Lo medito unos segundos. La verdad es que en estos momentos no se me apetece ir a ninguna parte. Solo quiero ir al apartamento y estar con Steve leyendo, preparando la cena o viendo una película en la habitación. Con la cita de la ginecóloga y el tremendo acostón que acabo de tener con Steve, creo que ya he tenido suficiente por hoy.
—Solo quiero ir al apartamento. —Suspiro y lo miro con dulzura.
—De acuerdo, vámonos a casa. —Me toma de la mano y salimos de su despacho.
No puedo evitar mirar por todas partes y verificar que nadie sospecha lo que Steve y yo estuvimos haciendo en su despacho. Se me cae la cara de la vergüenza. No puedo creer que lo haya hecho. A nuestro alrededor, todos están completamente absortos en su trabajo y ajenos a Steve y a mí. O al menos lo fingen muy bien. Lo único que me importa es que no nos estén mirando en estos momentos y eso me tranquiliza un poco.
Llegamos al ascensor.
Steve lo llama y sorprendentemente el ascensor llega a nosotros en cuestión de segundos. Entramos y la puerta se cierra con un sordo sonido. Adentro, logro escuchar una suave melodía de Jazz muy bonita que antes no había escuchado. Quizás estaba tan encabronada por las zorras que le hicieron ojitos a Steve, que no lo note.
Cierro los ojs unos segundos y me dejo llevar por la suave melodía. Es muy relajante. Pero mi momento de paz se esfuma cuando el ascensor se detiene inesperadamente. Abro los ojos como platos y se abren las puertas del ascensor. Miro hacia arriba y veo que estamos en el piso diez.
Un hombre joven, alto de pelo rubio, ojos cafés y piel bronceada vestido ejecutivamente entra a través de la puerta y Steve me estrecha la mano algo tenso. Estoy tentada a ponerles los ojos en blanco. No puedo creer que cada vez que un hombre guapo se nos cruza en el camino, el se ponga de esta manera. Por suerte, el hombre no se percata de nada y nos dedica una amable sonrisa.
—Buenas tardes señor Jones. Señorita.... —Se gira hacia mi y me mira de pies a cabeza descaradamente con las cejas arqueadas.
—Damon. —Steve escupe el nombre como si fuera veneno apretando los dientes. —Que yo sepa, esta no es hora para salir de la oficina. —Aprieta más los dientes y al pobre Mario se le borra la sonrisa del rostro.
—Solo iba a dejarle unos papeles a la recepcionista, señor. —Mario esta que tiembla y esto se lo busco por ser tan descarado conmigo.
—Bien. —Suelta un suspiro y saca su teléfono del bolsillo de su pantalón.
Mierda. Y yo que creía que Steve era algo duro con Peter. Steve es extremadamente estricto con cada uno de sus empleaos. No me puedo imaginar la presión que debe de sentir estas personas al trabajar para alguien como Steve. Aunque, supongo que todo ellos ya han de estar acostumbrados a trabajar de este modo.
Miro a Steve de reojo que veo que está mandando un mensaje de texto rápidamente. Me paso una mano por el pelo y noto que el otro hombre no nos quita la mirada de encima. Ok. Este hombre o es valiente o es estúpido al mirar de esa manera a la novia de su jefe precisamente frente a su jefe. Decido ignorarlo y gracias a Dios el elevador se detiene por fin en la planta baja.
Damon, como lo llamo Steve, sale a toda prisa del elevador y casi me rio por su urgencia a salir. Steve pone los ojos en blanco y salimos hacia la iluminada recepción donde un grupo de mujeres me miran y disimuladamente comienzan a chismorrear. Carajo. Steve les ha de pagar muy bien para que cumplan con sus obligaciones dentro de esta compañía. ¿Por qué carajos no son capaces de limitarse a eso? Me pego más a Steve y las ignoro todo lo que puedo. Cuando pasamos frente a la recepcionista, Steve se para.
—Ponte de acuerdo con Itzel y revisen mi agenda para esta semana.
—Si señor Jones. —Asiente educadamente y apunta algo en un papel. Frunzo el ceño, pero entonces recuerdo que Itzel no estaba en su puesto cuando salimos del despacho de Steve.
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Destino Inseguro
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