025 noche buena

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aclaro que en este fic, louis cumple años en un día diferente al 24 de diciembre.

Desde que la útlima carta de Louis llegó, no he llorado. Hace unos días llamé a Jack para presentarle mi renuncia. Él me preguntó por qué, y yo sólo alcancé a decirle, con voz quebrada, "Louis". Jack comenzó a decirme que lo sentía, que él jamás planeó hacerme tanto daño, y que era una casualidad que yo hubiese encontrado trabajo justo en su tienda. Yo simplemente le tranqué. Le enviaré mi carta de renuncia por correo.

Todos los escritos y las fotos que Louis me había enviado estaban dentro de la caja de las segundas, al fondo del armario. No quería volver a ver ninguno de esos recuerdos en mi vida, pero tampoco tenía la valentía para botarlos o quemarlos.

Hoy es Noche Buena, y los chicos prometieron pasarla conmigo. Yo les dije que no hacía falta, que insistieron. Sigo con el presentimiento de que empezaré a llorar, o que me dará un ataque de rabia y golpearé algo—o a alguien—.

Observé la sala de mi casa. Estaba perfectamente decorada para la ocasión. Medias rojas en la chimenea, un árbol en una esquina repleto de luces y adornos, y los cojines de los sillones habían sido reemplazados por peluches de muñecos de gengibre. Louis y yo solíamos decorar la casa todas las navidades. En agosto, cuando él murió, supuse que no volvería a sacar aquellos adornos, pero aquí me ven.

Me asomé por la ventana; estaba nevando. La calefacción estaba encendida, de manera que se conservaba el calor dentro de mi casa. Pegué mi nariz al vidrio, pero inmediatamente la retiré. Estaba muy frío. Fui a mi habitación, me puse una camisa manga larga, una chaqueta, un pantalón de tela gruesa y unas botas. Salí al jardín y me senté en las escaleras de entrada. Algunos copos de nieve caían lentamente.

Era increíble pensar que cada uno de los copos que caían frente a mí eran completamente diferentes. Cada uno con su propio tamaño, con su propio diseño. Como las personas. Hay gente asiática, gente europea. Personas bajas, personas altas. Están quienes prefieren el café, están quienes prefieren el chocolate caliente. Pero, así como los copos de nieve no son más que agua congelada, nosotros somos un saco de huesos, piel y músculos. Todos nacemos con las mismas oportunidades, con los mismos derechos; pero está en nuestras manos crear una vida.

Entonces comprendí que la muerte de Louis no me condenaba a pasar el resto de mi vida lamentándome. Vale, ya sé que muchas personas me han dicho lo mismo, pero nunca—hasta ese momento— había pensado tanto en ello. La muerte de Louis me da libertad, sin malinterpretarse. Cuando dos personas están enamoradas, una espera cosas buenas de la otra; que le retribuya todo el amor que le brinda. Son felices, pero están amarrados. Amar es gratificante cuando tienes la libertad de pensar e imaginar lo que quieras, sin atadura alguna. Aunque me cueste aceptarlo, ahora, sin la presencia de Louis, tengo esa libertad.

El ser humano cree que el amor está en encontrar a la persona indicada que sienta lo mismo por ti. He comprendido, que la humanidad lleva milenios viviendo y buscando algo que, al final, no te hace completamente feliz.

El sonido del teléfono desde adentro de mi casa me hizo separarme de mis pensamientos. Corrí a buscarlo.

—¿Aló?

¡Harry! Mira, es para decirte que Liam y yo estamos camino a tu casa, venimos con un pollo enorme y una torta. Espero que estés es la puerta para cuando lleguemos.— Me anunció la inconfundible voz de Zayn.

—Ehm... okay.— Respondí, algo confundido por la rapidez del comentario de Zayn. Decidí cambiarme luego de que ellos llegaran.

