Capítulo XXVIII

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Jane

Poco antes de que nos fuéramos a dormir, sucedió algo muy extraño: James comenzó a sacudirse de forma violenta al mismo tiempo que emitía chillidos de dolor. Se giró para quedar recostado boca abajo y mordió con fuerza la almohada.

— ¿Estás bien, James?

Me senté en la cama y lo miré con preocupación. ¿Y si algo malo estaba pasándole? De la nada, sus calzoncillos blancos se empezaron a manchar con un pequeño hilo de sangre. No faltaba saber mucho de anatomía para saber de dónde había provenido dicho fluido. Los músculos del cuerpo de James estaban rígidos y él seguía sin apartar sus dientes de la almohada.

— ¿James?

Tal como había empezado, cesó.

—Voy a matarlo, voy a matarlo...

— ¿A quién?

James se apartó de la almohada y pude ver que tenía los ojos llorosos, además de que su pecho no dejaba de subir y bajar como si hubiera corrido un maratón entero.

—Por esto, Jane—me dijo—, por esto necesito que nos separemos cuanto antes. Al ser un mismo cuerpo...lo que le pasa a uno, también le afecta al otro.

Asentí lentamente y entonces la realidad de las cosas me llegó a la mente como un balde de agua helada.

— ¿Entonces Paul...

—Tiene el trasero destrozado, sí...

— ¿Fue John?

—No lo sé—contestó con molestia, rodando los ojos—. Puedo sentir lo mismo, y a veces también puedo conocer lo que piensa si son pensamientos muy profundos o fuertes, pero es todo.

George

Ringo y yo llegamos a la casa poco antes de las nueve y media de la noche, justo a tiempo para escuchar los gritos de Paul que provenían desde la habitación de John. Jamás lo había escuchado gritar así: con tanto dolor. ¿Qué demonios estaba haciéndole Lennon?

— ¡Tenemos que hacer algo, George!—prácticamente me gritó Ringo—. ¡Ya!

Subimos corriendo a la habitación de John e intentamos abrir, pero la puerta estaba cerrada. Me rasqué la nuca: los chillidos por parte de Paul no cesaban, lo mismo ocurría con los gemidos de Lennon.

—Iré a buscar la llave de la habitación—dijo Ringo, quien desapareció escaleras abajo.

Me mordí el labio y esperé con impaciencia a que mi amigo regresara con la llave. De repente, el alboroto cesó. Coloqué mi cabeza junto a la puerta, intentando escuchar qué estaba pasando en el interior.

—Paulie...—era la voz de Lennon.

—No me toques, John—contestó Paul.

Ringo introdujo la llave en la perilla y quitó el seguro de inmediato. Abrimos la puerta y nos encontramos con una escena espantosa: Paul, cuyo denudo cuerpo estaba lleno de golpes, lloraba e intentaba apartar a John, quien estaba encima de él. Me sentí muy mal por McCartney.

— ¡Déjalo, John!—le gritó Ringo.

Me acerqué rápidamente a John y lo aparté de Paul, mientras que Ringo se encargó de ayudar a McCartney a levantarse para salir de ahí.

—Paulie...lo siento...

—Vamos a que te des una ducha, Paul—le dijo Ringo a McCartney—. ¿Te parece bien? Después podrás dormir en mi habitación.

Paul asintió y Ringo me dirigió una mirada de "investiga qué pasó". Suspiré y solté a John, quien se quedó paralizado al ver la mancha de sangre que había en el lugar donde McCartney estaba acostado.

— ¿Quieres explicarme por qué lo hiciste?—le pregunté—. ¿O acaso tendré que averiguarlo todo mediante Paul? No lo entiendo, John, creí que querías a Paul más que a nadie en el mundo, pero...

—Me ganó el monstruo de los celos, estaba furioso, George—se cubrió la cara y comenzó a sollozar—. Pattie vino hoy y también Mick Jagger...Paul fue tan dulce con ellos que sentí muchísimos celos, envidia. Se suponía que él sólo debía tratarme así a mí, a nadie más.

—Estás loco, John—le dije—. Una persona puede amarte, pero jamás podrá pertenecerte. Las personas no son objetos propiedad de alguien, creía que lo tenías claro.

—Paul me va a odiar...

—Deja en paz a Paul, dale algo de tiempo—le pedí, sentándome a un lado de John en la cama—. Te aseguro que no te odiará. El odio no parece ser algo que él pueda sentir hacia alguien.

Después de decirle eso, me fui a mi habitación.

The Other Me [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora