Me abandono a vos en la frescura perfumada de la noche, cuando las aves duermen mientras se llega el momento de anunciar la alborada.
Me abandono en el instinto de buscarte donde sé que no te encontraría jamás y aun así te busco con ímpetu y sueños intactos.
Te palpo suave y tersa como las nubes de invierno, como algodón entre las manos y te beso, como el colibrí a su flor.
Me abandono en la circunstancia, en extrañarte y no tenerte más cerca que en mi mente y en el espacio sideral y en los libros y en alguna canción y en algún verso.
Me doy entero, te hago el amor, mujer de alas blancas.
Llévame a volar tu cielo, a surcar tus cordilleras, allanar tus valles, mojarme en tus ríos.
Mujer de alas blancas y sonrisa cálida de primavera. Quiero ser yo las llaves de tu puerta, la miel de tus labios, el silencio de tus insomnios.
Me inclino a vos, te adoro y te profeso como mi religión, mi Marilyn, mi Magdalena, mi Mata Hari.
Mujer de alas blancas, hazme nada y déjame ser tu todo.