—Pero sería muy difícil, Logan.
—Claro que no —dijo, masajeando el puente de su nariz con una expresión pensativa.
—Entonces, ¿cómo lo haremos? —pregunté, esperando respuestas concretas—. Tenemos que planear nuestros destinos cuidadosamente. No es tan sencillo como simplemente viajar de un lugar a otro. Necesitamos elegir lugares seguros y populares.
Hubo una breve pausa en la que Logan pareció sumergirse en sus pensamientos. Pasó una mano por su cabello, enredándolo aún más, y apoyó las manos en sus rodillas mientras inclinaba la cabeza hacia adelante. Emitió un suspiro profundo que pareció liberar tensiones acumuladas.
Estaba sentado en el borde de mi cama, y me gustaba verlo en esos momentos de reflexión. Parecía más tranquilo, menos irritado, y casi parecía contento.
—Tienes razón —finalmente levantó la vista hacia mí—. Pero sería genial intentarlo.
Estaba de acuerdo. Sin embargo, sabía que no sería tan fácil como lo pintaba Logan. Teníamos que calcular el tiempo que pasaríamos en cada lugar, cuántos días, cuánto dinero gastaríamos en comida, ropa y combustible. Además, tenía que idear una excusa creíble para que mi madre me permitiera hacer este viaje, ya que no dejaría que su hija viajara a lugares desconocidos con el vecino.
—Está bien —asentí—. Tendré que planificar cuántos días pasaremos en cada lugar y cuánto dinero necesitaremos para gastos como comida, ropa y combustible —mencioné mientras golpeaba el lápiz contra la mesa en señal de concentración.
Logan asintió.
—Y también calcular cuántos cigarros compartiremos— Dijo.
—Yo no fumo, pero gracias de todas formas.
Tomé mi cuaderno, lo coloqué sobre la mesa y empecé a hacer cálculos, contando con los dedos y escribiendo números.
Logan se levantó de mi cama y se acercó a mí, curioso. Se puso a mi lado, observando el cuaderno con atención. Leía en voz baja y luego me miraba a mí.
Nunca había visto sus ojos tan cerca. Eran marrones profundos, casi negros, que parecían absorber la luz. Era fácil perderse en su mirada; sus ojos eran hermosos.—Estás equivocada —me informó con calma—. La división que hiciste está completamente errada —explicó—. Cada caja tiene 10 cigarros. Somos dos personas, la respuesta es obvia, Lindsey. Son cinco cigarros para cada uno, no ocho. Hasta un niño de preescolar lo sabría.
—Ocho cigarros que acabaré tirando. Por favor, déjalo, Logan —respondí con determinación.
—No.
—Como quieras —respondí, cruzándome de brazos—. Entonces, siendo el inteligente, puedes encargarte de todos los cálculos, sumas, multiplicaciones y divisiones de cada lugar que visitaremos.
—¿Visitaremos...? —murmuró, aunque pude escucharlo—. De acuerdo.
Le entregué mi silla y se puso a trabajar, trazando números y fórmulas en el papel mientras yo lo observaba, mordisqueando una barra de chocolate que encontré. De vez en cuando, le ofrecía un pedazo, y él lo aceptaba sin apartar la mirada del cuaderno.
—Listo —finalmente suspiró—. Terminé.
—¿El maestro se cansó? —bromeé.
—Sí —respondió con una sonrisa.
—Eres peor que el profesor de matemáticas, Logan.
Ambos nos reímos, disfrutando de ese momento ligero después de la tensión y los problemas del día. Estábamos listos para comenzar nuestra aventura, aunque ni siquiera sabíamos a dónde nos llevaría.
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Lo que nos unía
Teen FictionEn un nuevo comienzo en una ciudad desconocida, Lindsey se encuentra en un mundo completamente ajeno. Sus padres se mudaron por trabajo, y mientras intenta adaptarse a esta vida llena de cambios, un inesperado vecino entra en escena. Logan, su enigm...