Katina
Miro mi reflejo en el espejo mientras me giro lentamente. El vestido fluye a mi alrededor como una segunda piel, y siento una mezcla de emoción y nerviosismo en el pecho. Megan, la hermana de Marc, que me observa con una sonrisa, se acerca y me da un suave apretón en el brazo.
— Es perfecto, Katina. Realmente te ves preciosa.
–Dice con una calidez que me hace sonrojar–— ¿Tú crees? –Busco en su rostro una confirmación que, de alguna manera, me tranquilice–
— Lo creo. –Asiente, mirándome con ojos brillantes– Vas a ser la novia más hermosa.
Nos reímos y, con el vestido ya decidido, salimos de la tienda charlando y riendo animadamente, como si todo el mundo fuera nuestro. Mientras caminamos, veo una figura familiar a lo lejos: una chica de cabello corto y negro, su es mirada tan asombrada como la mía al reconocernos.
— ¡Paola! –Exclamo, y corremos a abrazarnos–
Nos reímos entre abrazos y efusivos saludos.
— ¡Cuánto tiempo sin verte! –Sonrío radiante–
— Demasiado tiempo, además estos últimos días no hemos hablado mucho. –Le sonrío y luego la miro con emoción– Tienes que venir a mi boda, ¿sabes?
— ¡¿Tu boda?! –Grita, llamando la atención de los transeúntes. Nos miramos y estallamos en carcajadas– ¿En serio?
— Sí. –Sonrío radiante–
— ¡No puede ser! ¡No me lo creo! ¡Gabriel y Katina!
–Sus ojos se llenan de una mezcla de sorpresa y alegría–— Así es. –Rio– Él es... él es todo para mí.
Paola me rodea con sus brazos otra vez, abrazándome con tanta fuerza que casi me quita el aire.
— Enhorabuena, Katina. De verdad, me alegro tanto por ti. –Su sonrisa me llena de calidez–
Nos despedimos prometiendo ponernos al día y le aseguré en que le mandaré los detalles de la boda por mensaje. Camino de regreso a casa con Megan, todavía sintiendo esa alegría en el pecho y pensando en lo mucho que he cambiado desde que Gabriel entró en mi vida.
[ . . . ]
Al llegar a casa, subo cuidadosamente el vestido a mi habitación y lo guardo en el armario. Es precioso, tan delicado y especial, y no puedo evitar imaginármelo el día de la boda. Es imposible no sonreír.
Bajo después de unos minutos y veo, desde la puerta que da al jardín, a Gabriel y Darío en la piscina, riendo y lanzándose agua el uno al otro. La risa de Gabriel resuena clara, y siento que ese sonido es algo que quiero guardar para siempre en mi corazón.
Me acerco y ellos me miran. Gabriel, aún salpicado de gotas de agua, sonríe con esa calidez que siempre logra hacerme sentir como en casa.
— Hola guapa. –Me saluda, extendiendo una mano hacia mí–
— Hola mi amor. –Tomo su mano, sin importarme las gotas de agua que ahora salpican mi brazo–
Darío se apoya en el borde de la piscina y me dirige una sonrisa.
— ¿Megan ya se ha ido? –Pregunta quitándose el agua de los ojos–
— Sí, me despedí de ella hace un rato.
Gabriel, que sigue mirándome con una sonrisa pícara, se sienta a mi lado en el borde de la piscina, completamente empapado. Su cabello húmedo y desordenado, su piel brillando bajo el sol; hay algo en él en este momento que me hace sentir como si estuviéramos en nuestro propio mundo, solo él y yo.
— Un beso, ¿no? –Murmura, acercándose con la mirada fija en mis labios–
No puedo evitar sonreír y me inclino hacia él. Nuestros labios se encuentran en un beso suave, en el que el sonido del agua y las risas de Darío parecen desvanecerse. En ese instante, todo es paz, calidez, y la certeza de que este amor es real, de que estamos destinados a vivir algo hermoso juntos.
Cuando nos separamos, él me observa con una sonrisa traviesa y tierna.
— ¿Lista para convertirte en la señorita Ferrer?
–Susurra y veo en sus ojos un amor sincero y profundo–— Mmm, no lo sé... puede que deba pensarlo un poco más. –Bromeo–
Él finge estar ofendido, llevándose una mano al pecho como si le hubieran herido, mientras Darío ríe desde la piscina.
— Vamos, Gabriel, todavía tienes tiempo de convencerla. –Bromea Darío–
Nos reímos todos juntos, y me siento tan completa, tan feliz. Estoy rodeada de las personas que más amo, y no puedo pedir nada más. Este momento, esta paz, son todo lo que he deseado, y sé que el futuro junto a Gabriel será aún más hermoso.
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Polos opuestos.
RomanceNo todo en la vida sucede como uno espera. Las historias de amor no siempre tienen un final feliz, y, para algunos, el amor ni siquiera parece real. Me llamo Katina, tengo 18 años, y soy una chica que siempre se ha considerado amable y de corazón rá...