La espia

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Monica me ha dicho que puede demorarse un poco en conseguir la información, así que solo me queda esperar a que ella me llame. No le he preguntado como la conseguirá, ni como aprendió, y creo que eso no importa, al menos no en estos momentos.

También he intentado con todas mis fuerzas él no ver a Adam, creo que necesito mi tiempo a solas. Tengo la cabeza en todos los lugares posibles, pero no me he concentrado en mí misma y en lo que realmente necesito.

Tengo miedo de que al ver a Adam le cuente todo lo que estoy haciendo y sé que él estará en desacuerdo, quizás hasta le cuente a mi hermano ya que esta últimamente muy unido con él. Lo que para mí es una desgracia.

Ahora Adam piensa que mi hermano tiene razón en la mayoría de las estupideces que dice. Me siento completamente sola, sin nadie que contar más que Monica. Ella es la única que me entiende y la única que realmente me puede ayudar. La necesito como nunca.

Salgo de mi habitación y bajo a la cocina para buscar algo de comer, pero al abrir la nevera me doy cuenta de que nada me provoca, entonces decido salir para tomar aire fresco. Abro la puerta y lo primero que veo es la cara de Adam con la mano levantada a punto de tocar.

Adam me sonríe de una manera tierna.

—Hola —susurra mientras sus labios chocan con los míos en un beso corto.

—Hola —respondo cuando se aleja.

— ¿Cómo estás? —pregunta sonriente.

—Bien —respondo un poco cortante, Después tomo un poco de aire—. ¿Cómo te ha ido con mi hermano?

Adam me mira sorprendido sabiendo por donde va mi pregunta, la verdad es que no sé expresar muy bien mi incomodidad.

—Lena no seas así, ¿No es lo que querías?

—No...—me quedo sin aire al oír mi propia respuesta. Avanzo unos pasos fuera de la casa y cierro la puerta—. Mi madre te quiere solo porque mi hermano te quiere, y mi hermano solo busca controlarte para controlarme a mí.

Camino torpemente por el andén y Adam me sigue.

—Sé que es algo extraño e incómodo. Pero solo he cruzado ciertas palabras con tu hermano. Digamos que es un tipo de negocio.

Me detengo y lo miro con un poco de enojo. No puedo creer que ambos sigan en eso de las drogas.

—No es lo que piensas —dice al ver mi expresión. Se acerca a mí y pone una mano en mi mejilla—. Tenemos un enemigo en común, eso no nos hace amigos, pero al menos nos hace trabajar juntos. Tu solo confía en nosotros.

Retrocedo para evitar su contacto y le doy la espalda.

—Yo no quiero esto.

—Lo sé. Yo solo quiero lo mejor para ti y siento mucho el no estar muy presente con lo del asunto de tu padre, simplemente me trae malos recuerdos. Y sé que no es una excusa valida. Aun así, es la única que tengo.

No quiero perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora