—Hola Henrry. —Lo saludo con una sonrisa amable y el asiente con la cabeza.
—Buenas tardes, señorita Thompson. —Se hace un lado indicándome que entre en el coche.
Pongo los ojos en blanco y me meto en el coche acomodándome al lado de la venta. Este viaje será sumamente corto considerando que el Starbucks está a solo unas cuadras que perfectamente pude haber caminado sin ningún problema. Saco mi teléfono del bolso y miro la pantalla. Suspiro aliviado al ver que no tengo ni mensajes ni llamadas de texto de Penélope o de Steve. Esto es una buena señal. Las malas noticias son siempre las primeras en saberse.
Miro a través de la ventana algunas parejas caminando tomadas de la mano sonrío ampliamente al ver a los enamorados. Muy pronto, Steve y yo podremos caminar por estas calles sin necesidad de pensar que nuestra relación está mal. Falta menos de un mes para que cumpla los dieciocho años y no habrá nada que me impida estar con él.
En unos quince minutos, veo aparecer ante mí el símbolo de Starbucks y el corazón me comienza a palpitar fuertemente contra el pecho y siento que me mareo. Estoy a punto de saber toda la verdad y mi vida podría cambiar drásticamente. Me paso una mano por el pelo y respiro hondamente recordando las palabras de Steve: "Eres una mujer muy fuerte y madura para tu edad que sabe cómo enfrentarse a los problemas, Además, no estarás sola. Yo estaré siempre a tu lado"
Henrry se estaciona frente a la cafetería y me paso una mano por el pelo. Respiro hondo y lo veo salir del coche, rodearlo y abrirme la puerta. Salgo lentamente y miro a todos lados por si la veo acá fuera. No. No está aquí afuera. Me muerdo el labio inferior y me giro a Henrry.
—Gracias por traerme Henrry. —Le sonrío amablemente. —No era necesario.
—Si lo era señorita Thompson, de lo contrario, el señor Jones me habría despedido. —Hace una mueca y cierra la puerta tras mi espalda. —Estaré muy cerca por si necesita algo.
Pongo los ojos en blanco y me encamino hacia la cafetería. Al entrar, miro detenidamente a todas y cada una de las mesas y a las personas que están sentadas en eta charlando animadamente en busca de Penélope hasta que la encuentro. Está sentada en una mesa muy apartada al lado de la ventana vestida con una blusa purpura y vaqueros ajustados. Está mirando distraídamente por la ventana con las manos entrelazadas sobre la mesa bacía.
No ha ordenado nada. Me ha estado esperando. Suelto el aire que no me había dado cuenta que está conteniendo y camino despacio hasta ella. Como si sintiera mi presencia, mira hacia mi dirección. En cuanto me ve, su mirada se ilumina y me lanza una enorme sonrisa. Al ver su gesto cariño, le devuelvo la amplia sonrisa. Camino más deprisa y me siento en la mesa frente a ella.
—Hola Bethany. —Estira su mano y toma la mía sobre la mesa.
—Hola Penélope. —Le estrecho la mano y le lanzo una cálida sonrisa. —Gracias por aceptar reunirte conmigo.
—No cariño, gracias a ti por venir. —Me suelta las manos y las coloca sobre la mesa. —Moría por hablar contigo, pero el trabajo ha estado brutal y no me ha dado la oportunidad hasta ahora. —Se encoje de hombros a modo de disculpas.
—No te preocupes, lo entiendo. —Me quito el bolso de los hombros y lo dejo a mi lado. —Lo importantes es que ya estamos aquí. —Trato de sonar algo despreocupada para tranquilizarla porque ha empezado a removerse en el asiento notablemente nerviosa.
Vaya. Penélope esta igual de nerviosa que yo. Le tomo de la mano para calmarla y ella entrelaza sus dedos con los míos agradecida por el gesto.
—¿Quiere comer algo mientras hablamos? ¿tienes hambre? —Su voz es un hilo y la miro con ternura. No lo puedo evitar. Jamás había visto a alguien tan nervioso. Le estrecho la mano.
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Destino Inseguro
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