Los días pasan mientras veo a mis hijos crecer. Angelo está más grande y hermoso con dos meses de nacido y Victoria está a unos días de cumplir dieciocho. Observo a mi esposo caminar con dos copas en su mano derecha y una botella de vino en la otra.
-No puedes tomar vino aún- le sonrío. –Te falta una pastilla para acabar con tu locura.
Simon salió del hospital cinco días después de que lo internaran. Por recomendación del doctor toma pastillas para desintoxicar su cuerpo de la droga que Alice le suministro. Ella ahora está en la cárcel pagando una condena de quince años por delito de robo con violencia.
-¿Me estás diciendo loco?- dice poniendo las copas y la botella sobre la pequeña mesa de centro.
-Así es- afirmo y sirvo el vino. Una copa más llena para él.
Me acomodo entre sus brazos. Le entrego la copa y las chocamos. Doy un largo trago al contenido sabor a uva.
-¿Me amas Dell?- pregunta levantando mi rostro para que pueda verlo a los ojos.
-¿Lo dudas?
-Solo quiero que me lo digas- dice y sonrío.
-Te amo Simon. Te amo aunque hayas tenido sexo con esa perra- arruga su frente al escucharme y río escandalosamente.
Pero mi risa se ve opacada al sentir sus labios chocar con los míos. Me besa con pasión. Me quita la copa de la mano y me acuesta en el sillón. Sus manos recorren mis piernas, las aprieta y elevo mis caderas.
-Ella no significó nada. Tu lo eres todo- pone sus manos sobre mi cintura y jadeo. –Te amo solo a ti mi amor.
Sus labios vuelven a los míos. Sonrío entre besos, extrañaba tanto sentirlo. Amo a Simon. Lo amo con toda mi alma. Mis dedos se encargan de desabrochar su camisa y pantalón mientras el besa mi cuello y mi pecho. Tiemblo al sentir su lengua recorrer el espacio entre mis senos. Mis piernas están sobre su cadera empujándolo contra mi parte más intima para sentir como me desea. Nuestra ropa ya ha dejado de ser un estorbo.
-Te necesito- mi voz suena entrecortada. Sus besos están en mi abdomen.
-Eres la mujer más hermosa. Te amo y te necesitaré por el resto de mi vida Adele.
Entra en mí despacio. Sus ojos están fijos en los míos. Muerdo mi labio y él acaricia mi mejilla. Se mueve lento haciéndome soltar pequeños gemidos. Mis uñas se entierran en sus brazos y él también gime. Tomo su rostro y lo acerco a mí para besarlo. Sus labios saben rico, saben a uva.
Pone sus manos sobre el sillón y poco a poco aumenta su ritmo. Me está llevando al cielo, a la locura total. Mi cuerpo tiembla y se arquea cada vez más. Su respiración chocando en mi oído me hace delirar. Se detiene un segundo y al otro estoy sobre él. Muevo mis caderas de arriba hacia abajo manteniendo el ritmo perfecto. Él también mueve las suyas mientras aprieta mis senos. Abro los ojos y lo veo observándome con una sonrisa. Me inclino y lo beso. Mi cabello cae sobre su rostro.
-Es... estoy a punto de..- no lo dejo terminar porque yo también voy a llegar. Hago un movimiento rápido con mis caderas y ambos caemos en los brazos del placer junto con un gemido escandaloso.
Me desvanezco sobre su pecho que sube y baja rápidamente. Nuestras respiraciones después de unos minutos siguen alteradas. Simon se mueve y lo siento salir de mí cuerpo. Me abraza y se levanta conmigo entre sus brazos para llevarme a la bañera. Lo hacemos una vez más con el agua recorriendo nuestros cuerpos.
La noche llega. Simon le da el biberón a Angelo mientras yo preparo la cena. Pasta a la carbonara o un intento de eso.
-Huele delicioso mami- escucho la voz de mi hija y volteo rápidamente. Me sonríe al igual que Marian que se encuentra a su lado.
-Mi niña- bajo la llama de la estufa y me acerco para abrazarla y darle un beso. –Hola linda- saludo a Marian y ella me sonríe.
-¿Y papá?- pregunta mirando a todo lado.
-Le está dando el biberón a Peanut.
-Entiendo. Mami, Marian y yo les queremos hablar de algo- dice y puedo ver cierto nerviosismo en su mirada.
-¿Pasa algo grave?- las miro y niegan de inmediato.
Después de cenar todos nos dirigimos al salón. Simon se sienta a mi lado y Marian al lado de mi hija. La toma de la mano y puedo ver como Simon se sorprende por esta pequeña acción.
-Victoria ¿Qué sucede?- él habla fuerte y ella lo mira insegura. Muerde su labio y suspira.
-Tranquila bonita- Marian deja un beso en su mano y Simon abre más los ojos. Sonrío al saber que está pasando. –Yo lo haré.
-Señor y señora Konecki- acomoda su blusa ancha y se pone de pie. – Vic y yo.. amm... Somos pareja- mi sonrisa se hace más amplia, miro a Simon y esta se esfuma al ver como su rostro se pone rojo. –Estoy enamorada de su hija y quiero pedirles su aprobación para poder seguir con nuestra relación, yo la amo y...- Marian sigue hablando, pero se ve interrumpida por el fuerte golpe que Simon le da a la mesa. Se levanta hecho una furia sin decir nada y sube las escaleras.
Escucho el fuerte sollozo de mi hija y me levanto rápidamente. Marian la abraza y ella llora sobre su pecho. Me acerco y la tomo de las mejillas para que me vea. Sus bellos ojos verdes idénticos a los míos están llenos de lágrimas.
-No llores mi amor- la abrazo con fuerza. –Sé que es difícil para ti y para Marian hablarnos de esto. Pero les agradezco por ser sinceras y decirlo- la separo un poco y limpio su rostro. –Yo me encargaré de tu padre y de que él entienda. Te amo y si esto te hace feliz también soy feliz.
-Gracias mami- apenas llegó a ser un susurro.
-Gracias señora Adele- dice Marian y la volteo a ver.
-Con que ahora soy tu suegra- le sonrío y ella se sonroja.- Cuida a mi hija. Hazla feliz- la abrazo y finalmente voy a mi habitación para hablar con Simon.
-Tranquila mi vida- susurra Marian mientras abraza a su novia. –Yo haré todo para que tu padre este de acuerdo con nuestra relación. Sé que para algunas personas entenderlo es complicado, pero te amo y por ti haré hasta lo imposible.
Victoria suspira agobiada, sus lágrimas al fin habían dejado de salir. Aunque su padre no esté de acuerdo su madre sí. Y eso es suficiente para ser feliz. A su lado tiene a una mujer maravillosa, hermosa y llena de virtudes.
-Te amo Mari- roza sus labios con los de ella. –Vamos a la cama.
-Pe... pero tu padre- Marian la sigue a su habitación.
-Mi padre ahora no importa. Hazme el amor.
-No mi amor. Debemos hacer las cosas bien, es importante que tu estés tranquila y él de acuerdo.
-Bien arreglaremos eso mañana. Ahora hazme el amor. No quiero pensar más.
-Debemos ser silenciosas. No quiero que tu padre nos escuche.
-Lo seremos. Calla y llévame al cielo.
...
¡Capítulo veinticuatro mis niñas!
Espero sea de su agrado.
Lamento la tardanzaGracias Siempre
❤