Capítulo 7: No seas huevón

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Adaliah

Seis meses. Hace seis meses que no siento esta tranquilidad en mi cuerpo. Y, sin embargo, un dolor terrible me oprime el pecho. No quiero ser sólo su amiga, pero mejor eso que nada. Cuando me marché de casa sentí que dejaba atrás mi corazón. Pero no me arrepiento de haberlo heho. Estos meses han sido duros y horribles, no habría podido soportar ver a Thiel envuelto en todo eso.

Viendo los vídeos... Siento un escalofrío cuando me lo imagino observándolos y una arcada. Pero no me muevo, estar entre sus brazos es el mayor regalo después de tanto días duros. Alzo una mano a su pelo y se lo acaricio. Eh, cariño, relájate. Tiene novia. Pero no puedo evitar hacerlo y él no se aparta. Sólo me mira fijamente. Qué ojos, madre mía. Dos enormes brasas negras que me hacen caer en la oscuridad. Sería capaz de morirme sólo mirándolos.

Las hebras negras y suaves de su pelo me hacen cosquillas en las yemas y por primera vez, me he dado cuenta de que la separación sólo me ha hecho llegar a... quererle. Si él supiera que en realidad nunca me fui... ¿Qué diría? ¿Me odiaría o tendría miedo? Le he ido a ver a cada uno de sus combates, a los cinco. Estaba en la última fila, observándole, sufriendo cada golpe que le daban, que por suerte fueron pocos. Ganó todos, yo sabía que lo haría, y esas noches había llegado a casa con más dinero de con el que me había ido.

Nos miramos por unos instantes que parecen eones. Él no se mueve, sólo abre la boca, y por un momento, unas mariposas atacan mi tripa, pensando que me va a besar.

-Hada, tengo entrenamiento- le observo varios segundos, sintiéndome estúpida.

-Uhm... claro- le digo, levantándome y alejándome, rezando para que no note que me he ruborizado.

-Bien...- se queda callado, voy a la puerta, pero su voz me hace detenerme.- Hada, quiero que sepas... que no te dije en serio eso de que te fueras.

Las lágrimas inundan mis ojos, asi que no le miro para que no se de cuenta de que sus palabras me han emocionado.

-Gracias, Thiel.

-Aunque aún... no creo que quiera saber por qué te fuiste, así que no me lo digas.

Me marcho para dejarle cambiarse y me voy a mi cuarto. Miro la guitarra apoyada en la pared, la cojo, me tumbo boca arriba, cierro los ojos y empiezo a tocar. Stratosphere de Stratovarius empieza a sonar por la habitación. Falta la batería y la ayuda de otra guitarra, pero aún así no suena mal. Es de las primeras canciones que me propuse aprenderme, así que mis dedos siemplemente se deslizan por la guitarra. Es una canción larga, muchas notas, muy rápidas, justo como deben serlo las canciones.

Para mí, la música es un escape. Es hermosa, una gran sinfonía de colores. Sí, no habéis leído mal, colores. Es un remolino de colores que me envuelven y danzan a mi alrededor, acunándome. Así me sentí la primera vez que oí música desde mi cuarto en casa de mis padres. La voz de Zop. Ella me abrió al mundo, ella fue mi música y la luz que me sacó de esa oscuridad que me envolvía y me entregó los colores.

Estoy tan absorta en la música que no oigo a la persona que se ha apoyado en la puerta hasta que habla.

-Eres la única persona que es capaz de tocar así mientras parece que está dormida.

Abro los ojos y dejo de tocar al instante. Apoyo la guitarra sobre la cama y me paso la mano por el pelo.

-Lamento haberte molestado o...

-Me gusta oirte tocar- eso me hace alzar la cabeza bruscamente.- Ah, mierda. Parezco bipolar, ¿Cierto?

Sin poderlo evitar, me río por lo bajo.

No me dejes caer (Gate to hell #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora