Prologo

584 65 22
                                    

Robert

Estoy firmando unos contratos muy importantes en la oficina que me asigno Mike cuando mi teléfono suena. Maldita sea. ¿Por qué será que nunca puedo trabajar en paz? Tomo mi teléfono y en la pantalla veo que se trata de uno de los guardaespaldas de Beth. Frunzo el ceño. ¿Qué carajos querrán?

Me paso una mano por el pelo. Más les vale a esos imbéciles de que no le haya pasado nada malo a mi niña porque si no me las pagaran muy caro. Le pago muy bien para que cuiden de mi niña. Sacudo la cabeza y al descolgar, inmediatamente me habla atropelladamente.

—Señor Thompson, debe venir de inmediato a la casa. —Su voz esta cargada de terror y me levanto de la silla de un salto.

—¿Qué diablos es lo que pasa? —Comienzo a ordenar los papeles en la mesa y tomo mis pertenencias. —¡HABLA DE UNA MALDITA VEZ! —Ahora es mi voz la que está cargada de terror.

No me gusta nada esto...

—Es su hija, señor. —Hace una pausa al otro lado de la línea. —La señorita Bethany se ha escapado de la casa.

Me paro en seco justo cuando voy abrir la puerta.

—¿Qué demonio significa esto? —No puedo respirar con regularidad y siento que me dará un ataque.

Debo haber escuchado mal. Muy mal. El estrés me esta jugando una mala pasada y ahora escucho incoherencias. Beth no se pudo haber escapado de la casa. Esto es ridículo. ¿Por qué demonios haría algo como eso?

Por favor, no mi niña...

—No sabemos cómo exactamente...

—¡¿COMO ES QUE NO SABEN PARTIDA DE IMBECILES BUENOS PARA NADA!? —La vena de la frente me va a explotar a medida que salgo a toda prisa del establecimiento y me meto en mi coche y cierro de un portazo. —¿Cómo es posible que una niña de diecisiete años de edad se les haya escapado a unos ex soldados? –Replico con los dientes apretados adentrándome en el tráfico de la noche.

—Señor, le pedimos disculpas...

La mente se me nubla por la furia. Ya ni siquiera estoy escuchando sus patéticas disculpas. ¿Cómo demonios una chica delgada y menuda de diecisiete años de edad, se les puede escapar a unos ex militares?

—Ya voy de camino a casa. —Respiro hondo. —Y cuando llegue, tu y yo hablaremos seriamente.

Cuelgo y tiro el teléfono a un lado

Camino frenéticamente por todas partes en la pequeña oficina y me jalo los pelos canosos de mi cabeza. Esos buenos para nada me van a escuchar. Siento que el corazón se me va a salir del pecho. ¿Y si Beth descubrió que es adoptada?

No. Esto no puede ser.  Sus papeles de adopción los tengo en la caja fuerte de mi estudio y solo yo tengo la contraseña. Carajo. Debería llamar a Penelope y ponerla al corriente de todo esto. Al fin de cuentas es su madre biológica y debe estar alerta por si en algún momento la ve.

Tomo mi teléfono del escritorio y le mando un mensaje rápido a Penelope diciéndole que su querida hija a escapado. No necesito enviarle fotos para que sepa como es por si logra verla. Penelope sabe perfectamente como es su hija gracias a que le he enseñados fotos y videos de nuestra hija todos estos años.

Me guardo el teléfono en el bolsillo de mi pantalón e inspecciono de que todo este en total orden para poder marcharme. Una vez todo listo, salgo a toda velocidad del establecimiento y meto en el coche sin siquiera ponerme el cinturón de seguridad.

Salgo como un rayo del estacionamiento y me adentro en las calles y en su pésimo trafico.

