Segunda Parte: EL DOCTOR - CAPÍTULO 51

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CAPÍTULO 51

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CAPÍTULO 51

Tomé el tren hacia Venecia. Llegado a la ferrovia, crucé el puente Rialto: el gran canal bullía de una actividad incesante, con sus lanchas cargadas transitando las aguas, y con los gondoleros ofreciendo paseos con serenata. Un espectáculo singular, único en el mundo.

Caminando por innumerables calles, estrechas y anchas, llegué a la zona donde el tránsito ya no fluye, y donde los canales dejan escapar olores nauseabundos de sus aguas contaminadas

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Caminando por innumerables calles, estrechas y anchas, llegué a la zona donde el tránsito ya no fluye, y donde los canales dejan escapar olores nauseabundos de sus aguas contaminadas. Los tendederos estaban llenos en un día que prometía ser de sol. Pronto me encontré frente al hotel en el cual había reservado una habitación. Era un hotel de segunda, o más bien de tercera o cuarta a juzgar por la espantosa fachada. Aún cuando el frente mostraba una pared derruida y musgosa a causa de los cimientos sumergidos en el agua, aspecto típico de las construcciones en Venecia, al entrar en la recepción, pude ver, aliviado, que el interior era bastante diferente al exterior. Del techo, colgaban unas hermosas arañas de cristal Murano, las paredes estaban cubiertas de un exquisito papel tapiz, y el piso de granito estaba cubierto en el centro por una alfombra roja de gran distinción.

—Buenos días— dije al conserje que estaba detrás de un mostrador de madera lustrada.

—Buenos días, señor— contestó él en español.

—Tengo una reservación aquí— dije, extendiéndole mi pasaporte. El empleado lo abrió y constató mi nombre en un grueso libro que descansaba en el mostrador.

—Todo está en orden— dijo al instante, levantando la vista del libro y devolviéndome mi pasaporte—. Su habitación es la 345. ¿Lo puedo ayudar con su equipaje?

—No gracias, no traigo ninguno.

El recepcionista me miró, desconcertado.

—Es que salí muy apurado, pero estaré por poco tiempo.

—Deje que tome su abrigo, entonces— ofreció el conserje.

—El abrigo se queda conmigo— dije, un tanto brusco.

—Claro, por supuesto— dijo el hombre, contrariado—. Tiene suerte de haber conseguido hospedaje— dijo, cambiando de tema.

LA PROFECÍA DEL REGRESO - Libro II de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora