Capítulo XIV

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Considerando que probablemente sea el último capítulo que escriba en lo que resta de mis vacaciones, quiero dedicarle este capítulo a la persona con la que me casé imaginariamente en la madrugada :'3


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John

Subimos a mi auto y conduje hasta el bar. Las palabras de James seguían resonando en mi cabeza una y otra vez. ¿Paul estaba enamorado de mí? Bueno, se había comportado muy lindo conmigo, pero eso no quería decir que estuviera enamorado; su comportamiento era así por ser la parte dulce y tierna de Paul, ¿o no?

— ¡Cuidado!—Paul me gritó alarmado, regresándome a la realidad justo a tiempo para dar un giro rápido al volante y así evitar que nos estrelláramos contra un muro—. ¿Estás bien, Johnny?

—Estoy bien, Paul—contesté, intentando tranquilizarlo—. Sólo me distraje un poquito, pero estoy bien. Paul... ¿de quién estás enamorado? Si no es de mi esposa, ¿de quién?

Pareció sonrojarse por un breve momento, pero luego su expresión se tornó inexpresiva y dirigió la vista hacia la ventana. Por primera vez vi algo extraño en la parte tierna de mi mejor amigo: tristeza.

—Olvídalo—me pidió en apenas un susurro.

Me dieron ganas de hacer el carro a un lado, abrazarlo y no reemprender la marcha hasta que la sonrisa alegre que lo caracterizaba volviera a su rostro para quedarse. Pero no lo hice. Tampoco me atreví a decir otra palabra en el trayecto, no sabía que decir, y no quería quedar como un ridículo sentimentalista. En el fondo, quería creer y convencerme a mí mismo de que James sólo me había mentido.

Conduje hasta el bar de mala muerte que más me gustaba. No era un lugar muy concurrido después de que un idiota hubiese acabado con la vida de otro al dispararle por la espalda, justo en mitad del recinto. Brian no se cansaba de pedirme que dejara de ir, pero la fama del lugar, sumado a sus patéticas peticiones, sólo aumentaba mis deseos de ir. Quizá me gustaba el peligro, pero sin duda alguna me gustaba ir por la privacidad que podía tener en ese lugar. Era casi como dejar de ser famoso por un rato. Hasta el nombre la quedaba.

—La Madriguera—Paul leyó el letrero desgastado que estaba afuera del lugar con el ceño fruncido—. Espera, este es el bar que Eppy nos prohibió terminantemente visitar, bajo ningún motivo o circunstancia. He escuchado que se siente una vibra extraña en el interior y hay quienes dicen haber visto al fantasma de Sam Wheat...a mí no me gustan los fantasmas, Johnny, mejor vámonos.

—He venido muchas veces, Paul—le aseguré, estacionando el auto y mirando la expresión de terror que tenía en el rostro—. No hay fantasmas, aunque sí podría hacerte sentir una vibra extraña en el interior.

— ¿A qué te refieres?—no supe definir si la expresión que puso era de sorpresa o de curiosidad.

—A nada—musité riendo.

Bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia la entrada de lugar. Casi al entrar, sentí los dedos de la mano izquierda de Paul entrelazándose con los de mi mano derecha. Me detuve en seco y lo miré con confusión.

— ¿Qué haces?

—Lo siento.

Me soltó inmediatamente y entramos al lugar. Tal y como yo quería, estaba casi desierto. Me acerqué a la barra, con Paul pisándome los talones, para pedir algo. Opté por una cerveza Astra, justo como en los viejos tiempos en Sankt Pauli. Apenas si me entregó mi cerveza, la barista fijó sus ojos en Paul.

The Other Me [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora