11. Lo Que Sangra

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Gustavo
Elizabeth y yo dormimos hasta el día siguiente, nos encontrábamos más que cansados, ella me abrazaba a través del torso y yo disfrutaba ver sus ojos cerrados al dormir. Era la mujer que me encantaba de todas las maneras. Después ella despertó recibiendome por la mañana con una gran sonrisa.

¿Descansaste? -pregunté acomodadome a su altura.-

Si. Sin duda. -y depositó un pequeño beso en mis labios.-

Al poco tiempo bajamos a desayunar, al acabar ella tomó un baño y yo después.

Vamos a un lago que está cerca de aquí. -propuse para estar en un lugar más místico.-

Caminamos todo el camino tomados de la mano y a veces nos encontrábamos con abrazos acompañados de besos. Al llegar al lago nos sentamos a ver la niebla que acompañaba a aquel lago. Ella sonreía y tomaba algunas fotografías con su instantánea. Yo me senté y sin duda me olvide de todo.

Eli, me encantas y te adoro. Quiero proponerte algo. -ya no tenía miedo de perder aquello que deseaba.-

Si Gus, dime. -ella me fotografió sonriendo antes de hablar.-

¿Querés ser mi novia? -la observe a los ojos esperando una respuesta positiva.-

Si, si quiero Gustavo. -Ella me estaba volviendo loco y sin esperar nada ella me besó.-

Después de aquella escena tan hermosa llegamos a un pequeño bote que se encontraba en una de las orillas del lago. Ella se veía tan bella desde el ángulo que la observaba. Decidió inmortalizar ese momento con una fotografía y sinceramente a mi si me gustaría que ella sea la madre de mis hijos pero si la tengo que esperar por mi no habrá problema. Debo confesar que me he enamorado de un ser maravilloso. Dimos un pequeño paseo hasta llegar de nuevo a la cabaña. Abrí la puerta para que ella entrará, se recosto sobre el sofá para descansar y sin duda no iba a pesar mi oportunidad.
La comencé a besar, el éxtasis se elevaba cada segundo, nos lastimaba tener tela sobre nosotros. Yo quite su blusa y ella mencionó a mi odio.

Vamos arriba...-su voz me causaba escalofríos pero estábamos a punto de ser uno.-

En la habitación fue la primera vez que sentí amor, no fue sólo un acto sino más bien el encuentro humano más precioso y delicado que ha pasado en mi vida y en la historia.

Ella se quedó dormida en mi hombro y yo sólo acariciaba su cabello café y sedoso. Bajé a comer algo en lo que ella seguía durmiendo, preparé un pequeño asado, y ella me encontró ahí, sentando leyendo una revista de los años 70.

Hola Gustavo. Espero que no haya... hecho mal algo. -su cara cabizbaja, sin duda ella tenía pena.-

No, hermosa. Estuviste perfecta y espero haber estado... Ya sabes, no haber sido brusco. -ella se sonrojo ante mi comentario y sólo emitió una pequeña risa.- ¿Querés comer? Ven, siéntate y yo te sirvo.
Por cierto... Quiero que conozcas a mi madre y a mi padre, sé que llevamos muy poco tiempo pero nuestra relación comenzó hace una eternidad.

Amor AmarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora