4.- El alumno

2.5K 162 45
                                    

Decidí tomar una ducha después de las clases, ya que me sentía tan agotada que necesitaba relajarme. Sentir el agua caliente recorrer mi cuerpo solía ser mi forma de desconectar de los problemas, una especie de terapia diaria.

Después de un rato, decidí salir, envolviéndome en una toalla y otra para el cabello. Al salir del baño, buscaba una pijama para estar cómoda durante la tarde y opté por la que Lilly me había regalado en Navidad. Tenía la cara de Santa en los pantalones y un enorme reno en la camiseta.

Mientras me quitaba la toalla del cuerpo, un ligero estremecimiento recorrió mi espalda al escuchar una tos.

—Deberías cerrar las cortinas —dijo Logan, tomando un sorbo de su café.

Instintivamente, me cubrí con los brazos y tomé rápidamente la toalla para cubrirme nuevamente. Hacía muchos días que no lo veía.

—Dios, ¿por qué eres tan raro? —Dije, sintiendo cómo crecía mi enojo.

Logan arqueó las cejas y torció los labios.

—Vete de aquí —ordené mientras corría las cortinas para que dejara de mirarme.

—Puedes cambiarte, no hay mucho que ver, de todas formas —respondió en un tono molesto, evitando mirarme directamente.

No sabía cómo sentirme con su respuesta. Fue un comentario un tanto rudo y despectivo. Él no tenía derecho en decir aquello cuando era alguien demasiado raro.

—Siempre encuentras la forma de ser tan odioso— Dije aguantandome las ganas de gritarle— Justo cuando pensaba que no podías ser más idiota, lo fuiste.

Logan no dijo nada, él sólo me observó por un momento, bebió un poco café y se metió a su habitación, cerrando sus ventanas.

Suspiré.

...

Al día siguiente, mientras me cambiaba para ir a la preparatoria, recordé la discusión con Logan. Me di cuenta de que, de alguna manera, él expresaba sus pensamientos en el momento sin preocuparse por las consecuencias. Lo había llamado raro, lo cual era cierto, pero no era la forma correcta de expresarlo. Logan no tenía la culpa de que se me hubiera olvidado cerrar las cortinas. No estaba tratando de justificar su comportamiento, pero me di cuenta de que también tenía algo de culpa en la situación.

Bajé las escaleras, mi mamá no estaba en casa ese día ya que había empezado su primer día de trabajo. Salí de casa y caminé rápidamente, evitando mirar la casa de Logan. No quería encontrarme con él de nuevo después de lo que había pasado.

Caminé con prisa, poniéndome los auriculares y subiendo el volumen de la música para evitar pensar en lo sola que me sentía. No había hecho amigos en mi nueva escuela y, como no era muy sociable, me costaba iniciar conversaciones con las personas. Nadie me hablaba.

No me di cuenta de que estaba cantando en voz baja hasta que llegué a la escuela. Busqué la clase de filosofía y, al entrar, noté que los asientos eran para parejas. Nadie se sentó a mi lado.

El profesor llegó y comenzó a hablar, y todos guardaron silencio.

—Buenos días, chicos. Hoy vamos a hacer un proyecto —dijo mientras todos asentían—. Trabajarán en parejas para crear un ensayo sobre el sentido de la vida cuando nacemos destinados a morir. Es un tema complicado, ¿verdad? —No obtuvo ninguna respuesta—. De todos modos, lo necesito para mañana.

Después de eso, se sentó.

La ansiedad me invadió por completo. Busqué a alguien con la mirada, pero todos ya tenían compañero de trabajo. Me sentía tonta y deseaba huir y llorar.

De repente, alguien tocó la puerta desde afuera. El profesor se levantó y la abrió.

—Señor Franz —dijo Logan, en tono seco—. Quiero entrar.

—Creí que habías abandonado la escuela —dijo el profesor, cruzándose de brazos.

—Yo también —admitió Logan, visiblemente cansado.

—Pasa —ordenó el profesor—. Pero esta es la última vez que te dejo entrar.

Logan simplemente encogió los hombros y entró al aula, buscando un asiento libre. Su mirada cayó sobre mí, y a pesar de que traté de evitarla, sentí sus ojos sobre mí. Luego se sentó a mi lado.

El silencio en el aula se hizo incómodo, y sentí que todos nos miraban, esperando a que Logan hiciera algo.

—Lindsey, perdón por lo de ayer. Fui un idiota —dijo, rompiendo finalmente el silencio.

Lo que nos uníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora