-¡Mucho afecto señoritas!- exclamó la maestra entrando al salón. Marian y yo nos separamos de inmediato. Nos pusimos de pie y volvimos a nuestras sillas.Durante la clase eterna y aburrida de Mademoiselle Cloutier pensé en todo lo sucedido ayer. A decir verdad me sentía mal por cómo le había hablado a mi madre. No dejé que me explicara la razón del moretón de mi hermano. Tal vez ella no lo golpeó y yo la juzgué por sus actos pasados conmigo. Mi razón se dejó nublar por todos esos pensamientos y cometí un grave error. Me duele que este distante conmigo, pero esas son las consecuencias de mis actos. Le pediré disculpas en cuanto llegue a casa.
-Vic...- Marian movió mi brazo sacándome de mis pensamientos.
-¿Qué pasa?- dije volteándola a ver. Me hizo un gesto raro con los labios hacia el frente. Giré mi cabeza para ver que sucedía y di un ligero brinco al ver a la maestra a mi lado. Tenía su ceño fruncido y jugueteaba con un lapicero en sus manos.
-¡Veo que la clase no es de su interés señorita Konecki!- levantó una ceja y me miró con desagrado. –Llevo un buen rato tratando de llamar su atención pero es prácticamente imposible, por esa razón...- puso una mano sobre mi silla y elevó un poco su tono de voz. - Le pido que se retire del aula.
-Es cierto maestra, su clase no es de mi interés- dije levantándome de la silla y todos mis compañeros me miraron sorprendidos. –Tengo cosas más importantes que hacer- su rostro se torno rojo de la furia por lo cual sonreí tomando mi bolso. Le hice un giño y caminé hasta la puerta. –Te veo afuera Mari- dije y ella asintió. Salí del aula y me senté en las bancas del frente para esperar a Marian. Me quería despedir de ella debido a que no tenía ni la más mínima intención de volver a esa escuela.
Media hora después todos salieron del aula, Marian salió de última y con una sonrisa se acerco a mí.
-¿Qué fue eso?- se sentó a mi lado. –La maestra se puso como loca después de que saliste.
-Lo lamento- dije entre risas. –No me iba a dejar de ella Mari.
-Eres una caja de sorpresas- me miró divertida y le sonreí.
-¿Qué te parece si pasamos la tarde juntas?- dije y pude ver un brillo en sus ojos. –Te debo una pizza de ayer.
-¡Me encantaría!- sonrió y la imité.
Llamé a Peter para que viniera a recogernos y luego a mi madre para avisarle. No puso reparo alguno, cuando está enojada todo le da igual. Una hora más tarde nos encontrábamos recorriendo el centro comercial. Entramos a varias tiendas para mirar las nuevas colecciones. Mientras Mari miraba algunas blusas me fijé en unos lindos lentes de sol negros, pensé en mi madre de inmediato y en que si le iba a pedir una disculpa un regalo no estaría nada mal. Además eran todo su estilo.
-¡Me gusta esta!- dijo Mari acercándose. Tenía en la mano una blusa blanca con un estampado de Frida Kahlo. -¿No te parece hermosa?
-Está muy linda, se parece a ti- dije y pude ver como sus mejillas se tornaban más rosadas de lo normal. -¿La quieres?- pregunté y ella con una sonrisa tímida asintió.
Nos dirigimos hasta la caja, donde pedí los lentes y los pagué junto a la blusa. Marian salió de la tienda dando brinquitos por lo cual tropezó con Peter quién estaba esperándonos en la entrada.
-Lo lamento- susurró apenada mientras acomodaba su cabello.
-No hay problema señorita- respondió él serio.
-Peter, iremos a almorzar ¿Vienes con nosotras?- le pregunté y el asintió.
-¿Siempre es así de amargado?- dijo Marian en voz baja y reí.
-Sí Mari, es su naturaleza.
Entramos a un restaurante de comida Italiana, pedimos pizza para nosotras y para Peter también, almorzamos entre risas, ella me contaba como era su vida en México y las costumbres que tenía estando allá. Por mi parte también le conté algunas cosas, acerca de mi padre y la escuela de piano. De mamá le hablé muy poco, de hecho ignoré todo nuestro pasado. Todo había cambiado y por esa razón no considere necesario mencionarlo.
-¿Quieres un helado?- preguntó Mari cuando salimos del restaurante.
-No... bueno no es que no quiera. Te puede sonar raro, pero no me gusta el helado- dije y ella me miró como un ser extraño.
-¡Júralo!
-Te lo juro- dije apenada.
-Bueno, a mi si me gusta así que vamos- me tomó de la mano y casi corriendo me llevó a la heladería. Pidió uno de queso con zarzamora y la miré con cara de asco mientras se lo comía.
-No entiendo cómo te puede gustar eso, se ve asqueroso- dije mientras subíamos a la camioneta.
-Es lo más delicioso- respondió llevándose una cucharada llena a la boca. -¿Dónde está el señor amarguras?
-En el baño supongo- dije mirando hacia atrás. En cuanto volteé Marian estaba muy cerca de mí. -¿Qué haces?- pregunté un poco nerviosa, su proximidad lo causaba y no sabía el por qué.
-No te he agradecido por la blusa- susurró muy cerca de mi rostro.
-No... no fue nada- mi mirada estaba fija en sus ojos. Mi corazón empezó a latir desbocado cuando sentí como nuestras respiraciones empezaban a mezclarse. –Mari...- fue lo último que logré pronunciar antes de sentir sus labios chocar con los míos.
...
¡Sexto Capítulo!
Gracias Siempre
❤