Capítulo 22

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Darío

Entramos juntos a la habitación, y cuando Gabriel cierra la puerta, no puedo evitar sonreírle de lado. Lo observo, y sé que algo importante le está pasando, aunque él intente disimularlo.

— ¿Qué? –Pregunta él, con una sonrisa, fingiendo despreocupación–

— Te gusta, admítelo. –Me cruzo de brazos, mirándolo con picardía–

Gabriel rueda los ojos, pero una leve risa escapa de sus labios.

— ¿Qué dices? No, no es para tanto. Solo fue... un beso.
–Se encoge de hombros, como si intentara convencerse de sus propias palabras–

— Claro, un beso. No te creo nada. –Le doy un empujón amistoso– Además, sé que no ha sido solo uno. Seguro ya te has acercado más de una vez.

Gabriel intenta reprimir una risa, pero sus ojos lo delatan. Por un momento, parece pensativo, y noto cómo sus defensas empiezan a bajar. Su sonrisa es más honesta, como si por fin aceptara lo que siente.

— Supongo que... –Murmura, y yo le doy un golpe amistoso en el hombro–

— Me gusta verte así, feliz. –Le hago saber. La vida no ha sido fácil para él, y verlo sonreír de esta manera es algo que no tiene precio–

Él suspira, dejando caer la fachada de despreocupación, y me mira con una expresión sincera.

— Lo sé, hermano. A veces no sé si esto es real.
–Confiesa en voz baja, y en su mirada hay una mezcla de temor y esperanza–

— Eh, para que veas que fue real, te he sacado una foto. –Me río, sacando mi móvil. La foto que tomé es perfecta: están él y Katina, mirándose con una ternura que no había visto en él en mucho tiempo–

Le paso el móvil, y él observa la imagen en silencio, una sonrisa leve aparece en sus labios.

— Pásamela. –Me dice, sin apartar la vista de la pantalla–

— Claro. –Se la envío, y él se sienta en la cama con el móvil en la mano, absorto en sus pensamientos mientras observa la foto–

Gabriel

Miro la imagen y no puedo evitar sonreír. Ahí estamos, Katina y yo, compartiendo un momento tan sencillo y a la vez tan significativo. No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí así, tan tranquilo, tan en paz.

Decido poner la foto como fondo de pantalla en la pantalla de bloqueo. Al hacerlo, siento una pequeña descarga de emociones; es algo tan simple, pero a la vez me parece un gesto importante. Como si, de alguna manera, estuviera aceptando lo que siento.

Dejo el móvil en la cama y miro a Darío, que me observa en silencio. Él no necesita decir nada; entiende lo que me pasa. Me apoyo en mis rodillas y escondo mi cara entre mis manos, soltando un suspiro que se siente como una mezcla de alivio y confusión.

¿Qué es lo que me está pasando con Katina? ¿Por qué me siento así?

Levanto la cabeza y veo que Darío sigue mirándome, con una sonrisa ligera pero comprensiva.

— Nunca pensé que llegaría el día en que te vería así, hermano. –Dice con una chispa de humor y algo de nostalgia– Creo que te has enamorado.

Lo miro, sintiendo el peso de sus palabras. ¿Es posible? ¿Es esto lo que realmente estoy sintiendo?

— No lo sé, Darío... –Susurro– me da miedo. Todo esto... es como si me estuviera acercando demasiado pero a la vez, no quiero apartarme.

Darío asiente, apoyando una mano en mi hombro.

— No tienes que entenderlo todo ahora, Gabriel. A veces, simplemente tienes que dejar que las cosas fluyan. Confía en lo que sientes. No tienes que tener todas las respuestas hoy.

Sus palabras me calman, y asiento lentamente. No sé si esto es amor o simplemente la ilusión de algo nuevo, pero estoy dispuesto a descubrirlo, paso a paso.

Darío se pone de pie, dirigiéndose a su cama.

— Además... –Dice, con una sonrisa burlona– si sigues viéndola como la tienes en esa foto, no creo que puedas resistirte mucho tiempo.

Soltamos una risa breve y compartimos un momento de complicidad. Siento que, pase lo que pase, no estoy solo en esto. Tengo a mi hermano, que siempre estará ahí para darme una mano o un consejo.

Darío

Me acomodo en la cama, observando a Gabriel mientras intenta procesar todo lo que está sintiendo. Siempre he sabido que es un poco cabezota cuando se trata de sus propios sentimientos. Lo he visto pasar por tanto, y siempre ha puesto una barrera entre él y los demás. Pero con Katina... es diferente. Hay una chispa en sus ojos que no había visto antes.

— ¿Sabes? –Digo, rompiendo el silencio– Katina es una buena persona. Se nota que le importas. No cualquiera se queda a tu lado en los momentos difíciles.

Él asiente, todavía un poco pensativo, pero sé que mis palabras le han llegado. Quizás, finalmente, está listo para dejarse llevar.

— Gracias hermano. –Murmura– Por estar aquí y... por recordarme que está bien sentir.

Sonrío, sintiendo una especie de satisfacción al ver a mi hermano así, como si después de todo lo que ha pasado, la vida por fin le estuviera devolviendo un poco de felicidad.

Ambos nos acostamos, apagando la luz de la habitación. En la oscuridad, siento que algo ha cambiado, no solo para Gabriel, sino para los dos. Quizás este sea el comienzo de algo nuevo, y aunque no sabemos lo que el futuro traerá, tengo la certeza de que Gabriel está en el camino correcto. Y yo estaré aquí, para apoyarlo en cada paso.

Gabriel

Mientras cierro los ojos, la imagen de Katina regresa a mi mente. La veo sonriendo, mirándome con esa mezcla de dulzura y valentía que la caracteriza. Siento que mi corazón se acelera, pero esta vez no hay confusión ni duda. Solo paz.

Con una última sonrisa, me dejo llevar por el sueño, sabiendo que, pase lo que pase, estaré bien. Porque he encontrado algo que vale la pena, alguien que me hace sentir vivo otra vez.

Polos opuestos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora