CAPÍTULO 3
—Las enfermeras no me dejan pararme y andar. Por eso tengo que tener cuidado para que no me descubran— me dijo el viejo, guiñándome un ojo. Se había arrastrado otra vez junto con el suero hasta mi cama—. ¿Cómo te llamas?
—Lug— respondí sin pensar.
—¡Lug!— exclamó el anciano—. El Señor de la Luz, el Sujetador de Demonios, el de las muchas habilidades, el pesador de almas y buscador y luchador incansable contra las fuerzas del mal.
Lo miré boquiabierto.
—¿Me conoce?— le pregunté, incrédulo.
—No, muchacho, claro que no. Solo conozco el nombre Lug. Es un dios celta, ¿sabías?
—Sí. ¿Y quién es usted exactamente?
—Mi nombre es Augusto Strabons.
¡Strabons! La revelación del nombre me hizo palpitar el corazón con fuerza. Si alguien podía ayudarme a volver era Strabons. Pero no tenía sentido: aquel hombre tenía más de ochenta años y no se parecía en nada a Strabons.
—¿El doctor Augusto Strabons?— repetí, esperanzado—. ¿Usted es profesor de Historia Antigua y Medieval de la Licenciatura en Historia?
El hombre frunció el ceño, sorprendido.
—¿Cómo sabes eso?
—Yo fui su alumno. Usted fue el que me habló de Lug por primera vez.
—Eso no es posible, muchacho, yo me retiré de la enseñanza antes de que tú nacieras.
—Entonces tal vez fue su hijo— pensé en voz alta—. ¿Usted tiene un hijo con el mismo nombre?
El viejo sacudió la cabeza negativamente.
—No tengo familia.
Estiré mi mano todo lo que permitió la correa de cuero y agarré fuertemente su muñeca.
—Strabons— le rogué desesperado—, usted es el único que puede ayudarme. Por favor, tengo que volver.
—¿Volver adónde?
—Al Círculo. Usted me envió por el portal la primera vez, necesito que lo haga de nuevo, necesito volver— le urgí, apretando su mano.
Strabons abrió grandes los ojos y se soltó de mi mano, dando un paso tambaleante hacia atrás.
—¿Quién eres?— preguntó, serio.
—Soy yo, soy Lug— luego recordé—, usted me conoció con el nombre de Miguel Cosantor.
El viejo negó con la cabeza.
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LA PROFECÍA DEL REGRESO - Libro II de la SAGA DE LUG
FantasyPerdí el sentido en aquel maldito hoyo sin fin. No sé cuánto tiempo habré estado cayendo, lo cierto es que pensé que había muerto. Pero la caída en aquel pozo, que yo había creído era el final, fue en realidad un nuevo principio... LA PROFECÍA DEL R...