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La enfermera terminó de vendarme las manos, y, sin decir una palabra más, se retiró del consultorio, no sin antes dedicarme una mirada disimulada de lástima. No estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, puesto que no había salido desde hacía tiempo de la casa, y casi nadie sabía sobre la noticia de Louis.

De todos modos, la muerte es dura para aquél que se queda, no para el que se va. La persona que sobrevive debe afrontar la muerte y superarla. Debe acostumbrarse al hecho de que no volverá a ver a esa persona, que olvidará el tono de su voz poco a poco y que sus ojos perderán brillo. Esta persona sabe que algún día los recuerdos del fallecido ya no harán efecto en él, y que seguramente la olvidará. Debe aguantarse las lágrimas cada vez que algo le recuerde a él o ella; una canción, un color, un lugar, una persona o una fecha. Tiene que aprender a llevar una conversación fluida con su nombre en ésta y no romper en llanto ahí mismo.

En cambio, para el muerto es un poco más sencillo. Pero depende. Si la persona murió por accidente, en un choque automovilístico o víctima de una enfermedad, simplemente murió, y ya. Dejó a sus seres queridos atrás, pero es diferente. Pero, ¿y si la persona se suicidió, como Louis? Tuvo que tomar la decisión. Hay quienes dicen que el suicidio es la salida más cobarde, pero yo opino todo lo contrario. El suicida es aquella persona que intentó resolver sus problemas y no pudo. Aquella persona que desesperadamente buscaba a alguien que lo escuchara, pero que nunca encontró. Yo debí haberme percatado del estado de Louis; de todas maneras, era yo el que vivía junto a él. No lo hice, y no puedo culpar a nadie más.

Niall entró y me distrajo de mis pensamientos.

—H-hola.— Me dijo nervioso, ahora consciente de que trataba con una persona deprimida.

—Hola.

—¿Estás mejor?

—Sí. Ya no me duele.

—El doctor me dijo que deberás tener las manos vendadas una semana.— No respondí. Después de la escena del supermercado, Niall me había traído a la clínica. Mientras esperábamos a que nos atendieran, el me preguntó qué me había pasado, en realidad. Dado a que yo me negaba a hablar, él comenzó a adivinar. Cuando se enteró que había leído una de las cartas de Louis, supo que yo mismo me había provocado las quemaduras. No me reclamó nada, ni me dijo loco o extraño. Simplemente me abrazó. Yo lo abracé también, y noté que estaba llorando en mi hombro. Entonces lo estreché más fuerte contra mí, y él lloró aún más. Se disculpó conmigo cuando rompimos el abrazo y fue corriendo al baño a limpiarse la cara. Fue entonces cuando llegó mi turno, y entré a la consulta. Cuando el doctor me preguntó cómo me había lastimado de esa manera, dije que cocinando una tortilla. Pareció no creerme, pero no me importó.

El camino de vuelta a casa fue silencioso. Niall estaba concentrado en la vía, o al menos eso me hacía creer. Yo tenía la cabeza apoyada en el cristal y observaba la calle, procurando mantener la mente en blanco. De repente, Niall habló. Su voz sonaba segura, pero lo conocía lo suficiente como para saber que por dentro estaba asustado, nervioso e inseguro.

—Harry, he estado pensando, y creo que deberías dejar de leer las cartas de Louis.— Grité.

—¡¿Estás loco?!

—No. Escucha, cada vez que recibes alguna de esas cartas te deprimes aún más. Has llegado al extremo de meter tus manos al fuego, y tengo miedo por tí. No quiero que pase algo más.

—Pero Niall, sin esas cartas yo me muero.

—No exageres. Bien sabes en el fondo que estarías mejor sin ellas.

—¿Y si buscamos otra opción?

—Dime una.

—Cada vez que reciba una carta, llamo a alguno de ustedes para que me acompañe mientras la leo.— Dije lo primero que apareció en mi mente.

—Harry, cada uno de nosotros tiene una vida. No podemos estarte cuidando como un niño pequeño cada dos días, cuando llegue una carta. También debes buscar trabajo, y pronto.

Oh, cierto; el maldito trabajo. 

Tres días antes del suicidio de Louis, me despidieron. Trabajaba como mesero en una sucursal de una gran cadena de restaurantes mientras terminaba de escribir mi libro; e hicieron recorte de personal. Mierda, ¿cómo haría ahora?

Me imagino que me quedé pensativo por varios minutos, porque cuando me percaté, ya había llegado a mi casa. Niall paró el auto, pero no lo apagó.

—Por favor, te dejaré solo una noche, no hagas nada estúpido. Mañana vendré a buscarte al mediodía para que busques trabajo. Busca anuncios en Internet, los necesitarás. Duerme bien.— Dijo rápidamente. Sin darme tiempo de responder, arrancó y se fue. Me quedé en frente de mi casa, sin saber si entrar o no. Busqué las llaves en mi bolsillo trasero y abrí la puerta. Prendí la luz y subí a mi habitación. Encendí la computadora y esperé unos minutos. Abrí Google y busqué el periódico diario nacional más famoso. 

Entré en la sección de empleo y comencé a buscar aquellos que buscaran un perfil como el mío. Después de algunos minutos, encontré algo que llamó mi atención. Una tienda de ropa buscaba un vendedor menor de treinta años masculino, y no era necesaria experiencia previa. Di doble click sobre el anuncio para tener más información. Se requería de una copia de la cédula de identidad y de la partida de nacimiento. Me sorprendió el hecho de que no pidieran nada más, pero me conformé. Anoté la dirección y seguí buscando un rato más.

A eso de las nueve de la noche, un bombillo se encendió en mi cabeza. Rápidamente abrí una nueva ventana y tipié en la barra de búsqueda de Google "Dakota Scotland"

974.123.008 resultados. El segundo link era una página de Facebook, en la cual entré. Aunque no éramos amigos, no estaba bloqueada, por lo que pude ver sus fotos. Ella era rubia con los ojos marrones, muy bonita. La mayoría de las fotos era ella con su familia, pero no veía a ninguno que pudiese ser su hijo. En la foto más reciente, aparecía un niño con Síndrome dd Down, e inmediatamente supe que ese era el hijo de Louis. Me conmoví y observé la foto.

Tenía el pelo castaño y los ojos azules, como Louis. La boca era parecida a la de Dakota. Tenía los rasgos típicos de los niños con ese problema, pero era increíblemente tierno.

Sentí las lágrimas en mis ojos y decidí cerrar la pestaña. Apagué la computadora y decidí ir a dormir. Di varias vueltas en la cama de la habitación hasta que me di cuenta de que no dormiría, o al menos no ahí. Fui a la sala y media hora después, logré dormirme.

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Ok. Capítulo corto, aburrido, de mierda, espantoso, asqueroso, y de paso, retardado. Soy la peor escritora ever, me odio a mi misma por subir un capítulo tan mediocre, lo siento. Ya que estoy consciente de lo espantoso que resultó este cap, haré un maratón de tres capítulos en algún momento de la semana, yo les avisaré.

De nuevo, lo siento muchísimo, no tengo palabras para disculparme.

cartas para harry ; stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora