¿Novios?

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— ¿Qué pasó? —dicen mi madre y Julian al unísono.

Niego con la cabeza y miro a mi hermano con preocupación y él me sostiene la mirada. No puedo seguir así porque siento que descubrirá mi engaño.

—No pasa nada —me miro las manos—. Tuve una pesadilla —mi voz es un hilo.

—Mi niña...—mi madre se acerca y se sienta en el borde de mi cama mientras me acaricia la mejilla, yo sigo mirando mis manos—. Estas pesadillas tuyas nos afectan a todos —su voz tiene cierto tono de tristeza que me rompe el corazón.

—Yo tampoco quiero tenerlas, no es algo que decida.

—Nadie las quiere, aun así, siempre van a aparecer —alzo la cabeza para volver a tener un contacto visual con él y noto como si estuviera recordando algo—. Creo que las pesadillas son los temores que la mente no quiere aceptar.

Solo asiento porque me he quedado sin palabras. Mi hermano también las tiene y quisiera saber qué es lo que sueña, de pronto es lo mismo que yo. De pronto son otro tipo de pesadillas que dejan sin importancia a las mías. Y como cambia su expresión solo me indica que es lo segundo.

—Arreglé la cerradura de la ventana y la puerta —dice con aburrimiento.

Sonrío al escuchar lo que quería desde hace días. Miro a mi madre con una sonrisa y ella también me la devuelve.

— ¿Por qué la ventana está abierta? —pregunta mientras se dirige a ella—. Yo la había dejado cerrada.

—Yo... esto —intento controlar mis nervios, estoy segura de que tarde o temprano me delataran—. La abrí porque tenía calor, necesitaba brisa. Aunque pensé que lo había hecho en un sueño —sonrió nerviosa.

Mi hermano cierra la ventana con fuerza, no sin antes asomarse y examinar el árbol y la ventana de Adam.

—La ventana de ese chico también está abierta —acusa.

Me molesto tanto por su insistencia que tengo ganas de gritarle y responderle, pero mi madre se me adelanta.

— ¡No más Julian! —grita—. Ella y yo tenemos un trato y sé que lo está cumpliendo, la única que tiene derecho a regañarla soy yo. Además, nos acaba de traer a su cuarto con ese grito. ¿Crees que si Adam estuviera aquí ella nos llamaría?

Mi hermano no dice palabra alguna, pero se enoja, lo veo en su expresión. Luego de asesinarme con su mirada sale enojado del cuarto.

—Creo que iré con él querida —dice mi madre, yo asiento y ella me da un beso en la frente.

Justo cuando mi madre sale de la habitación me levanto y cierro silenciosamente la puerta con seguro. Como si Adam supiera, sale segundos después del closet.

Está a una distancia considerable de mí, y no quisiera que eso cambiara. Tenerlo cerca me impide pensar con racionalidad.

Está vestido con una camiseta gris ceñida al cuerpo que cada vez más veo más musculoso. Tiene un jean negro y unos tenis blancos. Su cabello esta mojado como si se hubiese dado un baño, y solo de imaginar que ese baño podría ser con Rebeca me da ganas de vomitar.

No quiero perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora