12.- La confesión

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Salí de la preparatoria y caminé de regreso a casa con una expresión desanimada en el rostro. Este día había sido particularmente aburrido, y la monotonía de mi vida cotidiana comenzaba a pesarme.

Siempre había sentido que mi vida era tediosa, y ese temor a estancarme me invadía constantemente. Me preocupaba que, si no escapaba de esa rutina, me convertiría en una persona infeliz y sin propósito.

Mientras caminaba por las calles, observaba las diferentes escenas que se desarrollaban en los vecindarios a mi alrededor. Personas riéndose, entrando a sus casas después de hacer compras, reconciliándose o simplemente disfrutando de sus vidas. Me preguntaba si alguna vez llegaría a sentirme como ellos y si eran verdaderamente felices en este punto de sus vidas.

De repente, sentí un brazo deslizarse sobre mis hombros, lo que me hizo saltar y soltar un pequeño grito ahogado de sorpresa. Al levantar la vista, me encontré con los ojos marrones y cansados de Logan. Mi sonrisa se formó instantáneamente al verlo de nuevo, puesto que hacía más de una semana que no lo veía.

—Hola, Logan —saludé con entusiasmo.

—Quiero llevarte al lugar secreto —ignoró mi saludo y tomó mi mano.

—Está bien —acepté sin dudarlo—. Solo por un rato.

Logan y yo caminamos juntos hacia el lugar especial que mencionaba. Lo curioso era que no soltaba mi mano en todo el trayecto, como si temiera que huyera. No entendía por qué, pero me sentía reconfortada por su cercanía.

Llegamos al pequeño parque, donde parecía que casi nadie se encontraba. Nos sentamos cerca de la orilla del lago y cruzamos las piernas.Logan contemplaba cada detalle del lugar con una expresión relajada y viva en su rostro. Sacó un suspiro mientras seguía mirando a su alrededor.

—Una de las maravillas de mi vida siempre ha sido este lugar —confesó Logan, arrancando una flor del suelo y observándola detenidamente mientras la giraba—. En mis peores días, siempre venía aquí. Me consolaba y me hacía sentir fuerte. Este lugar —señaló el entorno— es donde solía refugiarme cuando mi papá se volvía violento. Siempre ha sido mi refugio en la vida, ¿entiendes? Es como el triángulo de las Bermudas; cuando entro aquí, dejo atrás todos los problemas del mundo exterior. Además, el color de los árboles, la naturaleza, me recuerdan a ti y a tus hermosos ojos verdes.

Un torrente de emociones inundó mi interior. Mi corazón latía rápidamente, mi estómago se revolvía y mis piernas parecían gelatina.

—¿Alguna vez has traído a alguien más aquí, Logan? —pregunté con curiosidad.

—No, solo a ti, Lindsey —respondió Logan con sinceridad.

Mi sonrisa se hizo más grande, y me sentía en un estado extraño. No sabía cómo reaccionar, pero no pude evitar darle un beso en la mejilla a Logan. Él cerró los ojos y sonrió, una sonrisa llena de calma que iluminó su rostro.

Lo que nos uníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora