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Querido Peter:
Hoy hace cuatrocientos cincuenta y tres días desde que tus hermanos y tú desaparecisteis.
¿Lo recuerdas, Peter? ¿La primera pregunta que me hiciste cuando nos conocimos? Yo la recuerdo y todavía sigo queriendo saber que tenías en la cabeza cuando se te ocurrió formularla... a lo mejor ni siquiera tenías nada y por eso lo hiciste, a saber. Me preguntaste: «¿Eres una elfa de Adaris?». ¡Cómo si no fuera evidente por mis orejas alargadas y picudas! ¡O por el color blanco de mi cabello! Sabía que eras un hijo de Adán y que en tu mundo probablemente no existían seres como nosotros, pero me pareció ridículo que me preguntases aquello. Aunque quizás lo hicieses porque los narnianos te habían contado que los elfos estábamos —y estamos— básicamente extintos desde siglos atrás y que era raro encontrarse con uno de nosotros.
Sin embargo, gracias a esa pregunta absurda, nuestra amistad inició.
En aquel entonces, solías escaparte a menudo de tus responsabilidades como Sumo Monarca para venir a verme, pues decías que querías conocerme más y que te gustaba estar a mi lado. A mí también me gustaba estar a tu lado. Era divertido y agradable. Siempre nos reuníamos en aquel claro donde nos conocimos, nos sentábamos en la verde hierba y charlábamos hasta que al atardecer llegaba y ambos debíamos regresar a nuestros hogares.
También recuerdo con nitidez lo que sucedió casi cinco meses después de que nos conociéramos, cuando descubriste que era algo más que una simple elfa de Adaris. Estoy segura de que ese momento pertenece en tu memoria tan bien como en la mía.
Ese día fue la primera vez que levantaste tu espada contra mí, que pareciste desconfiar de mí y me consideraste un verdadero peligro para Narnia. Ese día no pude ocultarte por más tiempo quien era, a pesar de haberme esforzado los meses anteriores para que no te enterases, pues temía que me rechazases, que te alejases de mí, que ya no quisieses estar a mi lado, si lo descubrías.
Ese día los soldados que te acompañaban, levantaron sus armas contra mí y mis criaturas, mis bebes, mis compañeros, y debo reconocer que no me hizo ni pizca de gracia. Pero tú los detuviste y bajaste tu propia espada, decidiste darme una oportunidad para hablar, para explicar porque había un bebé dragón posado en mi hombro y un dragón adulto a mis espaldas, amenazándoos con convertiros en ceniza si os atrevíais a atacar. Ese día no tuve más remedio que confesarte que era una jinete de dragón y de esta manera, también hice saber a Narnia que los dragones seguían existiendo, que su fuego había sido revivido por mí tras un siglo apagado, después de que vosotros derrotaseis a la Bruja Blanca.
Recuerdo la expresión de sorpresa que se te quedó durante unos minutos y recuerdo la sonrisa que luego se dibujó en tus labios. Aunque tus soldados, los narnianos, estaban asustados ante la presencia de mis criaturas, tú dijiste que no había nada que temer, pues lo dragones también eran habitantes de este mundo y de Narnia, y que tú, como Sumo Monarca, debías velar por cada ser que habitase allí. Además, dijiste que estabas contento de que siguieran existiendo y de que hubiesen vuelto a abrir su corazón a alguien, para escogerlo como su jinete y nacer de sus huevos, después de lo que los telmarinos y la Bruja Blanca les hicieron a sus preciados jinetes y a ellos mismos, algo más de un siglo atrás, cuando se dieron por extinguidos.
Peter, no tienes ni idea de cuan agradecida te estuve y te estoy por habernos aceptado, a mis dragones y a mí. ¿Y sabes qué? Ellos también te añoran desde que no estás. Todos ellos, sin excepción. Orie incluso sobrevoló Narnia entera en vuestra búsqueda, pero obviamente no os encontró y regresó con el corazón roto. Y a mí se me partió el corazón cuando tuve que explicarle, a él y a todos, que vosotros jamás regresaríais a nuestro lado.
Cambiando de tema...
Pronto partiré de Narnia temporalmente, en búsqueda de un nuevo huevo de dragón, pues un sátiro escuchó rumores de que ha sido encontrado uno en Calormen y vino a decírmelo. Y aunque cuando te marchaste, pensé dejar de lado la búsqueda de huevos de dragón por la tristeza y el dolor, al final no puedo hacerlo. No puedo permitir que un dragón que ni siquiera ha salido del cascarón caiga en malas manos y sea dañado. Por eso, continuaré buscando y seguiré cuidando cada huevo que encuentre hasta que personas dignas de ellos aparezcan y puedan convertirse en sus jinetes, en sus fieles compañeros.
Me detengo aquí, Peter, mi rey, creo que ya he escrito demasiado.
De la elfa de Adaris que siempre te querrá.
Con amor,
Freya.
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Si os preguntabais si Freya era humana o no, aquí tenéis vuestra respuesta. xD Aclaro que la raza de los elfos de Adaris y el tema de los jinetes de dragón no es de los libros ni las películas de las Crónicas de Narnia, es de mi propia invención. Aunque me inspiré en los libros de Eragon porque me encantan. <3
Marie Weasley.
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Dear Peter ➳ Peter Pevensie
FanfictionCuando los hermanos Pevensie abandonaron Narnia por primera vez, después de haber reinado durante años, dejaron atrás a muchos seres queridos. Entre ellos, al Sr. y Sra. Castor, al señor Tumnus e incluso al propio Gran Aslan. Sin embargo, Peter dejó...