017 jack

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Maratón 3/3

—¿H-Harry?— Tartamudeó. Así que sabe quién soy yo... interesante.

—Sí... intenta no parecer muy sorprendida, ¿sí? Mi jefe me está evaluando.—Dije, intentando mantener la calma. El hecho de que hubiese encontrado a Dakota no significaba que desperdiciaría mi oportunidad de trabajo.

—P-pero... 

—Dame un papel con tu número. Tenemos que hablar de muchas cosas.— Dije, lo más directo que pude.

—Estás loco... yo... yo no tengo nada que ver con Louis.

Me sorprendió su actitud tan descarada.

—Por favor... lo necesito.— La escuché suspirar rendida. Buscó algo en su bolso por unos largos segundos y me tendió una tarjeta.

—Mándame un mensaje de texto y vemos dónde nos podemos encontrar.— Le sonreí.

—Muchas gracias. Ahora, por favor, finje que sólo te estaba aconsejando algo.

—E-está bien.— Me dio media vuelta y sigió buscando entre las prendas de ropa. Me alejé de ella, intentando parecer relajado. Guardé la tarjeta en el bolsillo trasero de mi pantalón sin verla. Pocos minutos después, Dakota se dirigió a la caja y compró un suéter gris con alguna frase. Dana le entregó la factura y la rubia salió del local con su hijo agarrado de la mano, no sin antes mirar por encima de su hombro y dedicarme una mirada insegura.

Suspiré y fui hacia donde estaba Dana.

—¿Qué tal estuve?— Pregunté, algo nervioso. Esperaba que no hubiesen notado la actitud extraña de Dakota.

—A mi parecer, perfecto.— Sonrió ampliamente. Y miró la hora en su reloj de muñeca. —Aún te quedan veinte minutos, después de eso, el jefe debería de anunciarte si quedaste o no.

—Gracias.— Le sonreí también.

Con las manos en mi espalda, comencé a dar vueltas por la tienda. De todas maneras, no había ningún cliente. Pasé por la sección de ropa masculina y husmeé entre las prendas. Encontré una camisa a cuadros azules y verdes de algodón con botones negros. Exactamente igual a una que Zayn le había regalado a Louis en su último cumpleaños antes de.

La única diferencia era que, bueno, esta olía a tienda, y la otra olía a Louis. Esbocé una sonrisa por mi estúpida reflexión y dejé la camisa en su lugar. Entró un hombre de al menos cuarenta años a la tienda y me dirigí hasta él.

—Buenos días, bienvenido, ¿busca algo en específico?— El hombre se volteó a verme y me examinó con la mirada.

—No, gracias, sólo estoy viendo.— Asentí lentamente.

—Cualquier cosa, no dude en consultarme.— Dicho esto, me alejé unos metros. El hombre siguió mirando la ropa— la cual, por cierto, no era de su talla— y luego de unos minutos salió del local con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta. Lo observé mientras se alejaba, dado a que no tenía nada más que hacer. Escuché la voz de Dana llamarme.

—Harry.— Fijé mi mirada en ella y sonreí de lado, sin despejar mis labios.

—¿Sí?

—Son las cinco. El jefe dijo que pases a su oficina.— Con la cabeza, señaló hacia una puerta gris.

—Gracias, Dana.— Dije, mientras caminaba hasta la puerta indicada. La vi sonreir en el momento en el que toqué la puerta con mis nudillos de mi mano derecha.

Pase, escuché del otro lado de la puerta. Llené mis pulmones con oxígeno y giré el pomo. Pasé a la oficina; una habitación oscura iluminada con un único bombillo amarillo, lo cual le daba un aire algo extraño al lugar. La ventana que logré ver al fondo, tenía una persiana marrón que no permitía el paso de la luz solar. Había un hombre delgado con abundante cabello castaño y con traje elegante sentado en un escritorio. Cuando notó mi presencia, dirigió su cuerpo hacia mí. Consultó unos papeles frente a él antes de dirigirme la palabra.

cartas para harry ; stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora