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Viernes. Eran las 8:40 de la mañana cuando Mario llegó al restaurante Solea. Un mesero lo llevó hasta su mesa. Estaba lista, para dos personas. El mesero retiro la silla y Mario tomó asiento.

- Buenos días, señor, ¿algo de tomar? - preguntó el mesero.

-Sólo un café, gracias - respondió el.

El mesero garabateó algo en su pequeña libreta y se alejó de la mesa caminando lentamente. Mario miró su reloj. Maravilloso, faltaban 15 minutos para que la anciana llegara. Bueno, no tenía mucho que hacer así que decidió admirar el paisaje.

Claro que en un restaurante no había mucho que observar, hasta que sintió una mirada sobre él. Cuando levantó la vista se encontró con que una mujer lo miraba de cuando en cuando, con sonrisas coquetas y jugando con su rubio cabello. En ese momento el mesero obstruyó el contacto visual cuando le llevó el café a Mario

Cuando volvió a ver a la rubia, ella lo seguía mirando discretamente por el rabillo del ojo. Louis le puso un poco de leche y azúcar a su café con la mirada fija en ella. La mujer volteó abiertamente, sonrió y le guiñó un ojo. Mario solamente levanto su café a modo de saludo y dio un trago, sin despegar la mirada de ella.

- Si ya terminó de estar coqueteando ¿puedo sentarme? - pregunto una voz femenina a su lado.

Mario se atragantó con el café, pero se puso de pie inmediatamente. Cuando miró a la joven que estaba a su lado se quedó anonadado. Sus ojos escrutaron cada centímetro de su cara, su sedoso cabello rojo que le caía por los hombros y sus... - No estaba coqueteando - logró al fin decir.

- No, claro que no - dijo ella dándole por su lado - ¿puedo sentarme?

- Aunque me encantaría compartir la mesa contigo, me temó que no puedes - aclaró él.

- ¿No es usted el Doctor Bautista?

- Sí, soy yo pero estoy esperando a.... -.

- A mí - dijo ella terminantemente interrumpiéndolo.
La mirada de Mario la recorrió por completo. Tratando de no demorarse mucho en su escote, miró su vestido floreado, sus blancas piernas y sus sandalias. Después de su riguroso examen volvió a mirarla a los ojos.

- No, creo que no, señorita. Yo espero a una pintora mayor.

- Si con mayor se refiere a una gran pintora entonces, gracias.

- No, yo hablo de una persona de la tercera edad.

- ¿Acaso parezco una mujer de la tercera edad? - La voz de ______ estaba teñida de indignación.

- No, por supuesto que no. Yo no dije nada así - se apresuró a aclarar Mario.

- Acabas de decir que estabas esperando a una mujer de la tercera edad cuando me esperas a mí.

- ¿Tú... tu eres _______? - preguntó un poco anonadado.

- Si, yo soy - Mario no dijo nada - ya puedes cerrar la boca, eh.

Instantáneamente Mario reaccionó, rodeo la mesa y retiró la silla para que _______ tomara asiento. - Perdón, es que... me dijeron que era una mujer mayor, simplemente no me esperaba a alguien como tú. Siéntate por favor.

- Gracias - pasó frente a Mario y el aroma de su perfume se quedó grabado en su memoria.

Mario volvió a su lugar y se sentó. No hizo nada, no habló ni se movió. Solo se dedicó a observarla.

- Si ya terminó con su examen sobre mi persona, ¿podemos empezar con mi problema? - sintiéndose un poco incómoda ante el estudio de Mario.

- ¿Puedo hacerte una pregunta antes de cualquier cosa? - ella asintió - ¿Porque hiciste una cita a tan temprana hora?

Esa pregunta no era para nada lo que ella esperaba - Pues porque tengo que desayunar, además, no tengo un horario bien definido y esta es la única hora a la que podía - ________ tuvo la sensación de que Mario no había escuchado ni una palabra de lo que dijo -este... ¿podemos comenzar?-.

-¿Qué?... Ah, sí, claro, claro. Voy a llamar al mesero para ordenar.

Corromper a un caballero (Mario Bautista y __)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora