Tercera Parte: EL PROFESOR - CAPÍTULO 59

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TERCERA PARTE: EL PROFESOR

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TERCERA PARTE: EL PROFESOR

CAPÍTULO 59

—Puede besar a la novia— dijo el sacerdote.

Juliana apartó el velo de su rostro. Luigi se inclinó hacia ella para besarla y ella le respondió con los ojos brillantes.

—¿No se ve hermosa?— me murmuró Nora al oído, apretándome el brazo, emocionada.

—Auch— gruñí con una mueca de dolor.

—Lo siento— se disculpó ella—, me había olvidado de que este era el brazo herido.

—No hay problema— le respondí.

Todos aplaudimos a los recién casados, mientras caminaban abrazados hacia la puerta de la iglesia.

—¿No es raro que la familia de ella no haya venido?— preguntó Nora.

—¿De qué estás hablando? ¡Nosotros somos su familia!— le respondí.

—Sabe lo que quiero decir. Entiendo que la familia de Luigi no haya podido venir desde Italia, pero... ¿dónde está la de ella?

—Nora, ella lo quiso así, una ceremonia privada, solo con nosotros.

Nora asintió, pero mi respuesta no la había conformado del todo.

Mercuccio llevó a los recién casados hasta un pequeño salón que habíamos alquilado para festejar con un almuerzo. Juliana hubiera querido que almorzáramos en la casa de Nora, pero yo la convencí de que el comedor era muy pequeño y de que no estaríamos tranquilos con los ruidos de la construcción. Finalmente, había cedido y había aceptado tener una pequeña fiesta con servicio de mozos y una hermosa torta de bodas en un salón cercano a la iglesia.

Mientras Nora y Mercuccio se acomodaban en la mesa, Allemandi me hizo seña para que me acercara a él.

—Bruno envió una tarjeta y una carta disculpándose por no haber podido venir— me dijo—. Cuestiones de trabajo.

—Entiendo, gracias. Luego se lo diré a Juliana— asentí.

Sabía bien que Bruno tenía otros motivos para no haber venido. El trabajo era solo una excusa. La verdad era que no se sentía cómodo compartiendo nuestra felicidad, después de habernos traicionado aliándose a Hermes. Juliana y yo habíamos hablado largamente con él, explicándole que no le guardábamos ningún resentimiento, que lo habíamos perdonado, pero Bruno no se podía perdonar a sí mismo por sus acciones. Yo más que nadie lo comprendía, sabía muy bien que llevaba tiempo lidiar con la culpa y abrazar la redención. Solo esperaba que Bruno tuviera la fuerza para darse una oportunidad y volver a ser nuestro amigo.

Me acerqué a Juliana que miraba absorta la enorme torta que Nora había encargado para la ocasión.

—¿Estás bien?— le murmuré desde atrás, apoyando suavemente una mano en su espalda.

LA PROFECÍA DEL REGRESO - Libro II de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora