Crisis

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Son las 3:00 am y yo sigo sin poder dormir, aunque realmente sé que no podré hacerlo. El recuerdo de la fiesta me atormenta, solo me repito una y otra vez la escena de Adam dándose la vuelta y metiéndose a la casa en vez de venir conmigo, con su supuesta novia, con la chica que según él, ama.

No tengo la menor idea de cómo me esconderé de mi madre, a ella seguramente le dará un ataque al verme arañada. Últimamente solo me ve así, golpeada.

Me levanto de la cama aceptando que no dormiré hoy y decido terminar de desarreglarme, pues solo me he cambiado de ropa.

Inicio por desmaquillarme con cuidado, ya no me espanto al ver mi rostro, ya es algo normal tenerlo así. Todavía tengo ciertos moretones pasados y encima unos nuevos, y lo peor no son esos, si no los arañazos que me hizo la víbora esa. Me arde el rostro cuando me echo agua, tanto que se me salen unas cuantas lágrimas, siempre he sido una cobarde. Cuando me termino de desmaquillar siento un alivio increíble.

Veo el vestido que llevaba puesto, tirado en una esquina del baño. Lo ignoro y vuelvo a salir.

Lo primero que hago es sentarme en la cama y prender mi celular. Como esperaba, tengo diez llamadas perdidas de Adam y seis de Monica. Sé que necesito llamar a mi amiga y tranquilizarla, pero no creo que estas sean las horas indicadas.

Justo cuando voy a apagar el celular, este nuevamente se enciende. Como lo tengo en silencio solo me muestra una foto de Adam y de mi cuando éramos pequeños y debajo un punto verde y rojo. Tontamente hundo el verde.

—Acabo de ver movimiento en tu habitación y decidí volver a intentarlo —su voz tiene cierto toque de preocupación y emoción. Creo que él no esperaba que yo contestara, y para ser sincera yo tampoco lo pensaba. No sé qué hago hablando con él—. Quería entrar en tu habitación, pero no creí que fuera lo correcto.

Me levanto lentamente sin responderle y me dirijo a mi ventana, esta está medio abierta. Veo que Adam está mirándome desde su ventana e intentó esquivarlo de mi campo de visión. Solo cierro la ventana completamente y le coloco seguro, también cierro las cortinas.

Luego, me dirijo a mi puerta y la cierro completamente con seguro para evitar que mi hermano entre, aunque a esta hora debe estar dormido, aun así, más vale prevenir que lamentar.

—Lena yo... —intenta hablar, pero su voz se le entrecorta.

— ¿Qué quieres que te diga? —le pregunto a la persona que está del otro lado de mi teléfono. Intento sonar lo más fuerte que puedo, pero siento que me desmorono.

Silencio, segundos de silencio.

—Nada —suspira—. Lo siento.

—Yo también lo siento —trago grueso.

Me siento en la cama y cruzo mis piernas, me recuesto sobre el respaldo de la cama.

—Déjame entrar y te lo explico...

No quiero perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora