CAPÍTULO 56
A Luigi no le había gustado nada la idea de que yo fuera a caballo y ellos en bicicleta, pero él no tenía experiencia montando, y yo no había cedido a ir en bicicleta con ellos. No les prohibía seguirme hasta Dun Aengus, pero no pensaba viajar en un medio más lento cuando podía ir más rápido. Tenía que llegar cuanto antes al sitio, la vida de Juliana dependía de eso.
Contaba con que Mercuccio se las arreglaría de alguna forma para retrasar a Luigi aun más. No podía enfrentarme a Hermes y cuidarlos a ellos al mismo tiempo.
El caballo no tuvo inconvenientes en llegar hasta el sitio mismo, al borde del mar. Al llegar, desmonté y crucé las líneas concéntricas de pared que formaban las ruinas del fuerte. Los increíbles acantilados eran de una belleza imponente, pero yo solo lograba verlos como un inmenso paredón de fusilamiento. Soplaba un viento frío que helaba la sangre, como augurando una muerte cercana.
Al alcanzar casi el borde del acantilado, lo vi. Estaba solo, mirando el sol esconderse en el mar hacia el oeste. El viento volaba su sobretodo abierto.
—¿Dónde está Juliana?— le pregunté desde atrás, manteniendo una cierta distancia.
Él se volvió, simulando sorpresa.
—¿No es hermosa la puesta de sol en el mar?— me dijo.
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LA PROFECÍA DEL REGRESO - Libro II de la SAGA DE LUG
FantasiaPerdí el sentido en aquel maldito hoyo sin fin. No sé cuánto tiempo habré estado cayendo, lo cierto es que pensé que había muerto. Pero la caída en aquel pozo, que yo había creído era el final, fue en realidad un nuevo principio... LA PROFECÍA DEL R...