Treinta y siete días después

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Un jueves por la noche, la mamá de Logan salió a no sé dónde, dando paso a su casa solitaria. Yo nunca veía triste a la señora Reynolds después de la desaparición de su hijo. A mi parecer, se sentía más libre, sacándose un peso de encima. Mi ira contra ella aumentaba cada día, puesto que no hacía nada para encontrar a su primogénito.

Salté de mi balcón hasta su ventana como lo hacía él. Una vez dentro (y con dolor de cuerpo, ya que caí boca abajo) busqué algo que podría facilitarme su encuentro. Su habitación estaba muy ordenada, tanto que me sentí sucia al pensar en la mía. Sus perfumes estaban bien acomodados en el Buró, donde yacía un enorme espejo que sólo reflejaba de la cintura para arriba. Su cama contenía cobijas de color azul rey y en la cabecera había almohadas de diferentes tamaños colocadas frente de cada una. En las paredes habían posters de diferentes bandas, y sólo pude reconocer «Paramore» en unos de ellos. La habitación emanaba una frangancia deliciosa, tanto que cada vez que respiraba, inhalaba profundamente para llenar mis pulmones de ese olor.

La verdad no sabía por dónde empezar. No sabía si Logan había dejado alguna pista en su habitación.

Me dejé llevar por el momento, me acosté en su cama y cerré los ojos. Su colchón olía a él; a su cabello, su perfume y un poco a cigarrillos. De pronto, abrí los ojos como platos, me paré para luego ponerme de rodillas y buscar abajo de su cama.

Se distinguía un libro hasta al fondo. Me estiré para tomarlo. Una vez en mis manos, lo observé: era viejo, pero no tanto. No tenía título o algo por el estilo. Hasta que me di cuenta que no era un libro cualquiera, era el diario de Logan.

Francamente, nunca pensé que Logan hiciera algo así. Pensaba que los diarios sólo era para chicas, pues somos muy reservadas, pero con Logan fue diferente.

Lo abrí, las primeras diez hojas estaban en blanco, y luego empezaron a aparecer letras. Era una bonita caligrafía.

«Papá se ha ido, nadie me quiere decir para dónde se fue. Cada vez que le pregunto a mamá, ella me corre sin contestar mi pregunta.

Todo es confuso, pues él siempre se despide cuando sale de casa. Esperaré un poco más, a lo mejor tenía algo importante que hacer.

Con amor, Logan.»

Diez hojas abarcaban la historia de su papá. Sentía una opresión en el corazón cada vez que leía una página diferente.

«Papá nunca va a volver. Él se ha ido, ¿entiendes? Se fue sin despedirme, nadie me dijo sobre su enfermedad. Él se veía tan feliz y por dentro moría.

¿Por qué nadie me lo dijo? ¡Lo quiero de vuelta! ¡Quiero que vayamos cada sábado a tomar un helado! ¡Quiero a mi papá! Lo extraño mucho. Él era mi héroe, seguirá siéndolo para siempre, aunque en un mundo distinto.»

Lo que nos uníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora