Capítulo 2

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Una leve sacudida nos indica que ya hemos aterrizado a nuestro destino. Miro a Steve con los ojos muy abiertos que me observa atentamente y mi corazón empieza a latir frenéticamente contra mi pecho. El momento que tanto había deseado desde hace tanto tiempo ya ha llegado. Steve entrelaza sus dedos con los míos y suspiro. Su suave contacto contra mi mano me relaja un poco. Me lanza un quiño travieso y de pronto siento la sacudida final y el avión se detiene.

Ya hemos llegado.

Steve se levanta despacio de su asiento y tomo mi bolso acomodándomelo en el hombro mientras me ayuda a levantarme. Suelto un largo suspiro y la puertecilla se abre. Lo primero que veo son varias luces que iluminan el interior del jet. Oh mierda. Steve me lanza una miradita tranquilizadora y ambos caminamos lentamente hacia la salida.

En cuanto estoy afuera, una helada brisa nocturna me golpea el rostro y me cala los huesos. Me estremezco de pies a cabeza. Maldita sea. Aquí hace mucho frio. Steve nota el bajón de mi temperatura corporal y me rodea los hombros con su brazo atrayéndome hacia el con el fuerza para darme un poco de calor.

Mmm, mucho mejor.

Le rodeo la cintura con mi brazo y me estrecho contra él. Miro detenidamente por todo el lugar y con gran alivio veo que esta área del aeropuerto esta extrañamente desierta a excepción de un Ferrari negro. Es el coche de Steve. Pongo los ojos en blanco. Este hombre es imposible cuando se trata de medios de transporte. Me pregunto cuando diablos trajo su coche hasta aquí. Sacudo la cabeza. Supongo que eso no importa en estos momentos.

A nuestro lado la Barbie falsa y Eduardo pasan en completo silencio cargando mis maletas hacia el coche. Steve me jala y me lleva rápidamente hacia el coche sin darme la oportunidad de apreciar el enorme aeropuerto y lo que lo rodea. Nos sentamos en el asiento del pasajero y cuando alzo la mirada hacia adelante, casi me da un paro cardiaco.

¡Peter!

Oh Dios. Me había olvidado por completo de este hombre en todos estos meses. Peter desapareció en cuanto Steve murió supuestamente. Nunca creía que lo volvería a ver sin Steve en el pueblo. Al notar mi expresión de terror a través del retrovisor, se gira hacia atrás y me lanza una cálida sonrisa llena de cariño.

—También me alegra verla, señorita Thompson. —Suelta una ligera risa y se gira nuevamente hacia adelante.

Ufff, menos mal que no me odia. Aun...

—Peter, llévanos al apartamento lo más rápidamente posible sin llamar tanta la atención. —Le ordena Steve tomándome de la mano con mucha fuerza y algo de temor.

—Sí, señor Jones. —Enciende el coche y lo pone en marcha sacándonos rápido del aeropuerto e introduciéndonos en las atestadas calles de Nueva York.

No puede ser verdad lo que acabo de escuchar.

—Si no quieres llamar la atención, debimos haber viajado en un vuelo comercial como personas normales y no en tu jet privado. —Lo miro acusatoriamente por su absurda petición y pone los ojos en blanco.

—Cariño, ya te lo dije. Yo no viajo a un lugar como persona normal. —Tomo un rizo rebelde de mi pelo y me lo coloca tras mi oreja con cariño.

Suspiro pesadamente y centro mi vista en la ventana.

Wao.

Cuando decían que Nueva York es la ciudad que nunca duerme, lo decían muy enserio. Realmente enserio. Estoy completamente hipnotizada viendo las cientos y cientos de potentes y cegadoras luces brillantes que provienen de inmensos carteles y vallas publicitarias colocadas estratégicamente en inmensos edificios que a lo lejos parecen de cristal con luces intermitentes anunciando el próximo musical en broadway, la próxima película que estará en cartelera en las salas de cine e incluso hay muchos anuncios de perfumes y marca lujosos de ropa de los más grandes diseñadores.

Destino InseguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora