Cross Roads [Percy Jackson].

5-. ¿Dónde está Percy?

—¿Dónde está Percy?—Preguntó Summer viendo a todos los presentes menos al hijo de Poseidón.

—Se supone que debería estar aquí—Jason frunció el ceño buscando a su amigo con la mirada.

—Sorpresa, no está—Jace habló cruzándose de brazos rodando los ojos—. Percy se ha perdido y nos retrasará más en la misión. Mi opción es que finjamos que Percy nunca vino con nosotros y que en realidad no existe.

—¡JACE!—Gritó Clary frunciendo el ceño—. No podemos fingir que simplemente no está y no lo perdimos, ¿y si lo encontraron y lo están torturando?

—Bien—Gruñó el rubio—. Busquemos a Percy Jackson y luego a Astrid, que es más importante.

El grupo de héroes se pusieron caminar en la dirección en la que Percy había ido hace bastantes horas atrás. Ya todos comenzaban a experimentar lo que era el frío y tampoco ayudaba el hecho de que se estaba oscureciendo todo y hacía parecer el bosque aún más aterrador de lo que era. Ahora comprendían que Quíone había creado un lugar en el que nadie quisiera estar, que todos tuvieran miedo de acercarse a ella y que caminarán con temor de ser descubiertos por la diosa.

Leo prendió sus manos para poder crear luz entre todos y el indicio de calor, además, de no ser atacados por sorpresa en caso de que la diosa los tuviera en la mira. Era tarde, hacía frío, no estaban totalmente abrigados y no sabían cuánto tiempo sería así, ya que decidieron seguir a Kai, que no era bueno con las direcciones. Aunque ahora recién estaban notando  aquella mala decisión.

Mientras tanto, Percy se encontraba en una celda sucia, oscura y húmeda de la fortaleza de Quíone. Sin contar que el lugar era mucho más helado de lo que parecía, ¿y cómo no? Era hielo por todos lados, incluso los barrotes. Y en frente de él se encontraba su captora y además la chica que él debía rescatar. Caminaba de un lado a otro con la mano en su barbilla y la otra abrazada a su pecho. No se había movido desde hace muchos minutos y no hablaba. Y lo único que podía pensar Percy era en lo linda que era y en que nadie se había equivocado al describirla, incluso con ésa cicatriz grande de su mejilla y las de su cuello.