t r e i n t a.

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Querida Freya:

Han pasado seis años, un mes y catorce días desde que mis hermanos y yo abandonamos Narnia.

Hoy he tenido una cita. Aunque yo lo llamaría mejor encerrona, porque ha sido mi madre quien lo ha preparado todo a mis espaldas para que conociese a la hija de una amiga suya.

No es la primera vez que mi madre o Susan me hacen una de estas encerronas. Llevan años haciéndolo, pero esta es la primera vez que no he podido escapar de ella rápidamente. La chica en cuestión era muy persistente y no captaba mis indirectas de que no quería nada con ella. O si las captaba, las estaba ignorando por completo.

En una carta anterior dije que sabía que lo tú querrías es que continuase con mi vida y te juro que lo he intentado, Freya. He intentado sentir algo por las chicas que mi madre o Susan me presentaban, o por las que he conocido a través de los estudios. He intentado al menos que me gustasen un poco, pero ha sido imposible. Lo intento, pero mi corazón se niega a abrirse a alguna de ellas, mi corazón se niega a amar a alguien que no seas tú. Pero la verdad es... que realmente no quiero amar a nadie más, quiero que seas la primera, la última y la única, aunque eso signifique que vaya a pasarme el resto de mi vida solo.

Cuando conozco a alguna de estas chicas no puedo evitar compararlas contigo. Sé que está mal que lo haga, porque cada persona es diferente y no está bien decir si son mejor o peor que otra, ni se merecen ser comparadas, pero no puedo evitarlo.

Tú eras tan perfecta para mí, Freya, era como si hubieras nacido para completarme y yo hubiera nacido para completarte a ti, así que cualquier chica que no seas tú no me parece suficiente, no me llena, no puede reemplazarte. Nunca conseguiré amar a ninguna como te amo a ti. Nunca ninguna llegará a ser tan importante como tú. Nunca ninguna llegará a ser mi alma gemela, porque ese puesto lo ocupaste tú hace muchísimo tiempo y nadie jamás conseguirá quitártelo.

Amaba cada pequeña parte de ti. Amaba tu blanco cabello que caía en preciosas ondas por tu espalda. Amaba la palidez de tu tez que destacaba tus sonrojos. Amaba tus azules ojos que siempre me miraban con tanta profundidad que sentía que me hundía en ellos. Amaba tus puntiagudas orejas que tendían a sobresalir de tu cabello. Amaba tu bonita sonrisa la cual era tan adictiva que no podía evitar sonreír yo también cada vez que la veía. Amaba las diversas y pequeñas constelaciones que formaban tus lunares en tu espalda. Amaba tu suave voz que encandilaba a mis oídos hasta el punto de que no podía oír nada más. Amaba la tierna mirada que siempre me dedicabas, pero también amaba la fiera mirada que provocaba que los enemigos se acobardasen. Amaba mirar a mis espaldas durante una batalla y ver que tú siempre estabas ahí, protegiéndome y luchando a mí lado. Amaba verte surcar los cielos a lomos de uno de tus dragones. Amaba la textura de tus labios sobre los míos. Amaba como tu cuerpo reaccionaba al mío. Amaba pasar las noches en vela contigo intercambiando algo más que besos. Amaba la forma en la que tratabas de seducirme y atraerme, aunque yo jamás puse mucha resistencia. Amaba la forma en la que me hacías sentir tan bien. Amaba la forma que tenías de hacerme sentir en casa. Amaba la forma que tenías de regañarme cuando cometía errores. Amaba la forma en que te imponías ante los demás. Amaba la forma en la que tratabas y te llevabas con mis hermanos. Amaba que apreciases a Lucy como si fuera tu propia hermana. Amaba que te confabulases con Edmund contra mí, aunque en ese entonces no me hiciera gracia. Amaba que pasases tanto tiempo debatiendo con Susan. Amaba como tratabas a los demás, con tanto cariño y cuidado. Amaba como querías a tus dragones más que a nada y a nadie en el mundo. Amaba que tratases a estos con tanto mimo y cuidado, como si temieses que se fueran a romper, cuando eran las criaturas más feroces de toda Narnia. Amaba, simplemente, la forma en la que eras. Lo amaba todo de ti.

Y no sé por qué lo he escrito en pasado cuanto todavía sigo amando todo eso como cuando estábamos juntos y seguramente, lo seguiré haciendo hasta el último de mis días.

Como puedes notar, no puedo olvidarte ni quiero hacerlo. Quiero atesorar por siempre nuestra historia, nuestro amor y todo lo que tú eras, eres y serás siempre para mí: la reina y dueña de mi corazón, mi otra mitad, mi alma gemela.

Igual que hasta ahora, seguiré amándote, Freya, mi reina.

Con amor,

Peter.

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Dear Peter ➳ Peter PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora