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Lafayette, Indiana, 1991.

Después de una semana de estar en el hospital, el doctor dijo que podría salir de allí, pero con la condición que fuera a un centro médico especializado en psiquiatría y que después fuera a rehabilitación, ya que pensaba que debía estar mal emocionalmente como para querer quitarme la vida, luego le ordenó a Niven que debía estar en rehabilitación por las malditas drogas.
No había hablado con Axl, ni con ninguno de los miembros de la banda, sólo con Doug que dijo que los demás habían estado preguntando por mí, me preguntaba si Axl estaba dentro de esas personas.

—¡Izzy! —dijeron los demás emocionados al verme entrar a la casa, yo me sobresalté.

—¿Qué carajos? —dije sorprendido.

—¿Cómo estás? —se acercó Duff a mí dándome un abrazo—. Nos diste un gran susto, ¡no lo vuelvas a hacer! —exclamó con una cerveza en la mano.

—De verdad, no sé qué estabas pensando —dijo Slash para después darme unas palmadas en la espalda.

—¿Qué te dijeron? —preguntó Gilby mientras me saludaba.

—Que estoy loco y soy un maldito alcohólico, entonces debo ir a un psiquiatra y después a rehabilitación —contesté y los demás rieron. Fruncí el ceño.
—Es en serio —los fulminé con la mirada.

—Yo te veo bien —dijo Matt sonriente dándome un pequeño abrazo.

—Bueno, sea lo que sea esperamos que mejores —dijo Dizzy dándome un apretón de manos.

—Gracias —dije con una pequeña sonrisa.

Miré a mí alrededor y noté que alguien faltaba.
De verdad quería verlo, tal vez no pudo estar aquí, o tal vez simplemente no quiso venir y no lo culpo por ello.

—Izzy —me llamó Duff—. Nosotros tenemos que irnos.

—Pero vendremos mañana, ¿está bien? —dijo Gilby empezando a salir.
Me encogí de hombros.
Ya empezaba a sentirme solo de nuevo.

—No importa —dije como si nada—. Yo voy a ir a dormir.

—Bueno viejo —dijeron Matt y Dizzy despidiéndose de mí.

—Nos vemos, Izzacho —dijo Slash.
Todos salieron y me dejaron a solas con Duff.

—Izzy —me llamó Duff y lo miré.

—¿Sí?

—No te íbamos a dejar solo, ¿está bien? —dijo y lo miré extrañado.

—Ya todos salieron, Duff.

—No es eso, Izzy —suspiró el rubio—. Nosotros nos vamos porque alguien quiere hablar contigo —dijo mirándome.

—¿Quién? —pregunté nervioso aunque ya sabía de quién se trataba.

—Supongo que ya vendrá —dijo dándome un abrazo—. No estás solo, estás con él. Él te cuidará —dijo y cerró la puerta.
Me quedé pensativo por unos segundos.

—Ugh McKagan siempre da unos sermones de mierda que te dejan más confundido que las canciones de Roger Waters —dijo una voz proveniente de la cocina.
Luego salió el dueño de esa voz por la puerta de la cocina con una Coca Cola en su mano, me miró y se sentó en el sofá.
—Ya sabes, las canciones de Pink Floyd son tan profundas que te dejan analizando sobre toda tu maldita existencia —dijo tomando de su Coca Cola—. Duff siempre dice cualquier mierda por tratar de creerse filósofo, lo peor es que, siempre te deja pensando, como las canciones de Pink Floyd —dijo el pelirrojo haciendo la comparación.
—Como sea, Jeffrey —dijo Axl dejando la lata de la Coca Cola en la mesa y se levantó del sofá para acercarse a mí peligrosamente.
—No sabes las ganas que tengo de matarte —dijo con odio en su mirada y levantó su puño derecho apuntándome en la cara, yo simplemente cerré los ojos esperando su golpe.
Pero no sentí su golpe, simplemente sentí como sus brazos me rodearon en un abrazo, acurrucó su cara en mi pecho y empezó a sollozar. Yo le correspondí el abrazo y acaricié su cabello pelirrojo.

—¿Si estás aquí? —preguntó con un jadeo.

—Sí —contesté.

—¡Maldita sea, Jeffrey! —exclamó y se separó de mí—. ¡Eres un imbécil! ¿Por qué lo hiciste? —lo miré sin decir nada.
—¿Qué hubiera pasado si te mueres? —preguntó histérico.

—Me muero —contesté sarcásticamente.

—¡No me respondas así, idiota!,—gritó—. Lo admito, ha sido difícil —suspiró—. He aguantado estar sin ti todos estos meses, pero el no tenerte del todo, o que te hubieras muerto —se le quebró la voz—. Te juro que me muero yo también, Jeff.

—William, una vez me dijiste que me odiabas —recordé sus dolorosas palabras.

—¡¿Y qué esperabas?! —soltó en llanto— ¡Me habías dejado, yo pensé que estaríamos bien pronto, que sólo fue otra maldita pelea y después aparece la carta de tu renuncia! —dijo soltando lágrimas—. ¿Cómo crees que me sentí?

—Yo podía estar enojado contigo y nunca te habría dicho que te odio, Bailey —dije dolido.

—¡Perdóname, Izzy! —gritó llorando—. ¡Perdóname, Jeffrey! Lamento todo el daño que te ocasione. Sé que soy un hijo de puta, sé que te traté mal soy un dolor en el culo, pero no estoy dispuesto a perderte. Si te hubieras muerto, yo no sé qué sería de mí en este momento, pensé que sería yo el que me suicidaría después de toda la mierda que ha sucedido en mi vida, pero al verte en esa habitación, tan indefenso, tan débil... —dijo mordiéndose los labios—. Fui un estúpido por no intentar arreglar las cosas, perdóname Izzy —dijo mirándome sin dejar de llorar.

—Perdóname tú a mí —dije agachando la mirada.

—¿Por qué? —preguntó—. Tú no has hecho nada.

—William —lo llamé y me miró—. La única razón por la que intenté alejarme cada vez más de ti, fue porque me estaba enamorando de ti —susurré y el pelirrojo me miró perplejo.
—Todo empezó como una simple aventura, tú seguías con las prostitutas, como siempre. Yo estaba con Annica, pero nunca pensé que me gustaría estar de verdad contigo —dije mirando sus ojos verdes.

—¿Te gustaba cuando...? —preguntó limpiándose las lágrimas.

—Pensé que lo sabías.

—Quiero escucharlo.

—Sí.

—¿Sí qué?

—Sí me gustaba, me gustaba hacerlo.

—A mí también —susurró—. Y me encantaba chupártela —dijo de pronto y yo me ruboricé.
—Lo siento —rió—. Te ves hermoso ruborizado, Jeffrey —dijo mirándome.

—Lo hice porque me sentía solo, sentí que te había perdido, me había ido de la banda aunque eso no era lo que quería, me sentía como la mierda y tenía la tentación de las drogas.

—No me vas a perder —dijo y rodé los ojos.

—Eso dices siempre.

—Y aquí estoy —dijo elevando la voz—. Perdóname, Izzy —dijo mirándome a los ojos y tomando mi mano.

—Te perdono —susurré.

—Necesito hacer algo —dijo y se levantó del sofá y pegó sus labios con los míos. El beso era lento y muy apasionado ya que ambos teníamos muchísimo tiempo de no estar juntos y nos estábamos besando como si fuera el fin del mundo.
—Estoy enamorado de ti, Jeffrey —dijo el pelirrojo besándome cortamente en los labios.

—Yo también lo estoy, William —susurré y junté nuestros labios.

Perdóname, Izzy | {Izzaxl}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora