Capítulo 8

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Una fuerte oleada de calor me despierta y abro los ojos. ¡Joder! El día está demasiado soleado para ser Nueva York. Entorno un poco los ojos por la fuerte luz que se refleja en las paredes de la habitación. Me retuerzo un poco para tratar de estirarme, pero un peso muerto me impídeme moverme. Steve. Bajo la mirada y lo veo abrazado a mi cuerpo con sus firmes brazos como si fuera una hiedra y su rostro está enterrado entre mis pechos.

Suspiro pesadamente y poso mi mano por su suave pelo alborotado con mucho cuidado de no despertarlo. En estos momentos está dormido como un bebe y se le ve muy tranquilo y relajado. Da gusto verlo de esta manera. Sobre todo, porque siempre está muy tenso y nervioso. Le acaricio el pelo y escucho el suave y armonioso cantar de unos pajarillos. Frunzo el ceño unos segundos. Oh cierto. Estamos muy cerca del Central Park. Es lógico que haya pájaros cerca. Hoy me gustaría ir allí y pasar la tarde con Steve y luego salir a cenar a algún restaurante cercano.

Es un buen plan y espero que no me diga que no.

De pronto siento que Steve se remueve y gruñe un poco. Mierda. Lo he despertado. Dejo de acariciarle el pelo y el levanta la cabeza un poco confundido y desorientado por la fuerte luz mañanera. En cuanto sus ojos verdes se posan en los míos, su mirada se dulcifica y se muerde el labio inferior. ¿Cómo es posible que este hombre sea tan increíblemente adorable? Le devuelvo la sonrisa con cariño y se inclina hacia mí. Pega sus labios a los míos y me besa con delicadeza.

Vaya manera de despertar y empezar el día.

—Buenos días cariño. —Me muerdo el labio inferior al escucharlo y me da un beso en la frente.

—Buenos días tú. —Estiro mi mano y la paso distraídamente de arriba abajo por su ancha espalda. No pasó desapercibida de que tiene una estúpida sonrisa en los labios. —Hoy pareces de buen humor. —Arqueo las cejas y el suelta una carcajada.

—Si despierto a tu lado en mi cama, por supuesto que lo estoy. —Me besa ligeramente la nariz y rueda a un lado liberando mi cuerpo de su peso.

Me estiro todo lo que puedo sobre la cama y puedo sentir algunos de mis huesos crujir agradecidos de haberse librado del peso de Steve. Me paso una mano por el pelo y Steve se levanta de la cama de un salto estirándose de piernas y brazos. Camina hacia la ventana y descorre completamente las cortinas de par en par. Ahora la luz es aún más fuerte que antes.

Con un largo suspiro, me levanto también de la cama y con pasos lentos me coloco a su lado. Miro hacia fuera en la ventana y lo primero que noto es el precioso día que hace allá afuera. El cielo está despejado sin ningún índice de lluvia. Bien. Esto es bueno. Bajo la mirada y veo al centenar de personas que caminan apresuradamente por las calles como si su vida dependiera de ello. ¿Por qué la vida es tan exageradamente acelerada en esta ciudad? Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando Steve me rodea la cintura y me estrecha contra él.

—¿Tienes planes para hoy? —Me besa el pelo y lo miro a los ojos.

Qué bueno que me lo pregunta.

—Primero pensaba contactar a mi madre, luego leer un poco, deshacer mis maletas y después del almuerzo, salir al Central Park. —Me encojo de hombros. —Luego ir a cenar o podríamos preparar la cena aquí.

Steve arquea las cejas.

—Ya veo que tienes todo planeado para hoy. —Suelta una carcajada y le doy un codazo que no hace que hacerlo reír más fuerte. —La excursión al Central Park tendrá que esperar hasta que yo regrese.

Lo miro sin comprender nada. ¿Otra vez piensa salir y dejarme aquí sola? La verdad es que no soporto quedarme sola aquí sin hacer absolutamente nada.

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