Capítulo I

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John

Llegué a la casa Beatle más temprano de lo habitual, dispuesto a descansar un poco antes de que los chicos vinieran con sus novias e hicieran sus asuntos sucios. Estaba un tanto fastidiado después de haber pasado todo el día corriendo de las fanáticas luego de salir del estudio. Desde que habíamos vuelto de América, se habían vuelto más locas.

Me disponía a subir a mi habitación cuando escuché un alarido proveniente del piso superior. ¿Había sido Paul? Contuve una carcajada.

—Macca nunca pierde el tiempo con sus conquistas—me burlé para mí mismo.

Volvió a escucharse otro alarido. Supe que no era por placer, Paul no solía gritar tan seguido cuando tenía relaciones. Sin dudarlo, subí corriendo a su habitación mientras mi cerebro generaba muchas imágenes terribles de lo que le podría estar pasando a mi mejor amigo. Esperaba que no fuera una loca cortándole el pene con tijeras o algo por el estilo.

— ¿Estás bien, Paul?—pregunté, dudando sobre abrir la puerta—. Te escuché gritar y...vine.

Nadie me contestó. ¿Y si no era Paul? No iba a permitir que nadie irrumpiera en la casa, robara algo o lo lastimara y saliera ileso. Abrí la puerta. El cuarto estaba casi a oscuras, con la escasa luz de la luna llena pude ver a mi mejor amigo recostado en su cama con ambas manos en su cabeza, respiraba agitadamente.

— ¿Quieres que te consiga una aspirina?

No contestó, sólo soltó un chillido lastimero, acción que me incitó a acercarme más a mi mejor amigo. ¿Qué demonios estaba pasándole? Él no solía comportarse así.

— ¿Paul? Me estás preocupando.

Se escuchó un pequeño crujido, como si algo se hubiese roto. Paul tensó su mandíbula y luego se enterró las uñas en el rostro con desesperación, me abalancé sobre él y le separé las manos de la cara; pero sus uñas ya estaban marcadas en su delicada piel. Yo estaba muy asustado con su actitud, parecía como si algo horrible le estuviese pasando.

Mi amigo fijó sus ojos en los míos, él también se veía asustado. Me disponía a preguntarle qué le pasaba cuando comenzó a gritar de dolor, provocando que yo me pusiera a temblar. Sus ojos comenzaron a separarse y tuve que parpadear varias veces para comprobar que no estuviese soñando; descubrí que no eran solo sus ojos sino toda su cara. Quise vomitar al darme cuenta de que mi mejor amigo tenía dos narices y dos bocas en el rostro: era horrendo. Eso no sería más que el principio.

En lo que me pareció una eternidad, Paul tenía dos cabezas; y ambas caras idénticas tenían la misma expresión agonizante, pero ya no gritaba, lo cual era una buena señal. Por alguna extraña razón, no me había desmayado al ser testigo de semejante fenómeno. Creí que todo había terminado, pero no fue así.

Las piernas de mi mejor amigo empezaron a separarse, ocasionando que él colocara sus manos sobre su entrepierna; no sirvió de mucho, el proceso seguía. Cerré los ojos en ese instante, a pesar de no ser un cobarde, no me sentía listo para ver algo así.

Los gritos regresaron, ahora de forma más intensa, proviniendo no sólo de una sino de dos gargantas, aun así pude escuchar como la ropa de Macca se desgarraba. Por primera vez en mucho tiempo, sentí miedo ante lo que estaba pasando frente a mí. Mantuve cerrados los ojos por lo que me parecieron horas, pero que en realidad no pasó de diez minutos. No quería ver más de lo que estaba pasándole a Paul.

Cuando los gritos cesaron, me atreví a abrir los ojos. Antes sujetaba ambas manos de mi mejor amigo, pero ahora tenía una mano de cada uno de los dos sujetos idénticos que estaban recostado en la cama. Ambos estaban profundamente dormidos. ¡¿Qué demonios acababa de pasar!?

Escuché que la puerta de la casa se abría. Debían ser George y Ringo.

¿Qué iba a hacer con Paul ahora? ¿O con los Pauls?   

The Other Me [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora