Respondemos al unísono–
Los padres de Gabriel y Darío se despiden y nosotros entramos en la casa. Todo es espacioso y luminoso, con una belleza simple que se siente como un refugio. Camino por el pasillo admirando cada rincón hasta que llegamos a la habitación de Gabriel. Me siento en su cama y exhalo, intentando tomarlo todo.
Poco después, Darío aparece en la puerta y sonríe.
— Voy a salir un rato. Nos vemos más tarde. –Se despide, y deja un beso sobre mi frente–
— Hasta luego. –Le muestro una sonrisa–
Gabriel se acerca a mí, y cuando Darío se marcha, la habitación se queda en un silencio que no necesita palabras. Me levanto y me quedo justo frente a él, observando sus ojos mientras me pierdo en su mirada.
El silencio en la habitación está lleno de expectativas. Gabriel se acerca a mí, con una mirada suave y profunda que me hace sentir completamente vulnerable. Sentada en el borde de su cama, se arrodilla frente a mí, tomándome las manos con ternura. Sus dedos recorren mi piel con suavidad, y siento cómo el latido de su pulso es una especie de eco de mi propio corazón. Alza la mirada y me sonríe, con una mezcla de nervios y deseo, como si ambos supiéramos que este momento es único, una conexión más allá de las palabras.
Nos acercamos poco a poco, y nuestros labios se encuentran en un beso suave, cargado de significado. En este instante, el mundo desaparece. Cada movimiento es lento, casi reverente, siento cómo sus manos se deslizan por mis brazos, mi espalda, y cómo su abrazo me envuelve, protegiéndome. Nos recostamos juntos, compartiendo susurros y miradas, como si el tiempo fuera solo nuestro.
Nos despojamos de cada barrera, no solo física, sino también emocional. En cada caricia y cada beso, nos damos permiso para ser vulnerables, para mostrarnos sin miedo. Entre risas suaves y suspiros entrecortados, compartimos este momento con toda la dulzura y la entrega que solo nace cuando dos personas se descubren plenamente.
Después, en el silencio, permanecemos juntos, con mi cabeza apoyada sobre su pecho mientras él acaricia suavemente mi brazo. Nos quedamos así, respirando al unísono, con la certeza de que aquel instante forma ya parte de nuestra historia.
— Te quiero. –Murmura, besando mi cabeza con ternura–
— Yo más. –Beso sus labios con suavidad–
Un extraño temor me invade de repente, como una sombra que cruza la luz de este momento perfecto.
¿Qué pasará mañana? ¿Y si este sueño se termina tan rápido como comenzó?Gabriel parece notar mi inquietud y acaricia mi mejilla, mirándome con una dulzura que me calma.
— Todo estará bien, Katina. No te preocupes. Estamos juntos. –Susurra, y en sus palabras encuentro un consuelo inesperado–
Cierro los ojos y dejo que su voz me envuelva, permitiéndome creer, aunque sea por esta noche, que esto es real y que no hay nada que temer.
ESTÁS LEYENDO
Polos opuestos.
RomanceNo todo en la vida sucede como uno espera. Las historias de amor no siempre tienen un final feliz, y, para algunos, el amor ni siquiera parece real. Me llamo Katina, tengo 18 años, y soy una chica que siempre se ha considerado amable y de corazón rá...