Esquivo unos semáforos en rojo a toda velocidad. No me importa, necesito llegar a casa pronto. Las multas las puedo pagar después. Ahora lo que más me importa es mi niña. Sacudo la cabeza sin poder creer que haya escapado a quien sabe qué lugar. ¿Por qué hizo algo como esto? ¿Cómo diablos le hizo para burlar a los guardaespaldas? Esto no lo pudo haber hecho sola... Dylan.

A tientas tomo mi teléfono y marco su número. Lo pongo en alta voz 'pero no me contesta. El teléfono esta apago y me lleva directo al buzón. Vuelvo a tirar el teléfono en el asiento con furia.

—¡MALDITA SEA! —Golpeo el volante con fuerza y doy u giro brusco. Escucho algunos cláxones de algunos imbéciles qué me pitan molestos y me gritan impertinencias, pero ni los determino. Continúo manejando a toda velocidad hasta que al fin llego a casa. Las luces están encendidas. Eso quiere decir que Stephanie esta en casa.

Aparco el coche y entro como una trompa a la casa.

Lo primero que veo es a mi mujer llorando desconsoladamente en el sofá con las manos enterradas en su cabeza gacha. Odio ver a Stephanie de este modo. La última vez que la vi llorar tan desconsoladamente fue cuando perdimos a nuestro primer bebe y el doctor no informo que ya no podíamos embarazarnos.

Me acerco a ella con pasos lentos y cautelosos. Me siento a su lado y acaricio su espalda lentamente porque sé que esto es lo único que la calma de un ataque de llanto. Alza la mirada con sus ojos llenos de lágrimas y me mira a los ojos.

—Nuestra niña se fue Rob. —Rompe en llanto. —Nuestra niña huyo de casa. —Me abraza y se hecha a llorar sobre mi hombro.

—Eso fue lo que me dijo el imbécil de su guardaespaldas. —Gruño y le acaricio el pelo rubio. —Ese imbécil se puede considerar despedido desde ahora. –Suspiro pesadamente.

Stephanie

Se separa de mí y se limpia los ojos con los dorsos de sus manos. Entonces noto que lleva algo arrugado escondido en su puño izquierdo. Lo sostiene con tanta fuerza que no se le cae cuando mueve las manos. Frunzo el ceño. ¿Qué diablos es eso?

Antes de que se dé cuenta, le tomo la mano y le arrebato lo que lleva en la mano antes de que pueda evitar que se lo quite. Lo miro aún más extrañado y noto que se trata de un pedazo de papel. Stephanie se petrifica a mi lado y trata de arrebatarme el papel, pero soy más rápido que ella.

—Robert, dame ese papel. —Extiende su mano, pero yo me levanto del sofá y empiezo a abrir el papel.

—¿Qué es ...? —La pregunta se responde sola con solo ver el contenido del papel.

Es una carta de Beth...

Mama, en cuanto leas esta carta quiero que la destruyas inmediatamente. No quiero que mi padre sepa nunca de la existencia de esta y, confió en que respetaras esta decisión.

Te escribo esta carta como modo de despedida.

Como comprenderás, ya no puedo seguir viviendo bajo el mismo techo que el monstruo que tengo como padre. No después de lo que me hiso. No después de lo que le hizo. No después de todo lo que nos ha hecho.

Lo siento.

Por favor no pienses que te abandono dejándote sola. Simplemente ya es hora de que tome mi propio camino lejos, muy lejos de casa. Camino que, decidí tomar ya hace mucho tiempo. Créeme fue decisión mía. Tú no has hecho nada malo

Tú has sido la mejor madre del mundo y siempre tendrás mi amor incondicionalmente. Eso no lo dudes nunca.

No sé cuándo pueda contactarme de nuevo contigo, pero, créeme que lo hare. Pronto. Quizás.

Por favor, ya no te preocupes más por mí. Sabes perfectamente que puedo cuidarme muy bien yo sola. Siempre lo he hecho.

Y por favor confía en mi cuando te digo que sea por la razón que sea, estaré bien.

Te ama, Beth.

Destino InseguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora