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- Claudia, vete a tu casa, por favor, no tienes la culpa o algún motivo para soportar a José, después hablamos. - Le pedí sin mirarle, me sentía culpable se verla tan frágil, con las defensas bajas.

- No, no me pienso ir. - Susurró. - Él tiene que saberlo Eduardo, ¿no? Tiene que escuchar, sufriste por él, y yo estuve aquí, ¡no voy a permitir que me corras de aquí sin antes dejarme hacerle saber lo que te hizo pasar! - Me miró a los ojos, presentía que terminaría peor. - Entiendo que te fuiste para "aclarar" tu mente y lo que querías, pero Eduardo se quedó aquí esperando días y noches, llorando hasta quedarse dormido, se sentía miserable de sólo pensar que te habías apartado de él para nunca regresar. Cada que venía, le animaba, le prometía que ibas a regresar pronto, que no pasaría mucho tiempo. - Claudia tenía rabia dentro de ella, incuso había dejado de llorar, José estaba anonadado. - Y hasta ahora te dignas a venir, ¿no te da vergüenza después de todo lo que le hiciste pasar, José? ¡¿Te crees merecer de su amor?! - Y caí en cuenta, soy un estúpido, le gustaba a Claudia, o mejor dicho, ella me amaba.

- No sólo me lo merezco. - Contesta José con una sonrisa burlona. - Soy su dueño, él es mío, todo mío. - pronto se deshizo de la sonrisa y sus manos en puño lo hacían dirigirse a ella, entré en pánico, me puse rápidamente en medio de ambos, evitando que ocurriera algo de lo cual arrepentirme. - Es mejor que te vayas, Claudia, no tienes nada qué hacer aquí. Nos haces daño con tu mísera presencia. - Finalizó.

- Si lo vuelves a lastimar, no respondo. - Amenazó antes de cerrar de un portazo.

[...]

- ¿Ya me vas a escuchar a mí? - Preguntó José.

- Te esperé mucho tiempo, ¿sabes? - Suspiré. - Anhelaba que estuvieses a mi lado al amanecer, que tus primeras palabras fuesen "Te amo", ¿y ves lo que obtengo?, fue tan estúpido pensar que yo valía algo para ti José, te alejaste de mí sin decir alguna oración, y aún así no dejé de amarte, ¡chingada madre! Me preocupas mucho, pienso que estoy enfermo por quererte así, ningún otro ser humano provoca lo que tú en mí. ¿Crees que no me duele? Te valí verga, sólo pensaste en ti. - Limpié con brusquedad mis lágrimas. - ¿Qué fui... O soy para ti? - Cuestioné.

- Lo que más quiero en este perro mundo. Eduardo, eres lo mejor que me ha pasado.

- ¿Estás seguro?

- ¿Corbin no te lo dijo? - Y en la mente del metro noventa resonó: "Sr. José, ¿quieres a Yayo? Yo lo noto, se miran como yo a mis videojuegos. Nunca lo dañes, sé que él no se atrevería porque cuando duerme, pronuncia tu nombre y sonríe". - Puedo ir por él, ¿está en su casa?

- La señora Nat se cambió de domicilio, no tengo idea. - Responde el castaño, su nudo en la garganta estaba a punto de quebrarlo.

- ¿Por qué dejaste que se fueran así?

- Corbin falleció. - Soltó con frialdad, aquella que le permitía decirle sin desmayarse o ponerse a llorar nuevamente. - Después que te fuiste, empeoró. La señora Nat prefirió irse. - Y por supuesto, no le mencionó que su ex perdió al bebé al igual que era la verdadera madre de Corbin.

- Perdóname, Eduardo. - Aquella rabia se había convertido en culpa, José estaba quebrado, las gruesas lágrimas volvieron a invadir sus mejillas enrojecidas. - Soy un imbécil. - Sentí el impulso de abrazarlo fuertemente.
Y lo hice, no podía permitirme dejarlo así de destrozado.

- Shh, aquí estoy, algo dentro de mí lo sabía, sabía que regresarías, lo nuestro no podía quedarse así. Corbin estaba consciente de nuestro amor, pero aún era muy joven para entenderlo. Tú y yo vamos a salir juntos de esto, resolveremos todo lo que venga.

[...]

Nota de Fabs:

Hola, mil disculpas, en verdad.

:)

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