Capítulo 5: Roto (Probable maraton...)

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Muy buenas!!!! Empieza el final de esta nuestra historia

(Sniffffff)

Así que los capítulos, quitando este, serán más largos de lo normal. Espero que os guste este principio del fin! Os adora, 

Junn.

Adaliah

Ha pasado semana y media desde que me trajeron a casa y duele. Bastante. Pero todo cesa en cuanto le veo sonreír. Miro mis quemaduras, son bastante graves, hasta el punto de que me han dicho que no podré volver a tener mucha movilidad en las manos, con lo que tendré que decir adiós a mi carrera de guitarrista. Aún así, estoy feliz por volver a estar aquí, por no estar encerrada. Claro que no les voy a decir nada todavía, no estoy preparada para recordar nada. Y ninguno ha preguntado aún, cosa que me relaja.

Luciel se sienta a mi lado y me sonríe tímidamente. Creo que tengo la misma espresión, y Zop viene corriendo a sacarnos una foto. Se ha vuelto a teír el pelo de rojo pasión.

-¡OOOOOOOW, MIRAD! ¡La primera foto de los mellizos!- chilla.- Mira, mamá, madre mía, que monos.

-OH CIELOS- grita Lilian, mirándonos.- Son tan adorables...

Son tan iguales las dos. Tienen las mismas reacciones y hacen lo mismo. Me río cuando entra Thiel en el cuarto.

-¿¡Joder, qué os he dicho de entrar aquí!? ¡Tiene que descansar!- les grita a su hermana y madre. La mayor alza una ceja.

-¿Me estás gritando?- baja la cabeza, avergonzado.

-No, mamá- murmura.

-Ya decía yo...-  hace una última foto y me sonríe.- Hada, cariño, vendremos dentro de tres días a hacerte una visita.

-Perfecto, Lili- le digo. Siento algo frío rozándome la mano, y noto como los dedos de Luciel rodean mi muñeca. Siento una sensación de tranquilidad y bienestar increíble. No sé si a él le pasa lo mismo, pero me encantaría que así fuera.- Hasta pronto.

-Hasta pronto, princesita- me da un beso en la mejilla.

-¿A mí no me das?- pregunta Zop, indignada.

-A tí un abrazo- le dice ella, dejándolo pasar. Zop la persigue, quejándose. Nos reímos y se marchan, dejándonos a Thiel, Luciel y a mi solos.

-¿Queréis hablar en soledad o algo?- nos inquiere Thiel, mirando la mano que me tiene agarra Luc.

-Por favor- le pido suavemente. Se acerca y besa mi cabeza.

-Cualquier cosa, avisadme. Estaré abajo viendo el partido.

-Vale- decimos los dos a la vez. Se marcha, cerrando la puerta tras él. La habitación es azul, un bonito color suave y relajante, de enormes ventanas. Hace tres días, me pasé desde la habitación que parece de hospital a la de Thiel y mía. Según puedo comprobar, todo está hecho para mí: los ventanales son tan gigantes que no me dejan sentir claustrofobia, el color es mi favorito, la cama tiene la justa medida de blando y de duro, la enorme estantería llena de mis libros favoritos, las tres guitarras bien colocadas... ¡Hasta un bonito tocador! Thiel me ha estado esperando durante un año, ha hecho mi cuarto perfecto sin pensar en su idea inicial (todo mou oscuro y muy heavy). Es maravilloso.

Sé que a mi hermano le incomoda demasiado estar aquí dentro, sin embargo, no se ha apartado de mi lado en todos estos días de recuperación, soportándome.

-Luc- empiezo, sin saber bien cómo decirlo.- ¿Q-qué...? No, espera ¿Cómo te sientes?

Mi pregunta le pilla desprevenido.

-Pues...- mira al suelo.- Tengo que confesarte que me siento roto, Hada. Me siento... mal. Sé que no debería, no puedo evitar enfadarme contigo, con padre, conmigo...

Se levanta y empieza a andar de un lado para otro. Ojalá pudiera levantarme y abrazarle, pero no va a poder ser, odio estar postrada en la cama.

-Luciel, no te culpo por sentirlo- bajo la cabeza.- Yo misma sentí eso con Thiel y Zop cuando los conocí. Al principio, los odié. ¿Por qué tenía que sufrir yo y ellos no?

-Pero tú eras pequeña.

-Y tú llevabas encerrado veinte años en un sucio sotáno lleno de mierda- le digo, enfadada. No suelo decir palabrotas, pero no puedo evitar decir eso de lo que se me oprime el corazón.- Tienes más derecho que los demás.

Baja la cabeza de nuevo. Es un gesto muy suyo... muy nuestro. Un gesto de miedo, de docilidad, de sumisión. Y me parece horrible que nos hayan hecho esto.

-Ahora me odias tú a mí- susurra. Me soprendo ante esa declaración.

-¿Qué dices?

-Que yo ya no puedo... odiarte, pero que tú a mí sí- le miro, sin entender.- He estado ocupando tu lugar mientras sufrías.

Me quedo en silencio unos segundos, aprieto las manos hasta que me hago daño, hasta que no puedo hacerlo más. Me trago las lágrimas que amenazan por salir, las reprimo. Porque, por primera vez, tengo que ser yo la que levante la cabeza, la que proteja al otro, la que le ayude a ver la luz. Dejar de estar en la cueva para salir de ella y ayudar a alguien que lo necesita mucho mas que yo. Alzo el mentón, mirandole de frente, con determinación, dispuesta a mentirle, dispuesta a darle esperanza.

-No me hicieron nada comparado con lo de padre, simplemente estaban chiflados- le digo, quitándole importancia.

-Tus manos...

-¿Qué, esto?- las levanto, están tapadas por vendas, se ve un poco la sangre que hay dentro.- No es nada que no pueda soportar.

-Ví el vídeo que el que tocabas...

-Puedo seguir tocando la guitarra. Padre me quiso arrancar los dedos, aún así seguí. Como seguirás tú.

-Yo... no soy fuerte, estoy roto- le veo tan desolado y tan triste que, haciendo caso omiso al dolor, me levanto y corro a abrazarle.

-Yo lo seré por los dos, yo te arreglaré- le digo, cuando apoya su cabeza en mi hombro y le oigo llorar. Mis ojos se empañan, pero me doy una torta mental y le estrecho con más fuerza.- Yo te querré por todos, yo te cuidaré por todos y yo te protegeré de todos. Tú no tienes que temer a nadie, porque siempre me tendrás allí para lo que quieras.

Por fin, ocurre algo que me hace derramar las lágrimas. Me delvuelve el abrazo. Es dubitativo, sé que no le gusta que le toquen, sé que siente asco de sí mismo, sé que no quiere que nadie le vea en el estado en el que ha quedado. Lo sé porque yo misma lo he sentido una vez, y mis dos luces nunca se marcharon de mi lado.

Ellos me ayudarán a cuidarlo, no lo dudo. Thiel lo ha hecho perfecto el tiempo en el que ha estado solo, pero no ha sanado. Miro mis manos entre la bruma. No han sanado y quedarán cicatrices, no volverán a ser las mismas, no tendrán las mismas facilidades, no podrán hacer muchas cosas. Pero estarán enteras si alguien o algo las ayuda a sostenerse. Yo seré aquello que mantenga el alma de mi hermano de una sola pieza, y Thiel y Zop me ayudarán, serán el pegamento. 

No me dejes caer (Gate to hell #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora