Capítulo 4: Sorpresa (segunda parte)

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Matadme de nuevo, enano, pero es que ando con el grifo cerrado y no tengo imaginación. MUSAS, VENID A MI!!!

Aquí os dejo el siguiente trozo de la historia, espero que os guste :3

Este capítulo se lo dedico a Elena, que me ayuda tanto y esta hkfdshdshksdkdshksda y me encantan sus historias, y es fantástica y... Bueno, que para tu! Pupete! (mirar imagen de la derecha) :)

 Liam

Después de dejar a todos en casa de Sel y estar toda la noche sin dormir, me toca una charla con mi padre. Sí, estar toda la noche aguantando a mi mejor amigo, mientras pedía llevarse a Hada (a pesar de estar hospitalizada por las heridas debido al fuego) y buscar una nueva médica para ella no es suficiente. Ahora, tengo que soportar la pedantería de mi padre, que me mire por encima del hombro y tener que escuchar lo inútil que soy. Todo maravilloso.

Entro en el gigantesco edificio de la farmaceútica y compañías Milceton. La señorita de compañía que mi padre llama “secretaria” me mira, comiéndome con la mirada.

-Disculpe, Señor Milceton. Ahora avisaré a su padre y podrá entrar.

-Guay- digo, mirando el cuadro que hay a la izquierda. La planta baja es gigantesca, no está separada por ninguna pared, como si no las necesitara. Es blanca con sofas negros, un conjunto extraño. No llama mucho la atención la sala, comparada con la pulcritud. Todo está al milímetro diseñado y pensado, todo está en su sitio. Hasta las plantas crecen como mi padre quiere que crezcan.

-Ya está, puede pasar- asiento con la cabeza, pero ella me agarra de la mano y me detiene.- Espera, oye, ¿Me llamarás?

¡Claro que no! Es lo que pienso. Sin embargo, y por ser educado, sonrío y asiento con la cabeza, dirigiéndome al ascensor sin contestarla. Es lo único que desentona en ese lugar. Mientras que las escaleras están tras una puerta que apenas es visible, el ascensor está decorado con extraños mandalas negros en la superficie negra. “Ascenso al infierno” me digo, irónico.

Entro, cojo la llave, pulso, y me apoyo en la pared. Para subir al despacho de mi padre se usa una llave especial. Sí, así de paranoico es mi padre. Me miro de reojo al espejo. Estoy horrible, sólo he parado por casa para ponerme el puto traje negro. Lo odio. Ojeras bajo los ojos, barba sin cortar... Suspiro.

Llego, y entro directo al despacho. Una de las paredes es entera de cristal, se puede ver toda la ciudad desde allí, es un sitio genial. En general, el despacho es todo lo que yo le pondría al mío si alguna vez quisiera uno. Tiene varias teles de pantalla plana, un ordenador incrustado en una mesa que puede tener graficos en puto 3D, un Mac, una elegante alfombra de cachemire. Sólo quitaría el jodido oso disecado que tiene en la esquina, que desentona completamente. También le añadiría fotos, de todos. Suspiro y mi yo, pero en viejo, aparta la mirada de la mujer entrada en años que hay delante suyo. Parece una mujer tranquila y amable, muy madre. Lo contrario a la mía.

-Dime- digo de malos modos. No estoy de humor para sus juegos.

-Un poco más de educación, Howard- siento un escalofrío cuando me llama por ese primer y puto nombre. Sí, me llamo Howard Liam Milceton. Vomitivo. Me encojo de hombros.

-Ya, claro. Dime de una vez- le insto.

-He cambiado de idea con lo de la universidad y el trabajo- suspiro, aliviado. Por fin me va a dejar hacer lo que yo quiera. O eso creía.- No puedes llevarlo todo al día tú solo, así que he decidido contratarte una secretaria.

-¿¡Qué!?- grito, enfadado.- De eso nada, lo que necesito es no tener que hacer esas cosas...

-Basta, Howard, no me hagas enfadarme. La señorita Pugal te ayudará. Su madre- señala a la mujer.- Quiere que Elena trabaje para ganar algo de dinero.

No me dejes caer (Gate to hell #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora