Cuando los hermanos Pevensie abandonaron Narnia por primera vez, después de haber reinado durante años, dejaron atrás a muchos seres queridos. Entre ellos, al Sr. y Sra. Castor, al señor Tumnus e incluso al propio Gran Aslan. Sin embargo, Peter dejó...
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Querido Peter:
Han pasado mil noventa y seis días de que tus hermanos y tú desaparecisteis.
He tardado más de un año en escribirte de nuevo, lo siento.
Desde que Naim se unió a nosotros he estado muy ocupada con su crianza. Estuve muy preocupada por él porque durante meses después de su nacimiento, ni siquiera era capaz de planear ni mucho menos volar. Pensé que quizás tenía algún problema, pero ni Orie, siendo el mayor, era capaz de entender que le pasaba. Por suerte, hace un par de semanas consiguió volar por primera vez y por fin pude relajarme.
Es un trasto, ¿sabes? No puede estarse quieto, se mete en líos constantemente y por mucho que le explique que no puede ir quemándolo todo, sigue haciéndolo. Además, se pierde mucho, pero muchísimo. Es el dragón con menos sentido de la orientación que he conocido. Lo cual me recordó un poco a ti, porque durante nuestros viajes nos perdimos en más de una ocasión. Decías tozudamente que tú conocías el camino correcto, te seguía y acabábamos en cualquier lugar menos en nuestro destino; como cuando estuvimos lidiando con los gigantes del Norte o cuando fuimos por primera vez a Archenland.
Discutíamos mucho cuando eso sucedía. Te ponías muy irascible y no aceptabas el hecho de estar equivocado. Recuerdo haberte golpeado muchas veces por ello y también haberte dejado solo varias veces para ir por otro camino. Porque era estúpido que no quisieras que yo guiase, ¡soy una elfa de Adaris, por el Gran Aslan! Tengo mucho mejor sentido de la orientación que cualquier humano o narniano.
En serio, Peter, eras un desastre y un cabezota cuando te lo proponías. Llegabas a ser hasta irritante. Sin embargo, hasta esa parte de ti me encantaba, hasta de esa parte de ti estaba totalmente enamorada. Y aunque a veces me enfadase y dijese que eras molesto, nunca habría cambiado ni la más mínima parte de ti. Pues incluso con tus imperfecciones y defectos eras perfecto para mí, y te quería y te quiero más que nadie en mi mundo y en el tuyo.
Hoy, tres años después de tu marcha, sigo extrañándote con la misma intensidad que el primer día y nuevamente, desearía que estuvieras aquí, a mi lado, Peter, mi rey.
