¿Libertad?

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Narra Sakura

Ese imbécil me había llamado débil, mis ojos ardían de rabia y mis uñas dolían mientras se clavaban profundamente en mi piel, hiriendo las palmas de mis manos blancas por la presión en ellas.


Quiero golpearlo, no, mejor matarlo. Definitivamente quiero molerlo a golpes y luego curarlo para sólo volver a despedazarlo con mis puños.

Le dediqué mi mejor mirada de "¿Realmente me está pidiendo que no lo maté?" A mi maestra mientras reprimida lo que más podía mis ganas de asesinarlo, había algo en el que me resultaba extremadamente doloroso y molesto, más molesto incluso que sus desmedidas palabras venenosas, y ese algo era esa sonrisa tan falsa pegada en su pálido rostro sin vida.

Un escalofrío de sudor y electricidad recorrió mi cuerpo cuando cedí a las ganas de por lo menos darle un golpe, al tocar su piel fría una serie de imágenes recorrieron mi mente como si de la compra se tratara.

Lo vi, era él no había duda, pero en su rostro había algo distinto, era verdadera inocencia y una sonrisa real, era demasiado pequeño y estaba con un joven de cabello blanco "Oni-chan" esas palabras quebraron mi corazón, por alguna razón sabía que era un recuerdo triste, muchos otros pasaron por mi mente, la muerte lo rodeaba, él no sabía nada del mundo real. Él sólo era un niño olvidado y roto por el dolor de una madurez prematura y forzosa.

Me separé de él con una rapidez inhumana y le dediqué una mirada de perdón a sus abiertos ojos apagados, la sonrisa se había borrado de su rostro, me percaté de que tanto el capitán Yamato como Tsunade-Chichou estaban serios y con una evidente confusión en sus mentes.

-Y-yo lo lamento Sai, No tenía... Yo no quería inmiscuirme así en tus recuerdos, lo siento mucho- balbuceé mirándolo directamente a los ojos y causando una sorpresa evidente en el resto.

El no dijo nada, sólo agachó la cabeza y luego de un tiempo en el que su cuerpo estuvo tenso levantó la mirada con su típica sonrisa postiza y forzada.

-Esta bien FEITA, me alegra saber que no eres tan inútil como aparentas, trabajemos bien- finalizó seco.

No dije más, sólo aparte incomoda la mirada y con una torpe reverencia salí casi volando de allí, estaba confundida y muy perturbada ¿Cuántas más habilidades extrañas poseía? No tengo idea y tampoco se que tan peligrosa puedo llegar a ser, desde que me enteré de la verdad,  hasta ahora en mi pecho a crecido un dolor punzante, tan molesto y dañino como una piedra afilada en el zapato, no quiero sentir esto. Yo no quiero sentirme así, porque no importa cuánto me esfuerce en fingir que estoy bien, no soy capaz de engañarme a mi misma y esto ya está causandome un colapso nervioso.

¡No quiero esto! ¡No quiero estar aquí!

Narración normal.

Por las calles transitadas de la aldea se veía correr a una agitada pelirosa, sus cabellos revoloteaban al viento como hebras de seda fina, su pecho estaba acelerado y su respiración agitada, por donde pasaba las personas le dedicaban una mirada de confusión y compasión, todos en la aldea sabían de la partida y traición de su equipo y atribuían a eso su dolor y comportamiento y la verdad no estaban equivocados del todo pero no era sólo eso, dentro de la pequeña muchacha un sentimiento de rencor incontenible crecía ansioso por explotar.

La joven agitada y sudorosa llegó a su "hogar" entró por la ventana de su habitación que estaba abierta para dejar pasar los pétalos de Cerezo, puesto que eran los únicos capaces de calmar su maltrecho corazón de hielo y piedra. Con un rápido movimiento se despojó de sus ropas quedando sólo en un top negro con un tirante lateral y rejilla que cubrían su bien formado abdomen y sus calzas de lycra negra ajustadas a sus torneados muslos; se lanzó en plancha sobre su cama un tanto destrozada por su rabieta anterior y dejó que sus ojos se cerrarán para meditar todo lo ocurrido en su día y en su vida recientemente.

Miren mi espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora