Capítulo XXXII

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John

Paul se mantuvo totalmente serio durante el camino al hospital, con la vista al frente la mayor parte del tiempo y jugando con sus manos como señal de su nerviosismo. Por mi parte, quería evitar pensar en cosas malas mientras conducía como alma que lleva el diablo.

Cuando llegamos, mi novio bajó corriendo del auto y entró al hospital; yo tuve que estacionar el auto antes de ir detrás de él.

Apenas si puse un pie en el hospital, me invadió una extraña sensación de que las cosas no estaban bien. Miré a todas partes, esperando que Paul estuviera cerca, pero no lo encontré.

Me acerqué a una de las enfermeras y le pregunté por Pattie. Después de dar cientos de explicaciones sobre quién era, me hicieron caso.

— ¿La señorita Boyd?—preguntó. Yo asentí—. Ella está en la habitación 121, señor Lennon. ¿Desea que lo acompañe?

Negué con la cabeza y ella me dio una serie de indicaciones para llegar a la habitación. Una vez que estuve ahí, encontré a mi chico afuera.

— ¿Y bien?—le pregunté—. ¿Cómo está Pattie?

—No lo sé—contestó—, no he entrado. Tengo un mal presentimiento y...todo esto es...extraño. Quizá no debía separarme de ella, John. Será la madre de mi hijo, no debí haber permitido que anduviera por la vida accidentándose...

Contuve una carcajada ante la tontería que acababa de decir.

—Ven aquí.

Le di un abrazo fuerte, seguido por un beso dulce para que se tranquilizara. Podía notar la tensión que tenía encima, y también su miedo.

—Todo estará bien, deja de estar nervioso.

Él asintió y se separó de mí para suspirar profundamente.

Entramos a la habitación y George nos recibió con una mirada fulminante. Pattie, por su parte, vio a Paul y cerró los ojos con fuerza. El ambiente estaba lleno de tensión y yo me sentía incapaz de hacer algo al respecto.

—Perdí al bebé...—musitó Pattie.

Me mordí el labio y dirigí mi mirada hacia Paul, quien parecía haberse convertido en una estatua por la noticia. Coloqué mi mano en su hombro, pero él se apartó de mí. Dio unos cuantos pasos y tomó la mano de Pattie.

—Lo siento mucho—musitó—. Hubieras sido una gran madre para ese bebé, y yo...

Sin previo aviso, Paul salió corriendo de la habitación.

Fui detrás de él.

George

Paul salió corriendo de la habitación y John fue detrás de él, dejándome a solas con la chica más linda de todas. Me acerqué a Pattie, tomé su mano y la besé, logrando hacer que una sonrisa débil se dibujara en su rostro.

—Todo estará bien, bonita—le mostré mis colmillos—. Te vas a recuperar y seguirás siendo la mejor modelo de todas, aquella chica con la que todo chico fantasea salir, ya sabes, una chica perfecta.

—Ahora soy cualquier cosa, menos perfecta—contestó ella, borrando la sonrisa de su rostro—. Ningún hombre me va a querer, antes sí, pero ahora ya no. Tú...escuchaste al doctor, George.

Ella desvió la mirada hacia su abdomen, y yo me sentí muy mal por ella. El doctor nos había explicado que Pattie se había herido la matriz en el accidente y que habían tenido que extirparla. Nunca iba a poder ser mamá. Acaricié el torso de su mano y volví a darle un beso.

Era ahora o nunca.

—Me gustas, Pattie—confesé, atrayendo su atención enseguida—. Me gustaste cuando te conocí, y me sigues gustando ahora. Eres la chica más linda que he conocido, lo pensé desde el primer momento. Muchas personas dicen que el amor a primera vista no existe, pero... ¿te gustaría salir conmigo?

— ¿Estás seguro?—cuestionó ella, sus ojos estaban llenándose de lágrimas—. Yo...nunca podré darte un bebé, George.

—Lo sé, Pattie—dije al mismo tiempo que le sonreía nuevamente—. Soy consciente por completo de tu situación, y no me importa, porque eres tú quien me gusta, no tu matriz ni los bebés que podrías darme. Y es a ti, Patricia Anne Boyd, a quien le repito mi pregunta: ¿te gustaría salir conmigo?

Ella asintió y, por primera vez en esa noche, sonrió con felicidad.

No perdí más tiempo y la besé.

John

Alcancé a Paul en la esquina del parque Norfolk Square Gardens, lo jalé del brazo para atraerlo a mí y evitar que volviera a correr lejos. Al principio se resistió, forcejeando para liberarse; pero finalmente se rindió. Sentí cómo mi suéter comenzaba a humedecerse bajo la cara de Paul: él estaba llorando.

—Tranquilo—susurré, acariciando su cabello con dulzura.

Lo único bueno de que hubiera ido a ese lugar era que estaba prácticamente desierto. Paul no paraba de llorar, y no se me ocurría nada para calmarlo.

—Era mi bebé, Johnny...y ya no está.

En otro momento me habría burlado y le habría dicho por enésima vez que esa cosa no le pertenecía a él, sino a James; pero no me atreví a hacerlo. Su llanto y ver lo triste que estaba me hacían sentir como una pésima persona. Quizá yo había sido muy egoísta.

—Lo sé, Paulie—besé su mejilla—. Sé lo mucho que querías a ese bebé, lo emocionado que estabas por ser papá.

—Ese bebé era todo lo que tenía para vivir...

— ¿Y qué hay de mí?

Lo separé un poco para que esos ojos dormilones, que tanto me encantaban, se encontraran con los míos.

—Es diferente, y lo sabes bien.

—Paul, yo te amo—le dije, intentando hacerlo sentir mejor—. Sabes que yo no suelo ser muy romántico, de hecho soy un asco en el romance, pero eso no me impide amarte con locura. Siempre estoy pensando en ti, cada momento de mi día es como: "¿qué querrá Paulie?" "¿Esto le gustará?" "¿Qué tengo que hacer para que esos ojitos me vean?"; Paul, sueño contigo y con hacerte muy feliz. Por favor, no me gusta que estés triste.

Él miró al cielo y luego suspiró.

— ¿Podemos ir a casa?

Suspiré.

—Claro que sí, te llevaré de inmediato.

The Other Me [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora