Capítulo 20: El clan Shimada

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—Padre... —susurró un joven de cabello verde mientras sujetaba las manos de un hombre acostado en una cama y de mal aspecto.

—Genji... —dijo con dificultad el hombre de la cama.

—Hace tiempo que no me llamabas así —respondió el joven.

—Estás hecho un hombre, ya, y hasta ahora no me he dado cuenta. Sparrow ya no te conviene.

—¿Pero..

—Genji, recuerdas ese día en el que tú y tu hermano, Hanzo, jugasteis y vuestra tía Sumire se enfadó.

—Claro. Fue cuando teníamos diez años. Estábamos jugando con una pelota y accidentalmente, rompimos un jarrón de la abuela. La tía Sumire se enfadó muchísimo y te obligó a que nos pegasen una paliza.

—Sí...lo siento... Quiero que sepas, que no hay día en el que no me arrepienta de haberme negado a ello.

—No te pre...

—¡NO! Llevo toda mi vida obedeciendo las ordenes de mi hermana mayor sin oponer respuesta. He sido un fracaso de hombre, solo manipulado por mi hermana. Genji, por favor, aprende de mis errores... No dejes que nunca te digan que tienes que hacer...

—Sí, pero, padre, ¿Por qué me dices esto ahora?

—Tu hermano Hanzo lleva desde pequeño siendo adiestrado para ser el sucesor del clan. Cuando tu hermano obtenga mi responsabilidad, cuida de él... No dejes que tu tía Sumire le manipule, te lo ruego.

—Claro que sí padre.

—Escucha, sé que nunca has querido participar en nuestro negocio...

—¡Mafia! —le soltó el joven.

—De acuerdo, sí, mafia... Y es obvio que nunca lo harás. Dime, ahora que ya eres un adulto... ¿Qué harás con tu vida?

—No lo sé padre, no tengo ningún objetivo. Podría desarrollar mis habilidades ninja, creo que es lo que más amo. Además, Hanzo ahora mismo es mejor que yo y no puedo permitirlo.

Ambos rieron.

—Estoy seguro que llegarás a ser alguien grande en este mundo. Y me quema por dentro no poder estar aquí para verlo.

—Escucha, tengo algo especial que entregarte. Solo podría usarlo un miembro del clan especial. Y aunque tu no te consideres miembro del clan... Tienes la sangre Shimada en tu interior y eres especial. Hazme el favor de abrir ese armario y darme su contenido.

Genji obedeció y agarró una caja de un metro aproximadamente, era de color negro y tenía trazados unos dragones dorados.

Su padre la abrió mostrando una reluciente katana dentro de la acolchada caja.

—Sé que esta un poco anticuada pero siempre puedes modificarla a tu gusto y ponerle esos toques de color verde de los tuyos, je, je.

—¿De verdad es para mi padre?

—Sí, tarde o temprano te la iba a dar. Quería esperar a que fueras un poco más mayor pero creo que no podré...

El joven empezó a llorar y abrazó a su padre.

—Tómala, tiene un poder especial para la persona especial —dijo el hombre entregándole el arma.

—Gracias padre, te quiero.

—Yo también te quiero hijo. Te deseo suerte en la vida, hijo mío.

Genji asintió.

De repente una anciana acompañada de dos hombres entró en la habitación.

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