Vi la hoja quemarse poco a poco mientras mis lágrimas corrían por mis mejillas lentamente, el dolor en mi pecho se hacía cada vez más fuerte y caí de rodillas.
De pronto, los sollozos comenzaron a salir de mi boca, uno tras otro, cada uno con dolor y desesperación. Estaba tan destrozada que no podía seguir adelante, no podía superar a Logan por más que lo intentara.
Ya habían pasado nueve meses de que encontré el cadáver de Logan en el lago, en mis sueños se repetía esa misma escena una y otra y otra y otra vez. No podía estar un puto día sin sentirme tan mal conmigo misma y con el mundo.
Logan me había quitado todas las fuerzas y las había reemplazado con debilidades tan insoportables.
Me encerré en mi propio mundo, no quería saber nada de nadie, quería que Logan aún estuviera conmigo, pero era obvio que eso no iba a suceder.
No pude despedirme de él, la estúpida señora Reynolds llevó el cadáver de su hijastro al pueblo donde enterraron al papá de Logan.
No pude ver cuando lo enterraron, no pude estar en su funeral, no pude ver su rostro una última vez. Logan se desvaneció.
Parpadeé un par de veces para salir de mi ensimismamiento. La hoja se había hecho cenizas por completo.
Cada tarde le escribía una carta a Logan, describiendo cómo me sentía cada vez peor y cómo me había ido en todo el día. Luego la quemaba y veía como el aire se llevaba los restos quemados. La leería en donde sea que estuviera.
Nunca creí sentirme de esta forma, si nunca hubiera conocido a Logan o nunca hubiera viajado hacia este lugar, nada de esto estuviera pasando.
Los sentimientos duelen peor que una herida, la desesperación y la ansiedad es el peor enemigo del humano. Poco a poco te consumen hasta dejarte diminuto, en donde no te puedes defender o sostener de alguien. Tu vida se acaba en un chasquido. Nadie está a tu alrededor por culpa tuya. Nadie está para ti en esos momentos.
Me levanté del césped y comencé a caminar hacia adentro de mi casa. Estaba muy cansada y mi cuerpo exigía descansar.
Antes de abrir la puerta, un auto rojo se estaciono enfrente a la casa de Logan.
Del vehículo salió primero un señor de cabello blanco, pero se veía claramente que no era su color natural. Luego salió una señora muy elegante, vestía un vestido floreado blanco con unas zapatillas negras y sus labios iban pintados de un rojo intenso. Para después otra persona abrió la puerta trasera, de ésta salió un chico muy alto, muy apuesto y con una mirada muy seria.
Los tres se pararon enfrente de la casa y la miraron detenidamente.
Mi corazón comenzó a palpitar demasiado fuerte, hasta al punto de querer llorar. Ellos significaban una sola cosa:
Habían vendido la casa de Logan.
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Lo que nos unía
Novela JuvenilEn un nuevo comienzo en una ciudad desconocida, Lindsey se encuentra en un mundo completamente ajeno. Sus padres se mudaron por trabajo, y mientras intenta adaptarse a esta vida llena de cambios, un inesperado vecino entra en escena. Logan, su enigm...