Cinco horas con cincuenta minutos de vuelo. Angelo despertó hace poco, su pequeño rostro somnoliento me hace sonreír. Se estira un poco y alcanza un pequeño mechón del cabello de su hermana, tira de este y ella se mueve pero no despierta. Me quedo observándola y acomodo a Angelo para que coma. Hace dieciocho años ella estaba entre mis brazos siendo una bebé indefensa ¿En qué momento creció tanto?
Su rostro es tan idéntico al mío que en algunas ocasiones me hace recordar de más. Cuando yo era joven e infeliz. Me duele tanto que su único momento de paz sea cuando está así. Dormida. Desde pequeña sufrió mis abusos. Sigo sin entender porqué no me odia. Tuvo que soportar mi divorcio con Simon y ahora que todo parecía ir bien. Su novia la ha dejado. No puedo hacerme la de la vista ciega frente a ese tema.
No es fácil para mí y no fue fácil asimilar el hecho de que a mi hija le gustan las mujeres.
Siempre tuve un pensamiento adaptativo frente a ese tema. Nunca me consideré homofóbica ni mucho menos, pero jamás lo había vivido en carne propia. Mi hija aunque poca, había tenido experiencia con los hombres, por esa razón nunca creí que considerara otros gustos. No la culpo, jamás lo haría, pero me culpo a mí por no haberme dado cuenta antes y haberla ayudado. Yo cometí un error, ella no y por esa razón decida lo que decida estaré para ayudarla y acompañarla siempre.
Los minutos y horas siguen pasando. A las dos cuarentaicinco de la madrugada llegamos a Londres. Victoria sigue profundamente dormida y no es para menos, las últimas dos semanas no ha dormido más de tres horas seguidas.
-Hija- la muevo delicadamente tratando de no despertar a Peanut. –Cariño llegamos- sus ojos se abren lentamente y después de un gran bostezo se sienta derecha. Me sonríe y mira por la ventanilla suspirando.
Bajamos del avión con nuestros abrigos puestos. El característico frio de la madrugada se hace presente. Caminamos hacia la salida donde Peter nos espera. Ninguna dice una palabra. Solo pienso en que hará Simon cuando se entere que estamos de vuelta.
-Señorita Adele- me sonríe y sube las maletas al auto. –Que gusto volverlos a ver.
-Gracias Peter- le sonrío de vuelta y Victoria también. –Vamos a casa por favor.
-Sí señora.
Ver las calles solitarias me hace pensar en si todo esto es correcto. Me refiero a... ¿Volver con Simon lo fue? Todo se ha vuelto un constante de peleas, lagrimas y enfados. Lo único bueno que debo resaltar es Angelo, sino hubiese vuelto con él mi hijo no estaría aquí. Sigo sin entender que fue eso que nos desmoronó por completo. Nuestra relación ya estaba rota desde hace muchos años, la diferencia es que esta vez yo fui la que amé con toda el alma y no él. Esa puede ser la gran diferencia, cuando solo ama uno de los dos todo acaba.
-Mami ¿Podemos ir a ver a Marian?- dice Victoria haciéndome sobresaltar y eliminando mis pensamientos por completo.
-Es de madrugada cariño, seguro está dormida, iremos en la mañana.
-Por favor mamá, estamos a unas calles- suplica y por más que quiero no puedo negarme. Entiendo que es amar y ella lo hace.
Peter conduce hacia Hyde Park y se estaciona justo frente a la casa de Marian. Mi hija suspira y baja de la camioneta, me mira y entiendo que me quiere a su lado, dejo a Angelo sobre la silla y voy con ella. Golpea levemente la puerta y en cuestión de segundos una luz se enciende. Aprieto un poco su mano al sentir como tiembla. La puerta se abre.
-¿Qué haces aquí?- dice Marian al verla. -Buenas noches señora- me saluda sin ninguna expresión.
-Vine a verte- susurra mi hija y aprieta mi mano más fuerte. -Quiero ofrecerte una disculpa por todo lo que pasó con mi padre.
-¿Después de dos semanas?- observo a Marian y veo el dolor en sus ojos. -Disculpa aceptada, puedes irte. - intenta cerrar la puerta y mi hija rápidamente se lo impide lanzándose a sus brazos.
-Perdóname, te lo suplico- sus lagrimas salen y me sorprende ver como se derrumba. Marian apenas la logra sostener antes de que caiga al suelo de rodillas. -No me dejes, yo sin ti no soy nada. Yo te amo.
-¿Me amas?- la cuestiona de inmediato y mi hija apenas logra decir que sí. -Si me amaras confiarías en mi, no me harías creer que tienes una vida perfecta.
-Perdóname... nunca consideré importante hablarte de mi pasado- acomoda su cabello y la mira suplicante. –No me dejes.
-Yo no te dejé, tú te fuiste- miro a Marian más que sorprendida, nunca creí que llegara a ser tan hiriente. –Por favor vete Victoria.
Mi hija asiente entre lágrimas y la ayudo a levantarse. Mi teléfono suena y veo en el identificador el número de Simon.
-¿Para qué son esas maletas?- le pregunta Victoria.
-Me iré de Londres. Volveré a México.
Mi hija palidece y yo también al ver el pequeño texto que me ha enviado Simon.
"Estas de vuelta Delly, te observo"