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Me desperté por la potente luz que entraba por la ventana de la sala. Después de varios intentos fallidos, logré abrir mis ojos en su totalidad. Estiré un poco mis brazos y mis piernas, y sentí un dolor muscular en toda mi espalda. Claro, llevaba muchos días durmiendo en el incómodo sofá. Cualquiera tendría dolor.

El televisor seguía encendido. Lo apagué con el control remoto y una sensación de completa tranquilidad invadió el ambiente. Froté mis ojos hinchados por el llanto. Me parecía increíble la cantidad de veces que podía llegar a llorar en un solo día desde que.

No tenía hambre, pero igualmente comí un poco de cereal con leche. No quería desmayarme un día bajando las escaleras por un serio cuadro de desnutrición.

¿Cuándo llegarían las demás cartas de Louis? No habían pasado ni veinticuatro horas y ya me estaba desesperando. Después de quince días sin él, el más mínimo recuerdo era vital. Y una carta de él, ni hablar.

Luego de las palabras de Liam ayer, pensé que sería cordial de mi parte que llamara a la familia de Louis.

Así que después de haber comido y lavado los trastos, agarré el teléfono y me dispuse a marcar. Cuál no sería mi decepción, al confirmar que no recordaba el número. Maldije internamente y busqué en una pequeña agenda que teníamos (correción: tengo) junto a la base del teléfono. Ahí estaba escrito, con mi letra, "Casa Louis", con el número al lado. Lo marqué. Sonaron tres pitidos y la madre de Louis atendió la llamada.

—¿Diga?

—Yo... emm... es Harry— Logré articular con mucho esfuerzo.

—¡Harry! ¡No habíamos recibido noticias tuyas! ¡Estábamos tan preocupados! ¿Estás bien?

—Bueno... triste... ¿y ustedes?— Se escuchó un suspiro al otro lado de la línea telefónica.

—Las chicas no quieren ir al colegio, están deprimidas.— Se refería a las hermanas menores de Louis. Pobres niñas.

—Iría a visitarlos, pero... me siento muy mal. Perdón si soy muy egoísta, lamento no haberlos llamado ant...— Mi frase se cortó por el llanto.

Oh no, otra vez no.

De nuevo estaba llorando.

—Oh, Harry... por favor... no llores.

—Lo siento.— Me limpié mi nariz con la manga de mi suéter.

—¿Quieres que vayamos a visitarte en la tarde?

—No tienen que hacerlo...

—Nos vemos más tarde. Te quiero.—Y trancó. Era la primera persona que me decía "te quiero", desde la muerte de Louis. Yo también tranqué y dejé el teléfono en su sitio. Decidí darme una ducha. Subí las escaleras y giré a la derecha. Giré el pomo y abrí la puerta. Obviamente, ese no era el baño en el que había encontrado a Louis. Pero si era el baño en el que el ojiazul y yo habíamos hecho el amor incontables veces. Aunque, pensándolo bien, nosotros habíamos hecho el amor en cada rincón de la casa. En nuestra habitación, en el sofá, en la cocina, en el estudio...

Tal vez debería poner en venta la casa y mudarme a un apartamento en otra ciudad. No es mala idea, después de todo. Me desnudé y prendí el agua. Esperé unos minutos a que se calentara y entré. El agua me relajaba, me hacía sentir seguro y feliz.

No sabría decir cuánto tiempo había pasado dentro del baño. Pero cuando salí, las yemas de mis dedos estaban arrugadas como la frente de un anciano. Sequé mi cuerpo y mi cabello con una toalla verde. Aún desnudo, recojí la ropa sucia del suelo y bajé a meterla a la lavadora. Permanecí sin ropa alguna hasta que, luego de una sesión de secadora, la ropa estuvo apta para usarse.

Y si se lo preguntan, he estado usando la misma puta ropa desde la muerte de Louis, porque simplemente no soy capaz de entrar a la habitación, abrir el armario (donde sigue su ropa también) y sacar una mísera camisa y unos pantalones. No, no puedo.

Estuve leyendo diferentes libros hasta el comienzo de la noche. Me percaté de que al final, nadie relativo a Louis había ido a visitarme.

Malditos mentirosos, traidores, pensé, e inmediatamente me arrepentí de haber pensado en eso. Yo era el idiota. No ellos.

No resistí más la tentación y me asomé por la ventana de la cocina—la cual daba al frente de la casa—y miré hacia el buzón. Había un paquete justo debajo de éste. Una sonrisa de dibujó en mi rostro y comencé a dar pequeños brincos de emoción. Salí corriendo de la casa y llegué al buzón en cuestión de diez segundos. Cogí la caja forrada en papel marrón, la cual no debería pesar más dos kilos, y entré a la casa. Dejé la caja en la mesa de la cocina y rompí el papel como un niño pequeño en Navidad.

Y es que así me sentía. Las cartas de Louis eran como un regalo de Navidad para mí. Me encontré con una caja que tenía escrito en marcador permanente rojo: "Frágil".

Fue entonces cuando pensé; ¿y si no era algo de Louis? Todavía más nervioso, abrí la caja y miré en su interior. Fotografías. Decenas de ellas. En unas salía Liam y Niall, o Zayn en su cumpleaños. Había una en la que Louis y yo nos besábamos. En algunas eran las hermanas de mi novio. Pero absolutamente todas tenían que ver con Louis, y supe que esas fotos eran envío suyo. Cada una de ellas tenía un pequeño papel amarillo pastel adherido con una frase escrita en ella. Al verlas más de cerca, tenían una especie de código.

Una decía C-3, otras C-5, o C-12.

Al fondo de la caja, había una nota, de Louis.

"¡Harry! Me imagino que ya viste las fotos. Te explicaré: en mis cartas mencionaré situaciones, personas o días en específico que tal vez tú no recuerdes. Para ayudarte un poco a recordar o a imaginar, te dejé las fotos. En la carta en la que mencione el hecho, te diré el código con el cual he archivado la fotografía. Por favor, te ruego que no veas las fotos antes de tiempo, podrían caerse los papeles, y eso sería una tragedia. Te advierto, esto no es una carta. Digamos que es una nota o recordatorio, pero, si tú lo quieres tomar como una carta, es de tu elección. ¿Por qué hice esta aclaratoria sin importancia? No lo sé. Últimamente menciono cosas insignificantes como si fueran un chisme de última hora.

Te amo.

Louis."

¿Por qué Louis me hacía esto? ¿Acaso me odiaba? ¡No quería sufrir más! ¿Y qué pasaba? ¡Me enviaba fotos!

Suspiré y tragué el enorme nudo que se había formado en mi garganta. Busqué y busqué en la caja, buscando la carta en la cual—se suponía— que debía comenzar a explicar "los hechos", como Louis los llamaba. Pero no había nada. Me conformé con el hecho de que al menos habían llegado las fotografías, lo cual significaba que la próxima carta no tardaría.

Varias veces me vi obligado a contenerme a mí mismo para no ver las fotos. Sin darme cuenta, me dormí sentado en la mesa de la cocina, con mi cabeza apoyada en mis brazos.

cartas para harry ; stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora