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Lafayette, Indiana, 1991.

—Los doctores creen que deberías quedarte aquí por una semana, no mucho, Izzy —me dijo Alan.

—¿Por qué? —pregunté con el ceño fruncido.

La verdad es, que desde que había entrado aquí, nadie había tenido las pelotas para decirme que había sucedido, yo no tenía idea que estaba haciendo aquí.
No sabía que eran esas marcas en mi cuerpo, no sabía, por qué estaba lleno de cables conectados a una máquina y no sabía por qué putas estaba en el hospital.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté desesperado porque alguien me dijera algo.

—Los doctores te dirán —dijo levantándose de una silla que estaba por ahí.

—¡Aquí nadie me dice ni mierda, Alan! —exclamé furioso e intenté levantarme de la camilla de hospital.

—No te levantes —susurró tomándome de los brazos suavemente para hacer que me recostara de nuevo.

—Alan —dijo una voz que provenía de la puerta.

Levanté mi mirada lentamente y me encontré con unos ojos verdosos que ya me estaban mirando.

—¿Qué sucede Axl? —preguntó Niven.

—¿Puedo...? —no terminó la frase y Alan asintió.

—Estaré afuera —dijo y se dirigió a la puerta.

El pelirrojo se hizo a un lado para que Niven saliera y después cerró la puerta.
Axl se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones negros ajustados y se aproximó hacia mí con la mirada gacha.

–¿Cómo te sientes? —preguntó mirándome.

—No sé —contesté desganado.

—Nos provocaste mucho susto, Izzy —susurró.

—¿Qué sucedió, Axl? —pregunté mirándolo con detenimiento—. Aquí nadie me dice nada. No sé por qué tengo vendas en mis brazos y no sé por qué mierdas estás aquí si se supone que estás furioso conmigo —dije y al final se me quebró la voz.

—Izzy, no...—

—¿Podrías decirme? —dije interrumpiéndolo.
Axl me miró con tristeza y bajó su mirada.

—Intentaste suicidarte —susurró y yo palidecí más de lo que estaba—. Te cortaste los brazos y perdiste muchísima sangre. Alan dijo que cuando te encontró parecía como si hubiera sido una escena de asesinato —dijo con los ojos cristalizados—. Luego ingeriste una cierta cantidad de pastillas y eso hizo que no despertaras por casi una semana —suspiró pesadamente—. ¿En qué estabas pensando? —preguntó decepcionado.

—No recuerdo... —mentí.

Por supuesto que recordaba, no mucho, pero recordaba lo suficiente. El problema era que no tenía el valor para decirle a Axl que estaba mal, que me sentía mal por abandonarlo, que estaba deprimido por dejarlo solo con la banda y en lo único en lo que había pensado era en desaparecer.

—Hablaremos después, Izzy —susurró.

—¿Dijiste "nos"? —pregunté recordando sus palabras.

—¿Qué? —preguntó frunciendo el ceño.

—Dijiste "nos provocaste mucho susto" —le repetí.

—¿Qué con eso? —dijo sin entender.

—¿Nos provocaste? —repetí—. O sea, ¿también tenías miedo, Axl? —pregunté con cierta esperanza.

—No, para nada —dijo y negó varias veces para después bajar su mirada—. Vi a Duff muy asustado, a Alan, bueno... A todos y yo sentí que también lo estaba —susurró—. Pero no, ya no lo estoy.

—Está bien —dije decepcionado.
Las cosas seguirían igual, estaba seguro de ello.

—Luego hablaremos, Izzy —dijo y se dirigió a la salida.

Perdóname, Izzy | {Izzaxl}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora