El regalo

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Despierto con una pesadez horrible, siento el cuerpo demasiado cansado y mis ojos muy agotados. Miro a mi lado y encuentro a mi Adam durmiendo tranquilamente. Sus moretones están cambiando de color lo cual para mi es una excelente señal. Ayer sin duda fue un día muy complicado para él como para todos, no me cabe en la cabeza como su padrastro fue capaz de golpearlo de esta manera, es un sádico, un animal, además tampoco puedo entender como la madre de Adam se casó con ese tipo.

El rostro de Adam sigue demasiado deformado y entre más lo recorro con los ojos, más ganas me dan de llorar, pero me aguanto, él necesita fuerzas. Estoy segura de que pronto se curará y volverá a ser el mismo de siempre, bueno, en parte. Lo único que tengo seguro es que no lo dejaré volver con esos animales. Así me toque luchar contra todos, Adam se quedará viviendo aquí, con nosotros, conmigo.

—Hola —susurra con su voz algo cansada. Intenta abrir un poco sus ojos, pero uno de ellos se niega a obedecer, está muy lastimado.

—Hola —le digo con una sonrisa—. ¿Cómo estás?

—Siento más dolor que ayer —claro, es que siempre el cuerpo duele más un día después. Como con el ejercicio. Adam hace una pequeña mueca de dolor, no debería hablar ni siquiera.

—Silencio —hablo en voz baja—. Es normal que te duela. Rita te vendó el abdomen y colocó varias gasas en otras heridas del cuerpo. No quería vendarte completo, le dije que odiarías verte envuelto como una momia.

Ríe instantáneamente, pero ese hermoso sonido es interrumpido por un quejido.

—Iré a traerte algo de comer, intenta dormir un poco más ¿Vale? —asiente sin pelear.

Me levanto con cuidado de la cama y me doy cuenta de que mi hermano no se encuentra en la habitación. Salgo del cuarto y me dirijo abajo. La habitación de mi hermano es la primera en el segundo piso.

Al bajar con cuidado escucho varias voces provenientes de la cocina, así que me dirijo allí. Cuando llego me doy cuenta de que todos están sentados en el mesón, hablando.

— ¿Ocurre algo? —pregunto interrumpiéndolos.

Julian es el primero en voltear y me regala una media sonrisa.

—No querida, solo discutíamos sobre... esto... la reunión de hoy en la noche —responde mi madre.

—Creo que es mala idea ponernos a celebrar, al menos no hoy —me acerco a ellos—. Adam no quiere que arruinemos navidad, pero creo que es mejor aplazarla, al menos unos días, hasta que todo mejore.

— ¿Aplazar navidad? —mi madre está confusa, ella es de las mujeres que jamás aplaza una fecha. Siempre intenta que todo se celebré el día que es, porque según ella luego no tiene sentido.

—Si, son solo fechas madre, la celebración es estar todos en familia y cenar y los regalos y, y, todo eso —concluyo.

—Tiene razón —me apoya Rita.

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