A los cinco minutos, escuché un auto aparcarse frente a mi casa, y fui a abrir. Zayn, cubierto por una chaqueta negra gigante que lo hacía parecer un hombre de las nieves, se bajó del carro, cargando una bandeja que al parecer estaba caliente. Del otro lado, se bajó Liam, con una caja de papel—donde seguramente había una torta— en sus manos.

—¡Coño! ¡Esto está hirviendo!— Se quejó el moreno.

—Deja de ser tan quejón y entra a la casa— Lo regañó Liam. Yo aguanté una risa. Se me hacía muy gracioso ver a mis dos amigos peleando como niños pequeños. Al final, decidí ayudar a Zayn a cargar la bandeja. Y vaya que estaba caliente.

Cuando dejamos la comida en la cocina, pregunté donde estaba Niall.

—Dijo que quería desearle una feliz navidad a su novia— Dijo despreocupado Liam, mientras se quitaba los guantes y frotaba sus manos.

¿Acaso sería la misma chica? No dije nada, me limité a asentir, fingiendo que ya conocía de su existencia. Les pedí disculpas a los chicos y subí a cambiarme por una ropa más cómoda.

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Para las seis de la tarde, ya había anochecido. Era increíble como, en estos últimos meses del año, la noche caía súper temprano. Jamás me acostumbraría a ello. Niall había llegado hacía media hora, con tres bolsas en sus manos. Los puso bajo el árbol y nos ayudó a poner la mesa del comedor. Nos sentamos a comer a las siete en punto. Yo abrí una botella de vino que tenía guardada y todos nos servimos en silencio. La comida estaba grandiosa.

No hablamos casi durante la cena, un par de comentarios sobre el pollo o el vino, y la anécdota de Niall comprando nuestros regalos.

Al terminar, picamos la torta. Era de vainilla.

Nos quedamos hablando de temas diversos unos veinte minutos. Mis amigos eran felices, y, por primera vez en mucho tiempo, al parecer yo lo era también. Me reía con sus chistes, hacía bromas, estaba pasando un buen momento. De vez en cuando, de manera involuntaria, mi vista se desviaba a la silla vacía en la que Louis siempre se sentaba, pero no dejé que su vago recuerdo me arruinara la noche.

—¡Llegó la hora de abrir los regalos!— Chilló Niall, de repente. Todos nos levantamos del comedor y fuimos a la sala, sentándonos en diferentes sitios en el piso alrededor del árbol.—Primero reparto yo.— Se pidió el rubio. Éste se acercó hasta las bolsas que él había puesto ahí horas antes, y agarró una de color amarillo. Sacó una caja en forma de cubo, envuelta en papel de círculos rojos y verdes.—Liam, para ti.

Él le dio las gracias y rompió el papel. Eran tres libros, los cuales no alcancé a ver el título, pero al parecer Liam los había estado esperando, porque exclamó un agradecimiento rebosante de alegría y abrazó al rubio.

—Para ti, Zayn...— Le dio unos zapatos extraños que el moreno también agradeció. —Y para ti, Harry... —Dijo, mientras buscaba en la bolsa. —Toma. — Y me dio un álbum, sin envolver. Lo miré. Tenía la tapa azul y carecía de título o letra alguna. Lo abrí. En la primera página, estaba escrito en letra cursiva "para Harry".

Eran fotos, cartas, postales, entradas a conciertos y fechas. Sobre Louis, sobre Niall, sobre Liam, sobre Zayn, sobre mí. Algunas fiestas, otras reuniones. La vez que Liam se fracturó la pierna jugando fútbol, la carta que le había escrito a Louis hacía años hablándole de mi amor hacia él. Miles de recuerdos, todos archivados en el álbum. Con las lágrimas en el borde de mis ojos, abracé a Niall lo más fuerte que pude.

—No fue sólo obra mía... los chicos también aportaron.— Comentó el chico de ojos azules, y antes de que me diera cuenta, mis otros dos amigos se sumaron al abrazo.

Fue la mejor Noche Buena de toda mi vida.

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faltA UN CAPÍTULO

NO PUEDO CREERLO

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cartas para harry ; stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora