Cross Roads [Percy Jackson].

44. Valió La Pena.

Cierta castaña abrió sus ojos lentamente, se sentía perdida y mareada; había cierto olor en el lugar que la hacía sentirse mal, un olor a desinfección y esterilización, o quizás eran los síntomas del embarazo. Comenzó a pestañear lentamente hasta que sus ojos se acostumbraran a la luz y la calidez que desprendía el lugar, junto a la incómoda cama en la que se encontraba. Relamió sus labios para mojarlos un poco y ladeo su cabeza para verificar si había alguien a su lado, sin embargo, se encontraba sola. Aún no sabía donde estaba.

Decidió levantarse, así que primero se sentó en la camilla con cuidado, dándose cuenta de que estaba en una habitación blanca y estaba conectada a unos cables que le conectaban algo por vía intravenosa. Se los quitó con brusquedad al sentir desconfianza de lo que ocurría y puso sus pies en el suelo cerrando sus ojos al sentir el mareo otra vez. ¿Qué había pasado?

Se fue levantando de a poco, apoyándose de la pared que tenía al frente y comenzó a avanzar paso a paso, asegurándose de que podía mantenerse por sí misma. En su cabeza habían recuerdos dispersos, no sabía cuales eran reales y cuales eran inventados por ella en sueños, todo era un lío y un revoltijo de ideas en su cabeza y quería solucionarlos pronto. Necesitaba encontrar a alguien que conociera, alguien en el que confiara ciegamente o que pudiese explicarle lo que pasaba y dónde estaba.

— ¡Astrid! ¡Por mi padre, vuelve a la cama! ¡¡Señor, Frost, Doctor, alguien!!

Summer había entrado a la habitación con unas flores que dejó caer al suelo en el minuto en que vio a Astrid caminando apoyada en la pared, viéndose totalmente perdida y adolorida. Se acercó a ella para ayudarla, pero la castaña parecía empecinada en seguir avanzando por sí misma y sin ayuda alguna, por lo que empujaba sutilmente el brazo de la rubia. Murmuraba cosas incoherentes y Summer rogaba que alguien apareciera para ayudarla a detener a Astrid sin provocarle alguna recaída.

— Dioses, Astrid, vuelve a la cama, por favor — Rogó la chica nerviosa. No sabía qué hacer sin maltratar a la castaña que cada vez se veía más y más perdida.

— ¿Dónde estoy? — Preguntó la castaña con dificultad, mirando a todas direcciones con desconfianza. Su boca se abrió para decir algo más, sin embargo, cerró la boca al ver que la puerta se abría nuevamente.

— ¡Princesa! ¿Qué haces? Por un demonio, ve a la cama — Le pidió Greg tomándola entre sus brazos —. ¿Qué pasa?

— ¿Dónde estoy, papá? — Preguntó la chica dejándose guiar por su padre y Summer de vuelta a la camilla —. Summer, ¿Dónde están todos?

— Estás en el hospital — Le dijo Greg acariciando su cabello con ternura y dejando salir media sonrisa al verla despierta —. Creímos que te habíamos perdido.

— Iré por los demás, todos quieren verte — Aseguró Summer con media sonrisa, emocionada, extasiada, aliviada.

Summer salió de la habitación y Greg se acomodó frente a la chica que aún parecía disconforme con la información proporcionada, pero la entendía, no le habían dicho nada sobre el accidente en el que casi pierde la vida. No sabía cómo iniciar sin mentirle, estaba dispuesto a cubrir cualquier cosa para no hacerle daño, sin embargo, sabía que su mentira no duraría mucho, porque su hija no era idiota y encontraría la forma de resolver la mentira. Los amigos de su hija se encargarían de decirle todo a final de cuentas, entonces, quizás, era mejor que él lo dijera primero.

Además, se veía tan frágil, indefensa y débil en ese momento que no quería seguir destruyendo lo poco de alma que tenía, además, que cualquier información abrumadora le haría peor en su estado, el doctor se lo había aclarado muchas veces, debía protegerla. Se recordó que era por el bien de su hija y su futuro nieto o nieta, tenía que ser una buena figura para ambos, alguien respetable y bueno.