Segunda Parte: EL DOCTOR - CAPÍTULO 17

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SEGUNDA PARTE: EL DOCTOR

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SEGUNDA PARTE: EL DOCTOR

CAPÍTULO 17

—Doctor Strabons— me llamó Mercuccio desde la puerta de la biblioteca.

Solté el lápiz y levanté la vista hacia él. Sentía los ojos irritados, y me dolía la cabeza y el cuello. Por un momento, no supe si era de día o de noche. Solo sabía que no quería ser molestado, no mientras estaba trabajando en el diseño de la cúpula.

—¿Qué quieres?— pregunté, irritado.

—El coche se averió otra vez. El mecánico dice que tal vez ya sea tiempo de cambiarlo por otro.

No podía creer que Mercuccio hubiera entrado al estudio para plantearme eso.

—¿Por qué me vienes con esto a mí? ¿No ves que estoy ocupado?

—Doctor, yo solo pensé que...

—No, no pensaste, no pensaste en lo absoluto— le espeté enojado—. Hace siete años que trabajas para mí, ¿y aún no sabes tu trabajo? Tu trabajo es mantener las cosas en orden en esta casa, y estar listo para llevarme adonde necesite, cuando lo necesite. Si para eso necesitas un auto en buenas condiciones, entonces compra uno. No me importa cómo hagas tu trabajo, solo que lo hagas de forma eficiente, sin molestarme con los detalles del proceso.

—Sí, doctor— respondió Mercuccio con una inclinación de cabeza.

Siete años. Los primeros días después de que había descubierto que las notas del otro Strabons no estaban, después de que había conocido el verdadero aspecto de Hermes con aquella foto que había traído Allemandi, habían sido una tortura. La tortura del miedo. El miedo a que Hermes nos descubriera, nos aniquilara y se adueñara del portal. El miedo a que la única posibilidad de rescatar a Dana se esfumara de mis manos.

El temor, la angustia y la ansiedad de la espera de la muerte fueron disminuyendo de a poco con el correr de los días y de los meses. Llegó un momento en que casi olvidé que Hermes estaba suelto por ahí, buscándome. Comprendí que si me dejaba consumir por el miedo, nunca podría dedicarme a lo importante: construir la cúpula para que actuara como conducto en la activación del portal.

Sin las notas de Strabons, la tarea se había vuelto frustrantemente imposible. Revisé cada libro de su biblioteca, no había pista alguna sobre la cúpula. Hasta llegué a pensar que el otro Strabons la había diseñado él mismo, usando alguna fórmula matemática especial que tuviera relación con la alteración de los campos magnéticos provocados por el portal. Si era así, su muerte había sellado mi destino y el de Dana. Pero no. Había visto el mismo diseño en la cúpula climática abandonada en Cryma. La forma y características de la cúpula eran pre-existentes a cualquier diseño que el otro Strabons hubiera podido inventar. Si él había sabido del diseño, debía haberlo sacado de algún lado.

LA PROFECÍA DEL REGRESO - Libro II de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora