seis; el bisne de la miseria dijera paramor

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—Pete, ¿A dónde verga vamos?

—Aguanta—pidió—. Llevas preguntando eso desde hace un chingo.

—Llevamos como una hora caminando, wey, y no me da confianza tu barrio.

—La clave, morra, está en tratar al barrio como si fuera tu familia—explicó—. ¿Ves a ese pendejo de ahí?

—Apuesto a que su nombre es El Kevin—dijo Marie riéndose.

—No, es mi primo el Awsten. El Kevin vive a un par de cuadras. Como sea, lo único que tienes que hacer en éstos casos es lo mismo que sueles hacer cuando vas a Tepito.

—¿Irte a la verga para que no te asalten?

—No, pendeja. Tratar a la plebe como si los conocieras de toda la vida. Mira al hijo de Don Vergas.

Pete se alejó, caminando hacia El Awsten y lo saludó alegremente.

—Pit, qué pedo, qué vas a invitar —dijo el del cabello verde marcatextos.

—Awsten, ¿cómo está tu jefa?

—Pues ya colgó los tenis, ¿tú crees?

—¿Neta?

—Sí wey—respondió —. Vengo del rosario, de hecho.

—No mames, qué juerte. ¿De cáncer?

—Ya ni sabemos, wey. Creo que de diabetes.

—Ah pero la doña no dejaba su coca —Pete negó con la cabeza.

—¿Cuál coca?

—No mames, pues el refresco, mámate que-

—Ah simón, el refresco.

Marie sólo los miraba boquiabierta. No podía creerlo; estaban hablando de la muerte de la tía de Pete como si estuvieran comentando el partido del día anterior.

Pinches culeros pensó.

—Ay por cierto, ella es la Mari—la presentó Pete.

La mencionada se acercó a donde estaban los chicos.

—Ah la verga —dilo el Austen—. Presta la panochambear.

—Qué perro asco—respondió Marie.

Permanecieron un rato platicando, se despidieron del Austen y siguieron caminando hasta que llegaron a la casita del prieto.

—¿Vives aquí?

—Of cors mai jors.

Pete abrió la puerta de madera astillada e invitó a Marie a sentarse en el único sillón de la sala comedor.

—Ya dime para qué me trajiste aquí—dijo Marie.

—Pinche impaciente, sólo quiero hacer bisne contigo.

—¿Y para eso me hiciste caminar hasta acá pudiendo decírmelo afuera de KFC?

—Eh... La verdad no me quería ir solito a mi casa.

Marie suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—Explícate.

—Pues, te gusta el padrino ese, ¿no?

—¿Quién?

—El pendejo del afro.

—¿Ray?

—El que tiene la nariz chistosita.

—¿Joe?

—Ese. ¿Te gusta o no?

—No. Y no tiene la nariz chistosa—Marie frunció el ceño.

emo trinity mexican |peterick; frerard; joshler; brallon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora